pierna, y enganchando con el empeine de un pie las manijas de su bolso lo alzo y trazo un arco a lo alto con la pierna, hasta dejarlo apoyado sobre la cama.
Dentro de bolso habia cables, pinzas, y unos probadores de corriente con diales e indicadores. '?Me crees ahora?', se burlo el. Rato despues cuando habian comenzado a oirse los truenos y estaban terminando el almuerzo improvisado sobre la cama, volvio a preguntarle si le creia. Ella dijo que si, pero que igual seguia pensando que los electricistas no comian sushi y el le respondio riendo que habia estudiado electricidad en el Japon. Era la primer frase inteligente que le escuchaba: sin duda, se trataba de un chiste. Despues, bromeando, el le mostro que sabia comer arroz con palitos, manipulandolos simultaneamente y a la misma velocidad con ambas manos. '?Me crees ahora que estudie en el Japon?', seguia burlandose y ella mintio que si antes de preguntar: 'Y a coger comiendo… ?Donde estudiaste? ?Tambien en el Japon?' El no respondio: miro hacia el techo haciendole pensar que buscaba, sin resultado, alguna frase original para seguir con aquel tono. Ella pregunto: 'Te pregunte ?donde te ensenaron a comer cogiendo…?' 'En un apart hotel de Kyoto' le respondio, mientras volvia a montarse sobre sus piernas, y apretandolas entre sus rodillas empezo a fingir que creia haberla penetrado como si la piel interna de los muslos fuese una continuidad de la vagina.
Advirtio que rapidamente recobraba su dureza -'largo hueso', penso- y lo dejo hacer participando en ese juego con breves movimientos de cintura. Daba igual: volvia el mismo placer que sintio las dos veces que la habia penetrado a fondo. Sintio una fuerte vibracion: era un trueno interminable. Sonaba el cristal de la ventana golpeado por la lluvia, tal vez por piedras de granizo. Penso en piedras de granizo, blancas como esas unas y duras como ese cuerpo imaginado y sentido encima suyo. Sintio un vacio helado en la vagina pero no era el deseo de que la penetrara: era un vacio satisfecho, puro placer. Arriba, el se curvaba sintiendo o fingiendo un placer identico. Queria mirarlo y a la vez cerrar los ojos y verlo con los ojos cerrados. En ese momento se silenciaron los acondicionadores de aire y se apagaron las luces del velador y la del bano, que desde hacia un rato venia supliendo a las de las ventanas oscurecidas por la tormenta. Ahora va a empezar el calor, penso y tuvo ganas de gritarle 'puto' o 'hijo de puta' pero se le ocurrio que si empezaba a decirle todo lo que se cruzara por la cabeza se le repetiria el ataque de llanto. Esta vez no queria llorar, aunque no le importara dar impresion de ser una boluda.
Se habia dormido pensando en esas manos pero talladas en hielo. Puede ser un estupido, pero tenia razon acerca de esa nube que le habia parecido un dedo. El decia haberle visto un halo de colores y que eso indicaba que pronto vendria la tormenta. Ahora estaba lloviendo. Nunca habia oido llover tan fuerte y hacia casi un ano que no habia vuelto a llorar. Aquella vez habia sido un cinco de abril: el dia del cumpleanos de su amiga. Le habia telefoneado para saludarla. La gente llama a eso 'felicitar' porque saluda diciendo 'feliz cumpleanos'. Pero 'felicitar' no es eso. Se felicita cuando alguien consiguio algo que lo hizo feliz, no para desear que alguien se vuelva feliz solo porque que una lo este saludando. Felicitar suena a 'incitar'. La cara de este tipo incita. La nariz y las manos incitan. Lo que hace feliz a quien recibe un llamado de cumpleanos es confirmar que lo recordaron, o que recordaron su fecha. Pero aquella vez no habia llorado por el cumpleanos ni por la felicidad de su amiga, sino porque le conto que cumplia veintiseis y que acababa de darse cuenta de que estaba enamorada de un senor italiano que conocio en Cancun, en Mexico. Habia oido la frase 'un senor italiano', y eso, inexplicablemente, la hizo llorar. Y si casi entre suenos pensara que esa tarde un senor argentino la habia hecho feliz, le volverian las ganas de llorar y lloraria y entonces ya no podria dormirse. Las manos del tipo son de un hielo recalentado por el sol, que, entre las nubes, arde todo pero no se funde. Las unas son de cristal blanco. No puede ser electricista: tiene las unas como limadas con mucha dedicacion y las yemas de los dedos parecen pulidas con piedra pomez. Si no fuese por tanta fuerza y tanta dureza en la piel y los musculos, serian manos de guitarrista, o de pianista o violinista. Pero con tanta fuerza no. ?Habra un instrumento que requiera el mismo cuidado y tanta prolijidad en las manos que al mismo tiempo necesite toda esa fuerza? La fuerza es una espuma blanca de hielo que corre por el cuerpo de un gigante transparente que es el y se derrama en la piscina cambiando el color y la temperatura del agua: la enfria hasta que por donde circula la corriente todo hierve como hielo seco. Ahora se siente mas el calor y el ruido del granizo o de las gotas contra las ventanas es igual a la vibracion del hidro de la pileta, en la terraza, arriba. El cielo oscuro, cargado de nubes color azul noche de terciopelo con manchas blancas deja pasar igual todo el ardor del sol. Y a el ahora no se le siente olor a agua clorada de la pileta. Huele a hombre, a remera de tenis sudada y a mezcla de hombre y mujer. La amiga, como vuelve a cumplir anos, puede entrar al apart en ropa de cama y sin invitacion. Camina en puntas de pie, viene de hacer el amor con un senor italiano y se detiene en el borde de la cama a mirarlos dormir mientras mueve las manos como para hipnotizarlos. Hace pases con las palmas y por eso ellos deben respirar al ritmo que ella va ordenando. Pasa la manos cerca de su espalda y le enfrenta las palmas blanquisimas contra la cara. Las manos son dos espejos hechos de palmas y dedos. Respira su olor. Las manos de la amiga emiten un olor fuertisimo a concha. Y el olor se mezcla con los olores a cable y a hombre de este electricista y la fusion de olores termina produciendo olor a lagrimas. Siente la piel y el hueso del hombro de el, del hombro del hombre, contra su cara y olor a hombre y concha alrededor de la cara y de la nariz. Ahora ya puede empezar a sonar que el le pellizca las tetas con los palitos del arroz y las va transformando en botones de ropa, pero luminosos. Por eso adentro se le forman cables, justo alli, en el fondo de la vagina arden los cables, como si el electricista le hubiese eyaculado acido de baterias de radio. Transpira acidos de baterias de radio por la axila, pero llueve menos y ya termino el viento que irradiaban las manos del tipo de carne dura y hielo.
La Historia tambien duerme. A diferencia de cualquier personaje, sobre el ensueno y los suenos de la Historia es imposible fabular. Los suenos y los ensuenos repiten, alterandolos caprichosamente, los acontecimientos vividos y los deseados: retroceden o se anticipan en el tiempo. La Historia no: puro tiempo que se precipita sobre el espacio de las personas, no puede adelantarse ni retrasarse ni comportarse como si fuese una persona que juega o que se representa que hace algo. Como quien apuesta a suicidarse cargando una bala al azar en alguno de los seis alveolos del tambor de un viejo Smith amp; Wesson, la Historia, si juega, juega con absoluta seriedad. Los juegos de la Historia no son juegos, aunque siempre se los pueda entender como jugadas hechas con los juegos y los entrejuegos de las personas. Uno -un varon-, dijo que todas las mujeres infieles eran el mismo. 'Son yo', decia. No es que jugara a identificarse con sus personajes, ni que juzgara a imagen y semejanza de si mismo a su personaje femenino que era casi un insecto, quizas bella, pero no muy distinta a cualquier previsible juguete de su especie. Asi la creo y la creyo el, que mientras tanto se creeria una suerte de culminacion del desarrollo del espiritu humano, no un bicho mas. Esa mujer era el -soy yo-, porque, igual que nosotros, cedia fantasiosamente al juego de un relato social. Estan los cuerpos, el agua fria de la piscina, el calor de un mediodia de verano, las nubes como brotando del pasado para convertirse en un futuro de tormenta, los insectos que se entregan vitalmente al capricho del viento y van con el o ceden a la fuerza electromagnetica de la tension superficial del agua hasta parecer muertos, y estan los humanos que adoptan apariencias de atletas, electricistas o poetas divagantes a la espera de alguien que pueda hacer un relato a la altura de su necesidad con ellos y con la imagen de sus manos acicaladas y cultivadas por la pasion de gustar. De modo que seria tan facil atribuir ese encuentro de pareja a la frivolidad de la mujer infiel, como a un supuesto llamado de la especie, a lo que suele llamarse 'cuestiones de piel' o al hedonismo que proclama la legitimidad del placer, ocultando que solo es un aspecto del sufrimiento sabiamente administrado por la ciudad capitalista. Pero nada de esto importa a la Historia, pese a que se compone de este tipo justo de acontecimientos. La Historia es como aquel viento integrado por infinitas particulas de atmosfera que va arrastrando y al mismo tiempo lo generan. La Historia arrastra infinitas historias microscopicas sin atender a nada y sin pretender nada de sus desenlaces. A su manera acontece la Historia. Pero no es un relato y a pesar de tanto esfuerzo humano, sigue ahi, imponiendose sin contar nada y sin contar con nada. Y sin fabula ni moraleja alguna, salvo ese 'nada que decir' que su silencio siempre esta proclamando.
Antes de quedar dormida ella recordo que la frase 'senor italiano' la habia llevado a imaginar a un hombre mayor, con grandes bigotes blancos, vestido con un traje a rayas de Giorgio Armani. Llamar senor a un tipo con quien tuviesen una aventura, no era la manera de hablar entre ellas. Que dijese estar enamorada de un senor le hacia pensar en su amiga posando para una postal del tiempo de los abuelos. Y pensar esto que nadie tomaria como un motivo para llorar, lo convertia, por eso mismo, en un motivo para llorar. Sonaba que unos hombres de traje amarillo entraban al departamento y los obligaban a vestirse. Su companero protestaba, diciendo a que a