quedaron involuntariamente flojas. Se sentia como si estuviera fuera del cuerpo, como si se hubiera movido hacia no se sabia donde. Entonces se encendio una palida luz.
Dos hombres grandes, uno mas joven, otro mayor, vestidos con ropa terrestre, se movieron en las sombras, levemente difuminados. ?Escudos de escaneres, maldicion! Y muy, muy buenos para burlar al equipo dendarii. Miles vio las cajas que llevaban sujetas a la cintura: abultaban la decima parte de las ultimas que tenian los suyos. Unas baterias muy pequenas… de aspecto nuevo. La embajada de Barrayar iba a tener que poner al dia sus zonas aseguradas. Bizqueo durante un enloquecido instante al tratar de leer la marca del fabricante, hasta que vio al tercer hombre.
Oh, el tercero. «Ya esta —la mente de Miles giro, llena de panico—. Me he vuelto majareta.» El tercer hombre era el mismo.
El alter Miles, elegantemente ataviado con el uniforme verde barrayares, dio un paso adelante para mirarlo a la cara larga y extranamente, con ansiedad, mientras los otros dos hombres lo sujetaban. Empezo a vaciar el contenido de los bolsillos de Miles y a pasarselos a los suyos propios. Aturdidor, carnes de identidad, medio paquete de caramelitos de menta… Fruncio el ceno al ver los caramelitos, como si estuviera momentaneamente sorprendido, y luego se los guardo mientras se encogia de hombros. Senalo la cintura de Miles.
La daga del abuelo le habia sido legada explicitamente. La hoja de trescientos anos era aun flexible como la goma, afilada como el cristal. Su empunadura enjoyada ocultaba el sello Vorkosigan. Se la quitaron de detras de la chaqueta. El alter Miles se paso las correillas por encima del hombro y volvio a abrocharse la tunica. Por ultimo se quito de la cintura el escudo-escaner y se lo coloco rapidamente a Miles.
Los ojos del alter-Miles brillaron de jubiloso terror mientras se detenia a echarle una ultima ojeada. Miles habia visto aquella mirada una vez antes, en su propio rostro reflejado en la pared de espejo de una estacion de metro.
No.
La habia visto en la cara de este hombre reflejada en la pared de espejo de una estacion de metro.
Debia de hallarse a un palmo de distancia aquella noche, detras de Miles. Vestido con el uniforme equivocado. El verde, en un momento en que Miles llevaba el atuendo gris dendarii.
«Pero parece ser que esta vez han conseguido hacerlo bien…»
—Perfecto —gruno el alter Miles, liberado del silencio producido por el escudo-escaner—. Ni siquiera hemos tenido que aturdir a la mujer. No sospechara nada. Os dije que esto funcionaria.
Tomo aire, alzo la barbilla y le sonrio sardonicamente a Miles.
«Pequeno ordenanza afeminado —Miles rezumaba veneno—. Me las pagaras por esto.
»Bueno, siempre he sido mi peor enemigo.»
El intercambio solo habia durado segundos. Sacaron a Miles por la puerta situada en el fondo de la habitacion.
Revolviendose con heroicidad, consiguio golpearse la cabeza con el marco al pasar.
—?Que ha sido eso? —pregunto al instante la voz de Elli desde arriba.
—Yo —respondio enseguida el alter Miles—. He terminado de comprobarlo. No hay nadie aqui tampoco. Esto es una perdida de tiempo.
—?Eso crees? —Miles la oyo bajar las escaleras—. Podriamos esperar un poco.
El comunicador de muneca de Elli trino.
—?Elli? —dijo debilmente la voz de Ivan—. He captado un
El corazon de Miles se inundo de esperanza.
—Compruebalo otra vez —la voz del alter Miles sono fria.
—Ahora nada.
—Nada aqui tampoco. Me temo que algo los ha asustado y han abortado el contacto. Aparca por los alrededores y llevame de vuelta a la embajada, comandante Quinn.
—?Tan pronto? ?Estas seguro?
—Ahora si. Es una orden.
—Tu eres el jefe. Maldicion —se lamento Elli. Tenia la mirada puesta en esos cien mil dolares betanos.
Sus pasos resonaron al unisono en el pasillo y fueron acallados por la puerta al cerrarse. El zumbido de un vehiculo de tierra se perdio en la distancia. Oscuridad, silencio resaltado por la respiracion.
Pusieron a Miles otra vez en marcha: lo sacaron por una puerta trasera, lo condujeron por un estrecho callejon y lo arrojaron en el asiento trasero de un vehiculo. Lo enderezaron como a un maniqui entre ambos; un tercer secuestrador conducia. Los pensamientos de Miles giraban aturdidos al borde de la consciencia. Malditos escaneres… tecnologia de hacia cinco anos en la zona fronteriza, lo cual quiza significaba diez anos de retraso respecto a la terrestre… Ahora tendrian que apretarse el cinturon y renovar el sistema de escaneres de toda la Flota Dendarii… si vivia para ordenarlo. Escaneres, demonios. El fallo no estaba en los escaneres. ?No era al mitologico unicornio al que se cazaba con espejos, para fascinar a la presumida bestia mientras sus asesinos se preparaban para asestar el golpe? Debia haber alguna virgen cerca…
Era un barrio antiguo. La tortuosa ruta que el vehiculo de tierra seguia quiza fuese para confundirlo o simplemente para tomar el mejor atajo conocido. Al cabo de un cuarto de hora entraron en un aparcamiento subterraneo y se detuvieron. El aparcamiento era pequeno, privado evidentemente, con espacio para unos cuantos vehiculos.
Lo arrastraron hasta un tubo ascensor y subieron un piso hasta un pequeno salon. Uno de los tipos le quito a Miles las botas y el cinturon. El efecto del aturdidor empezaba a disiparse. Se notaba las piernas de goma, acuchilladas por agujas, pero al menos lo sostenian. Le soltaron las munecas; torpemente, trato de frotarse los doloridos brazos. Le quitaron la mordaza de la boca. Miles emitio un grunido sordo.
Abrieron una puerta ante el y lo arrojaron a una habitacion sin ventanas. La puerta se cerro con un chasquido parecido al de unas fauces. Miles se tambaleo pero permanecio de pie, las piernas un poco separadas, jadeando.
Un plafon fijo en el techo iluminaba una habitacion estrecha amueblada solamente con dos duros camastros junto a las paredes. A la izquierda, un marco al que habian quitado la puerta conducia a un diminuto lavabo sin ventanas.
Un hombre, vestido solamente con pantalones verdes, camisa crema y calcetines, yacia encogido en uno de los camastros, de cara a la pared. Entumecido, con torpeza, se dio la vuelta y se sento. Alzo una mano instintivamente para protegerse los enrojecidos ojos de alguna luz demasiado brillante; con la otra se agarro al camastro para no caer. Pelo oscuro revuelto, una barba de cuatro dias. Llevaba abierto el cuello de la camisa en forma de uve, que dejaba al descubierto una garganta extranamente vulnerable, en contraste con el habitual efecto de tortuga acorazada propio del cuello alto y cerrado de la tunica barrayaresa. Su cara estaba demacrada.
El impecable capitan Galeni. Mal momento para encontrarlo.
8
Galeni miro a Miles.
—Demonios del infierno —lo dijo sin entonacion.
—Eso mismo digo yo —respondio Miles.
Galeni se enderezo aun mas, los ojos entornandose de recelo.
—O… ?es usted?
—No lo se —Miles reflexiono—. ?A cual estabas esperando?
Fue dando trompicones hasta el camastro de enfrente antes de que las rodillas le cedieran y se sento, la espalda contra la pared, los pies sin llegar a tocar el suelo. Ambos guardaron silencio un momento, observando con detalle al otro.
—Careceria de sentido arrojarnos a los dos a la misma habitacion a menos que estuviera vigilada —dijo Miles por fin.
Como respuesta, Galeni senalo con el indice el plafon de la luz.