limpio, no me gusta.

La mire, completamente perdida y sin saber de que estaba hablando; y segui la linea de sus ojos y descubri, al otro lado de la plaza, al Portugues.

– ?El Portugues! -exclame sin poderlo evitar. Pero, ?como era posible? ?No habia dicho la enana que ya no deberia temerle?

Y, sin embargo, el hombre parecia encontrarse perfectamente. Estaba apoyado contra la pared con un vaso de plastico en la mano, y su actitud dominante y desdenosa era mas dominante y mas desdenosa que la de todos los chulos de todas las bandas de todas las zonas del Barrio que estaban aqui presentes

– Ese mismo -seguia diciendo Rita-. Menudo personaje. Parece mentira que haya tenido tratos con tu casa, estando tu abuela, que es toda una senora. Pero, claro, una tiene hijos y tiene hijos. No se puede arreglar lo de los hijos. Se te tuerce uno y es como cuando te toca la loteria, pero al reves. No puedes arreglarlo. Si juegas, no puedes impedir que te toque, y con los hijos siempre estas jugando. Tienes todas las papeletas para la desgracia.

Ademas de haber hecho una buena caja, Rita debia de llevar encima algunos tragos, porque estaba mas locuaz que de costumbre.

– En la tienda se ve mucho mundo. Los mostradores dan mucha cultura. Antes de esto yo trabajaba en un bar americano, asi que lo se bien. Llega la gente y te cuenta cosas. Lo ves todo, lo oyes todo, lo sabes todo. El mundo va pasando y tu estas quieta. Por eso puedes pensar y unir un pequeno detalle con el otro. Por ejemplo, ?tu sabes por que tiene la boca acuchillada ese Portugues? Pues porque largo. Porque es un chivato ademas de todo lo demas que tambien es. Dicen que conto lo que no tenia que contar y que le saltaron los dientes a martillazos y le cortaron el labio en rodajitas; y que por eso se escapo de su ciudad y se vino aqui. Muy bonito tu colgante. Parece la lagrima de un cocodrilo.

En ese momento se hizo un silencio especial en la explanada. Es decir seguia habiendo ruido, la algarabia de la musica, el chisporroteo de la fritanga, el llanto de algun nino; pero todos los presentes estaban aguantando la respiracion y la noche parecia haber cristalizado. Y todo este interes, esta conmocion y esta tension estaba provocada por Segundo. Por Segundo, que habia aparecido repentinamente en la plaza; y que ahora estaba parado en mitad de la explanada, contemplando lenta y friamente el panorama, mientras la gente se alejaba con disimulo de el y dejaba en torno suyo un circulo de soledad y de miedo.

Venia muy cargado Segundo: de resolucion, de furia helada, de triunfo. La violencia que emanaba de el llegaba a todos los rincones de la plaza en lentas ondas, envenenando el aire. Estaba bien plantado sobre sus piernas entreabiertas, un hombre grande y denso; y en la mejilla derecha lucia un tajo descomunal y todavia tierno, una raja tumefacta y rojiza que parecia abrir sobre su pomulo una boca monstruosa.

Todo sucedio entonces como si hubiera estado previsto y ensayado, sin otra sorpresa, por parte de nadie, que la relativa a la asombrosa llegada de Segundo, el cual no se movio del centro de la plaza y empezo a recorrer con su mirada todo el perimetro de la explanada; y cuando sus ojos cayeron sobre el Portugues, este palidecio, se chupo nerviosamente el labio roto y salio corriendo como un huron, haciendo eses, ocultandose entre la gente y con la tripa casi pegada al suelo. Los vecinos resoplaron admirativamente. Fin del primer acto.

Siguieron resbalando los frios ojos de Segundo por encima de las personas y de las cosas, y al fin se detuvieron con un breve chispazo en los bancos de la pared: en dona Barbara, que le miraba muy erguida con la misma mirada desafiante, como en un espejo; y en Amanda, exorbitada y temblorosa. A Chico no debio de verle, porque yo tampoco le distingui en un primer momento: el nino ya se habia camuflado, como un camaleon, con el color del muro.

Entonces Segundo se puso en movimiento y los presentimientos volvieron a aguantar la respiracion. Salvo el hombre en unas pocas y tranquilas zancadas la distancia que le separaba de los bancos, se inclino sobre Amanda, la cogio de una mano y tiro suavemente de ella. Amanda se dejo levantar como una pluma: contemplaba a su marido con unos ojos tan redondos que parecia una muneca, porque ni siquiera parpadeaba. Entonces Segundo la rodeo con sus brazos y la apreto contra el; y alzandola liviana, casi desfallecida, comenzo a bailar con ella la musica que salia de los altavoces.

Giraba y giraba Segundo con la mujer en brazos, alumbrado por la luz parpadeante de los farolillos, y ofrecia alternativamente la vision de su horrible mejilla desfigurada y la de su perfil intacto; un perfil que era el de siempre pero que de algun modo era nuevo, mas fuerte, mas oscuro, como poseedor de un secreto terrible, pero tambien mas atractivo, con la atraccion del fuego y los abismos. Y bailaba Segundo siendo al mismo tiempo repulsivo y hermoso, mientras Amanda le miraba no como quien reconoce, sino como quien recuerda, perdida quiza en la embriaguez de los giros, en el deleite de esos brazos poderosos, en la memoria de otros bailes y de otras noches de terciopelo como esta.

Soltaron el aliento los presentes, aliviados o quiza decepcionados al comprobar que nada sucedia. Y viendo las evoluciones de Segundo por la explanada, poco a poco tambien los vecinos comenzaron a emparejarse y a bailar como dicen que ocurre en los salones de los palacios de los cuentos, cuando el principe y la princesa abren el vals y despues todos los invitados les secundan, con pasos y giros cada vez mas vertiginosos y mas alegres. Del mismo modo el Barrio entero secundo el baile de Segundo con Amanda, y al poco rato toda la explanada estaba llena de parejas danzantes. Pero ellos fueron la pareja de honor aquella noche y tambien quienes bailaron, de entre todos, con mas ferocidad y mas delicadeza.

Aquella noche, despues de la verbena, regresamos a casa todos juntos, aplastados por un silencio envenenado y demasiado lleno de preguntas no dichas. Chico y yo corrimos a la cama nada mas llegar buscando el parapeto de las sabanas. Quise permanecer despierta y escuchar, por si pasaba algo; pero estaba tan cansada que me dormi. Poco despues me desperte gritando: Amanda me zarandeaba, desencajada, con el nino en los brazos.

– ?Corre! ?Corre! -me decia chillando, mientras Chico lloriqueaba medio dormido-. ?Sigueme y no te detengas a coger nada!

La segui aturdida por el sueno, sin saber aun que sucedia; pero salimos al pasillo y oli el humo, y luego vi las llamas lamer la puerta del cuarto del sofa. Me despeje de golpe y no me pare a mirar mas; salimos en tropel y en el vestibulo nos topamos con la abuela, que corria ayudada por la enana. Nos arrojamos escaleras abajo, entre un calor de infierno y una lluvia de ascuas diminutas; los escalones, de madera, echaban humo. Afortunadamente no era mas que un piso y pronto salimos a la calle; en la acera se habia congregado un buen numero de personas y delante de todas estaba Segundo. Amanda solo llevaba puesta una combinacion; la abuela, una bata; la enana, una camiseta; y yo, las bragas y mi bola de cristal con la cadena de plata. Pero Segundo estaba completamente vestido. Delante de nosotros, la pequena casa humeaba y crujia sonoramente, como si se doliera de las quemaduras. Entonces se escucho un estallido y una lengua de fuego aparecio subitamente por una ventana. Fue como la senal del comienzo de una carrera: de inmediato surgieron otras llamas en distintas esquinas y en minutos el edificio entero era una tea.

La abuela se echo llorar y esa debilidad tan inhabitual en ella me hizo intuir la dimension de la catastrofe.

– Mi ropa, mis cosas… -gimio dona Barbara. -Compraremos mas. Compraremos todo nuevo y mejor -rugio ferozmente Segundo sin dejar de mirar el incendio.

– Mis fotos…

– No necesitamos esas fotos viejas para nada.

Crepitaba la enorme hoguera delante de nosotros, atirantandonos las mejillas con su aliento abrasador y escupiendo a la noche un surtidor de chispas. Ninguno de los presentes podiamos apartar la vista del violento y luminoso fuego; y el mas absorto en el espectaculo era el propio Segundo, que, un paso mas delante que todos, parecia quererse beber esa atmosfera de infierno.

Restallaban las vigas y chillaban los ennegrecidos marcos de las ventanas, pero todo era inutil porque las llamas iban devorando la casa con rapidos mordiscos. Al rato llegaron los bomberos, cuando el edificio ya se habia rendido y no quedaba nada por salvar. junto a ellos vino un hombre de pelo canoso que se acerco a Segundo y se puso a contemplar el incendio junto a el.

– Que mala suerte tienes -dijo desganadamente al cabo de un rato-. Ya es el segundo fuego.

Segundo siguio mirando las llamas sin dar ninguna senal de haberle oido. El hombre se subio la cintura del pantalon. Tenia una pequena barriga, una camisa mas bien sucia, una chaqueta arrugada.

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