muy antiguo, que cuidara de nosotras y condenara a ese mal nacido. Asi que no tengas miedo, porque iremos protegidas por la magia.

Eso dijo la enana y no me dejo muy convencida, porque el miedo que le tenia al Portugues era, por entonces, mas grande que mi fe. Pero, mientras preparaba con cuidado nuestra escapada (nadie debia enterarse), Airelai empezo a explicarme las distintas clases de embrujos existentes; y asi, me hablo de los embrujos primeros, que jamas fallaban y cuya eficacia habia sido fehacientemente comprobada desde hacia muchos siglos, pero de los que ningun mago debia abusar, porque eran tan poderosos que chupaban una pizca de la sustancia vital del usuario. Luego estaban los embrujos segundos, y terceros, y cuartos, e incluso los embrujillos sin numerar, popularmente conocidos como besos de mago, que eran hechicerias de poca monta que a menudo fallaban pero que tenian la ventaja de no dejar huella ni en la conciencia ni en la memoria del hechicero.

– Para que me comprendas: un brujo que durante toda su vida solo hubiera hecho embrujillos, seria inocente como un nino -me explicaba la enana-. Pero, claro, no hay brujos asi.

Yo la escuchaba absorta y cada vez me iba persuadiendo mas de su poder. Y cuando me dijo que para nuestro temible viaje a las Casas Chicas iba a utilizar un embrujo primero, perdi el miedo y las dudas que tenia; y me quede convencida de que nuestra incursion tenia como objeto hechizar al maldito Portugues y hacerle picadillo, acabando asi de una vez por todas con la guerra.

Un par de dias despues Airelai decidio que esa misma noche iriamos al confin del Sur. Tras la cena, la enana preparo una rica infusion de hierbas que todos tomaron apreciativamente menos ella y yo; y al poco rato Chico, Amanda y dona Barbara andaban bostezando por la casa y deseando meterse en la cama, porque la infusion tenia valeriana y otras hierbas y raices secretas que Airelai habia echado y que procuraban un dormir dulce y tranquilo. Asi que yo fingi acostarme como los demas y la enana se puso a arreglarse como hacia cada noche, antes de marcharse a donde quiera que fuese por las noches. Pero al rato todos estaban resoplando y yo me pude levantar sin ningun problema.

Me encontre a Airelai en su cuarto, sentada sobre un baul, escribiendo el conjuro en un pedazo de papel. Era un papel muy bueno, grueso, algo amarillento, y estaba primorosamente recortado con la forma de una estrella de cinco puntas. En el corazon de la estrella, la enana escribio las siguientes palabras:

A I R E L A I T E E S P E R A Luego doblo el papel y se lo metio en el bolsillo del minusculo pantalon negro y estrecho que llevaba.

– Ya esta. Ya no puede sucedernos nada.

– ?Por que se puede leer en todas las direcciones? ?Y por que no se entienden mas que dos palabras? - pregunte, excitada.

– En realidad no entiendes ni esas dos palabras, bobita: no son lo que tu crees, porque el hechizo esta en latin, que es una de las lenguas nobles para la magia. Las otras dos son el arabe y el hebreo. Pero no quieras saber tanto: es peligroso. Basta con que conozcas que es un embrujo muy bueno, de primera. Estamos bien seguras.

Convencida de ello, salimos a la calle y conduje a Airelai sin titubeos por el Barrio tenebroso. La enana iba toda vestida de negro y yo, que no disponia de ropa de ese color llevaba unos vaqueros y una camiseta de color azul marino. Me sentia protegida por el hechizo y por las sombras de la noche; caminabamos por las calles oscuras sin hacer ruido, como dos jirones de bruma y de tinieblas. Las pocas personas que encontramos ni siquiera parecieron vernos. La magia funcionaba.

Pronto llegamos a la altura de la calle Violeta, que ahora en la noche si era violeta y refulgia con una luz helada y fantasmal. Me detuve en la esquina, sin entrar: las aceras estaban llenas de hombres.

– ?Que haces? Venga, sigue hacia delante -gruno la enana.

– Si cruzaramos por aqui acortariamos muchisimo. -No se puede entrar en esta calle por las noches, ?es que aun no te lo has aprendido?

– ?Por que no se puede? ?Por que tiene esa luz? -Tu quieres saber mucho -se burlo la enana-. Tu quieres saberlo todo y eso es imposible. Para sobrevivir, siempre es necesario guardar algun secreto. Mantener una parte oculta, que es justamente lo que en verdad eres. Porque nuestra apariencia exterior responde a lo que los demas conocen de nosotros, pero en realidad somos lo que los otros no saben que somos. Y asi, yo soy, sobre todo, lo que tu no sabes de mi, del mismo modo que Jack El Destripador era, sobre todo, Jack El Destripador, aunque en el mundo fuera, segun dicen, un familiar de la Reina de Inglaterra.

Me quede rumiando, impresionada, las palabras de Airelai, porque temi que todas las personas ocultaran a un destripador dentro de si. Pensando en todo esto se me fueron los minutos sin sentir y cuando quise darme cuenta nos encontrabamos en el extremo del Barrio, junto a los arenales y los basureros. Por aqui ya no habia farolas, de modo que la enana saco una pequena linterna. En la noche, las colinas de escombros y desechos parecian mas grandes y el olor a podrido, mas intenso. Todo lo que iluminaba la linterna era desagradable y sucio: neumaticos rotos, latas pringosas, sustancias malolientes e indecibles. El mundo se habia convertido en una pesadilla de basura y detrito y nosotras andabamos perdidas dentro de ese mal sueno. Pero el hechizo nos daba fuerzas para seguir andando.

Alcanzamos por fin el repecho, apagamos la linterna nos paramos a mirar a nuestros pies las Casas Chicas. El campamento de chabolas parecia dormir pero habia unas cuantas luces, ninguna muy brillante; fijandote bien, se veian deambular algunas sombras. A medida que nuestros ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad, pudimos ver que casi todas las personas se dirigian a la misma zona del poblado o venian de ella. Muchos iban solos y otros de dos en dos, pero no parecia que se hablaran; salian como espectros de entre los desmontes de basuras, pasaban ante nosotras sin mirarnos, bajaban el terraplen a trompicones y se dirigian hacia esa zona concreta del poblado que parecia concitar tanto interes. Al poco rato se les veia salir casi corriendo; algunos subian de nuevo el repecho y se perdian en la noche, pero otros se dejaban caer al suelo en cuanto traspasaban la ultima linea de chabolas y alli, junto a una pileta rota con un grifo, manipulaban algo con la cabeza baja durante un largo rato. Una mujer se asomo a la ventana de la vivienda mas cercana; grito un insulto, amenazo con el puno a las sombras cabecigachas de la pileta, les arrojo, uno detras de otro, dos objetos contundentes, no se si dos piedras o dos latas. Pero los tipos siguieron acurrucados y a lo suyo. Los juramentos de la mujer restallaron en la noche caliente y despues se cerro el ventanuco de un golpe. Cayeron de nuevo sobre nosotras la oscuridad y el silencio.

– Ya veo -dijo la enana-. ?Cual es la casa del Portugues?

– Esta por alli. Tendriamos que bajar.

– Pues bajemos.

– ?Como?

– Pues con mucha naturalidad. Como veras, hay bastante gente -contesto Airelai.

Y se puso en pie y empezo a descender por el terraplen. Me apresure a seguirla, porque me espantaba quedarme sola y lejos del hechizo que Airelai llevaba en el bolsillo. Cruzamos a pocos metros de la pileta y nadie nos miro; entramos en el poblado y un viejo de pelo blanco y baston de madera escupio despectivamente a nuestros pies.

– Y ahora tambien enanos -gruno. Airelai no se inmuto, asi que yo tampoco. Estaba io6 intentando recordar el lugar exacto de la casa del Portugues. No era facil, porque todas las chabolas parecian iguales. Empece a sospechar que no iba a poder reconocer el sitio.

– Sigamos a ese -musito Airelai. Se referia a un tipo que habia bajado el repecho poco antes que nosotras. Nos pusimos detras y avanzamos por el poblado oscuro. No habia luces, pero habia ojos; y esos ojos nos miraban, brillando en las tinieblas, desde las puertas abiertas de las chabolas: hacia demasiado calor para cerrar las casas. Estuve esperando todo el tiempo que alguien nos gritara por intrusas, que alguien nos detuviera, que alguien nos echara, que esos ojos salieran y nos fulminaran. Pero nadie se movia en la noche pegajosa y maloliente.

El hombre a quien seguiamos, delgado y con una camisa verde de manga larga, llego ante una puerta que si estaba cerrada. Llamo con tres golpes, susurro algo. Abrieron la hoja y sobre las sucias arenas del poblado cayo un cuchillo de luz. El hombre entro, la puerta se cerro a sus espaldas.

– ?Aquella es la casa del Portugues! -dije casi gritando, excitada por el descubrimiento.

– ?Estas segura? -?Si, si! Creo que la que ha abierto era su mujer. Volvio a franquearse la puerta y salio el tipo de la’ camisa verde; y esta vez pudimos ver al Portugues en mitad del umbral, bajo la luz.

– Vamos a quedarnos aqui un ratito -dijo la enana. Estabamos escondidas detras del esqueleto oxidado de

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