—…excepcionalmente regular… Observe la altura del quinto pico… Creo que deberia ser analizado… Resulta evidente que…
Y despues siguio un tedioso ajuste del sinapsificador que parecio durar mucho rato. Los cientificos hicieron girar los diales sin apartar la mirada de los ajustes micrometricos que iban llevando a cabo, y despues llegaron las lecturas. Los diversos electrometros fueron revisados una y otra vez, y en cada caso se hicieron los nuevos ajustes necesarios.
Shekt se volvio hacia Arbin y le sonrio.
—No tardaremos mucho en terminar —dijo.
Los aparatos fueron acercados al hombre dormido, moles enormes que hacian pensar en torpes monstruos hambrientos. Cuatro largos cables fueron conectados a los extremos de los miembros del sujeto, y una almohadilla mate de color negro hecha de lo que parecia ser una goma dura fue cuidadosamente ajustada debajo de su nuca, donde quedo asegurada por pinzas que se cerraban sobre los hombros. Finalmente, los gigantescos electrodos se separaron como dos mandibulas gigantescas y fueron bajando sobre la cabeza de piel palida y rasgos regordetes hasta que cada uno quedo apuntado a una sien.
Shekt mantenia la mirada. clavada en el cronometro y sostenia un interruptor en una mano. Movio el pulgar y no ocurrio nada visible, ni tan siquiera para los sentidos aguzados por el miedo del siempre vigilante Arbin. El pulgar de Shekt volvio a moverse despues de lo que podrian haber sido horas, pero que en realidad fueron menos de tres minutos. Su ayudante se apresuro a inclinarse sobre el dormido Schwartz y alzo la vista con expresion triunfal.
—Esta vivo.
Despues transcurrieron varias horas durante las que se tomo toda una biblioteca de anotaciones en medio de murmullos de excitacion casi salvaje. Por ultimo una aguja hipodermica fue introducida en la piel y el durmiente parpadeo. Shekt retrocedio. Estaba palido, pero parecia inmensamente feliz.
—Todo ha salido bien —dijo. Se froto la frente con el dorso de la mano y se volvio hacia Arbin—. Tendra que permanecer algunos dias con nosotros, senor.
—Pero… Pero…
Una expresion de alarma nublo los ojos del granjero.
—No, no, tiene que confiar en mi… Le aseguro que estara a salvo. Estoy dispuesto a garantizarselo con mi vida si hace falta, ? entiende? Deje que se quede aqui, y nadie vera a este hombre aparte de nosotros. Si se lo lleva quiza no sobreviva. ?Que ganaria usted con eso? Y si muriese quiza tendria que explicar a los Ancianos de donde habia salido ese cadaver, ?no?
Esas ultimas palabras fueron decisivas. Arbin trago saliva.
—?Pero como sabre cuando he de volver a buscarle? —pregunto—. ?No pienso decirle como me llamo!
Pero el granjero habia hablado en el tono vacilante de quien ya esta dispuesto a someterse.
—No le estoy pidiendo que lo haga —replico Shekt—. Venga aqui dentro de una semana a las diez de la noche. Yo le estare esperando junto a la puerta del garaje…, el mismo en el que guardamos su vehiculo. Vamos, hombre, tiene que creerme… Le aseguro que no hay nada que temer.
Arbin salio de Chica cuando ya habia anochecido. Habian pasado veinticuatro horas desde que aquel desconocido llamo a su puerta, y durante aquel periodo de tiempo Arbin habia conseguido duplicar sus delitos contra las Costumbres. ?Volveria a estar a salvo algun dia?
No consiguio reprimir el impulso de mirar por encima del hombro mientras las dos ruedas de su vehiculo se movian velozmente sobre la carretera desierta. ?Le estarian siguiendo? ?Habrian averiguado donde vivia? ?Y si tenian fotos o filmaciones de su rostro? ?Y si ya estaban llevando a cabo meticulosas comparaciones en los lejanos archivos que la Hermandad tenia en Washenn, donde estaban inscritos todos los terrestres vivos en la actualidad y donde constaban todos sus datos vitales para asegurar el cumplimiento de la Costumbre de los Sesenta?
Los Sesenta…, el numero de anos que acababa llegando a todos los terrestres. Arbin aun disponia de un cuarto de siglo antes de alcanzar esa edad, pero vivia cotidianamente bajo esa amenaza a causa de Grew, y ahora tambien por el desconocido.
?Y si no regresaba nunca a Chica?
?No! El y Loa no podrian seguir cumpliendo con la cuota de tres trabajadores durante mucho tiempo y en cuanto fallaran, su primer delito —el de ocultar a Grew—, seria descubierto enseguida. Asi era como las violaciones de las Costumbres se iban complicando poco a poco despues de haberse iniciado.
Arbin sabia que volveria, a pesar de los riesgos.
Ya habia pasado la medianoche cuando Shekt penso por primera vez en acostarse, y lo hizo unicamente porque Pola estaba muy preocupada e insistia en que descansara un rato; pero no consiguio conciliar el sueno. Su almohada parecia haberse convertido en un artilugio sutilmente disenado para producir la asfixia, y las sabanas eran una trampa en la que no paraba de retorcerse. Shekt acabo levantandose y se sento al lado de la ventana. La ciudad estaba a oscuras, pero sobre el horizonte y al otro lado del lago se veia el tenue rastro del resplandor azul de la muerte que habia asolado toda la Tierra exceptuando unas pocas zonas.
Todas las actividades de aquel dia agobiante que acababa de terminar desfilaron en un cortejo enloquecido por su mente. Despues de haber convencido al asustado granjero de que se marchara, el primer paso habia consistido en establecer contacto con la Casa del Estado. Ennius debia de haber estado esperando que Shekt le informase, porque le atendio personalmente. El Procurador seguia atrapado dentro de la pesada vestimenta impregnada de plomo.
—Ah, Shekt, buenas noches… ?Termino su experimento?
—Si, y falto muy poco para que tambien terminara con mi voluntario. Pobre hombre…
Ennius parecio luchar con las nauseas.
—Veo que acerte al decidir no quedarme —comento—. Siempre he opinado que en el fondo los cientificos no se diferencian mucho de los asesinos.
—Aun no esta muerto, Procurador, y quiza consigamos salvar su vida, pero…
Shekt se encogio de hombros.
—Si fuese usted, en el futuro me conformaria con las ratas, Shekt… Pero le noto cambiado, amigo mio. Al menos usted deberia de estar acostumbrado a esto aunque yo no lo este.
—Me hago viejo, Procurador —se limito a responder Shekt.
—Lo que en la Tierra resulta muy peligroso —fue la seca contestacion que obtuvo—. Vaya a acostarse, Shekt.
Pero Shekt seguia sentado junto a la ventana, contemplando la ciudad a oscuras de un mundo agonizante.
Las pruebas del sinapsificador se habian iniciado hacia dos anos, y Shekt llevaba dos anos siendo el esclavo de la Sociedad de Ancianos…, la Hermandad, como se llamaban ellos.
Tenia siete u ocho articulos que hubiesen podido ser publicados en la Revista de neurofisiologia siriana, y que quiza le habrian proporcionado la fama a escala galactica que tanto anhelaba; pero las hojas se iban poniendo amarillas poco a poco dentro de un cajon de su escritorio, y en cambio se habia visto obligado a publicar un articulo oscuro y deliberadamente enganoso en la revista Estudios fisicos. Era uno de los metodos tipicos de la Hermandad: para los Ancianos una verdad a medias siempre resultaba preferible a una mentira.
Y sin embargo, no cabia duda de que Ennius estaba haciendo investigaciones. ?Por que?
?Tendria relacion con otras cosas que habia averiguado? ?Seria que el Imperio sospechaba lo mismo que Shekt?
La Tierra se habia sublevado tres veces en dos siglos. El planeta se habia rebelado en tres ocasiones contra las guarniciones imperiales, alzandose en armas bajo el estandarte de la grandeza que afirmaba habia sido suya en el pasado. Las tres rebeliones habian fracasado, naturalmente, y de no ser por la naturaleza basicamente tolerante del Imperio y por el hecho de que los Consejos Galacticos contaban con una mayoria de estadistas sagaces, la Tierra ya hubiese sido cruentamente borrada de la lista de mundos habitados.
Pero ahora la situacion podria cambiar… ?O no? ?Hasta que punto podia confiar en las palabras incoherentes de un loco que agonizaba?
?De que servia todo aquello? Bien, el caso es que no se atrevia a hacer nada. Lo unico que podia hacer era esperar. Estaba envejeciendo, y como acababa de decir Ennius, en la Tierra eso era algo muy peligroso. Ya le