parecer, no sabia que ella nadaba bien, mucho mejor que las primas. Desde el agua, le pregunto al tipo como sabia su nombre y el dijo que sabia todos los nombres de las personas y de las cosas.
Estaba medio loco, penso, y volvio a pensarlo mientras nadaba mariposa y siguio pensandolo hasta que el tipo se acerco a la pileta como para seguir la conversacion. Le pregunto si recien se enteraba de que el sabia todo.
Eso le recordo la lata de Coca llena de ceniza y restos de su Marlboro, y, sin secarse, corrio a la casa dejando un reguero de charquitos entre la antecocina y la escalera de los dormitorios y entro al cuarto donde las otras dos seguian durmiendo, levanto todas las latas de Coca y Seven y la llevo al cubo de basura de la cocina, ocultandolas debajo de unas bolsas del supermercado y montones de cascaras de anana.
Cuando volvio a la pileta su tia andaba por los rosales, y, desde lejos, le daba instrucciones al jardinero. Gritaba que habia sacado un cordero del freezer y que queria tener el asado listo para la una del mediodia. Despues siguio hablandole a los gritos. Fue alrededor de los dias de Navidad: la tia tambien se habea zambullido, pero habia traido una bandeja con cafeteras y platos y casi ni nado: se dejo ir bajo el agua por el impulso de la zambullida, emergio, dio una brazada, salio por la parte baja de la pileta y fue a sentarse en la mesa a tomar su cafe, comiendo pan dulce, hojeando la revista de Clarin y haciendo llamados con su telefono celular.
?O los llamados con el celular, junto a la pileta y comiendo habian sucedido otra manana? La nena no lo podia recordar despues de un ano. En cambio recordaba el fin de semana anterior y un viaje en auto a San Isidro, durante el cual la tia se la paso haciendo otra serie de llamados.
Se le habia muerto el administrador de la chacra y ella avisaba todo el mundo y protestaba. Seguro que les iban a faltar papeles y ahora se daba cuenta de que el tipo era un idiota. La nena la escuchaba quejarse. Habia pedido hablar con el contador y volvia a quejarse: el tipo era un idiota y recien ahora se daban cuenta cuando ya estaba muerto. Este verano no irian a la chacra, decia.
Mejor, pensaba la nena, porque la chacra era aburrida y no recibia television por cable ni por satelites. En el viaje de vuelta desde San Isidro trataba de imaginarse a un idiota muerto. Un idiota muerto debia ser alguien como el jardinero que adivinaba los nombres de todas las cosas: flaco, viejo, alto, medio encorvado como el, y todo igual a el, pero con el cuello hinchado, como los chicos enfermos de bocio que habian visto en el norte.
La noche de los agujeritos la nena estaba segura de que contador y administrador eran cosas parecidas y mucho menos importantes que escribano, senador y juez. Seguia el mareo, aunque habia pasado un buen rato y estaba desnuda sobre su cama. Tuvo curiosidad y se levanto para espiar otra vez el apart. ?Que estaria sucediendo en la terraza? Le costaba moverse: se fue apoyando en los muebles y finalmente hizo un rodeo y pudo llegar apoyandose contra la pared. En el camino estaba segura de que alrededor de la pileta habria murcielagos, que, atraidos por las nubes de bichos y cotorritas estarian dandose un festin. Imaginaba que sentadas en el borde, con los pies en el agua, habria un grupo de nenas fumando y hasta podia haber un jardinero idiota ahogado en el fondo del agua.
Pero no vio murcielagos. En cambio, el viento seguia dispersando las nubes de insectos que le parecieron mas chicas y que tardaban mas en reorganizarse. Ahora que habian apagado casi todas las luces del edificio, la pileta iluminada estaba como flotando en el aire a la altura del piso veinte.
Queria calcular la altura: todos decian que el apart tenia veinte pisos y no terminaba de entender por que, estando su casa en un piso dieciseis, un piso veinte quedara mas abajo.
Tampoco habia nenas que fumaran sentadas en el borde de la pileta, y el fondo estaba limpio y brillante con sus seis reflectores en fila. Por ahi andaba un hombre: no debia ser un administrador ni un jardinero porque tenia un saco blanco de mozo y llevaba una cana larga que terminaba en una paleta de malla de red para limpiar el agua. No alcanzaba a verle la cara y dio varias vueltas alrededor de la pileta y cuando desaparecio de la luz a ella le volvio el mareo y, sin recordar que debia vestirse, volvio a acostarse y se quedo dormida.
Se vistio por la manana, poco despues de despertar. Todos dormian en su casa. El padre y la madre habian dejado encendido el televisor del dormitorio: transmitia una pelicula sobre autos, pero sin sonido. Alrededor de la cama, en la butaca, en el puf y en el piso, habia montones de ropa desordenada como si en el curso de la noche hubieran salido a la calle varias veces. En la mesa de noche el velador del viejo seguia encendido, y bajo la luz amarillenta que se reflejaba en el poliestireno pegado en la ventana, habia un libro con tapas de cuero negro.
La nena se habia preparado un Nesquick y estaba decidida a beberlo espiando por el agujerito de la ventana del salon. Aquel domingo harian la fiesta de apertura del apart. Cuando miro, ya estaba armada la glorieta de guirnaldas de enredaderas y flores.
?Como habrian hecho tan rapido? De la noche a la manana toda la terraza se habia convertido en un jardin. En algunos lugares donde la trama de guirnaldas era menos tupida, la glorieta dejaba ver partes de las mesas que rodeaban la piscina. Habia jarros, copas y platos con comida de colores. Tratando de fijar la vista para determinar si eran frutas, postres o golosinas, recordo que en su ventana habia hecho dos agujeros mucho m s comodos para espiar y partio a su cuarto llevandose la taza de Nesquick.
Al entrar la sorprendio un olor desagradable. No era humo, pero emanaba de la colilla del Marlboro flotante en los restos del Nesquick de la noche. Tendria que decirle a su padre que dejara de fumar: ese domingo el cigarrillo le resultaba una de las cosas mas repugnantes del mundo.
Abajo, en el apart, nadie fumaba. El hombre de saco blanco, u otro hombre vestido como aquel, volvia a pasar su paleta por la superficie del agua. Despues la levantaba con destreza, la desplazaba hacia un costado, y la hacia girar para volcar algunas hojitas de las guirnaldas que habrian caido al instalarla. Habia mas hombres de saco blanco por los alrededores: iban y venian corrigiendo el arreglo de la mesa.
Cuando aparecio el gordo de bermuda verde y zapatillas Nike, empezaba a subir una musica suave, como para bailar con vestidos largos. Sobre ella, una voz de hombre repitio durante un rato la palabra 'probando'.
La musica no molestaba. La voz del hombre si: salia de un parlante y debio haber despertado a la mucama que ya estaba haciendo ruidos en la cocina. Despues cuando el amplificador silbo y empezo a emitir un zumbido de acople mientras la voz repetia 'probando' pero mucho mas fuerte, desde algun edificio partio una voz de mujer gritando 'la puta madre que los remil pario'.
Seguramente seria una vecina que habian despertado con los ruidos. La nena sabia que el oscurecimiento de las ventanas duraria hasta el lunes, pero, igual, en ese momento imaginaba que pasaria todo el verano espiando el apart desde sus dos agujeritos y divirtiendose con las puteadas del vecindario. El gordo de bermudas iba de un lado a otro mirando hacia los edificios: parecia preocupado. No llevaba revolver, pero de su cinturon colgaban un telefono celular, a la derecha, y una caja negra que debia ser un equipo de radio, a la izquierda. En cambio los de uniforme azul andaban siempre con revolveres o pistolas. Hacia mas de un mes los venia viendo rondar la zona y abrir y cerrar las puertas de la planta baja del apart. Uno de ellos trabajaba con el teclado frente a un monitor gigante de computadora. Escribia y vigilaba unas lucecitas que subian y bajaban por la pantalla y debian ser datos del movimiento de los ascensores. Los del omnibus del colegio, que siempre estacionaban por alli, decian con asombro que aquel era un hotel integramente computarizado.