sin ningun peligro y si el sinapsificador fuese puesto al servicio de la Galaxia…, bueno, entonces quiza resultaria posible derogar algunas de las restricciones actuales que pesan sobre la emigracion de terrestres a otros planetas.

—?Como? —exclamo Shekt con ironia—. ?A pesar del riesgo que suponen las epidemias, de nuestras diferencias y de nuestra inhumanidad basica?

—Quiza incluso seria posible efectuar un traslado masivo de la poblacion terrestre a otro planeta —agrego Ennius sin inmutarse—. Piense en eso.

En ese momento se abrio la puerta y una joven paso por delante del gabinete repleto de microfilmes. Su presencia disipo la atmosfera enrarecida de aquel laboratorio que casi siempre estaba cerrado trayendo consigo automaticamente un impalpable soplo de la primavera. Cuando vio que Shekt estaba hablando con un desconocido, la joven se ruborizo y giro sobre si misma para marcharse.

—Entra, Pola —se apresuro a decir Shekt—. Creo que no conoce a mi hija Pola, Procurador. Pola, te presento al Senor Ennius, Procurador Imperial de la Tierra.

El Procurador se puso en pie moviendose con una desenvuelta galanteria que corto el atropellado intento de hacer una reverencia que habia iniciado la joven.

—Querida senorita Shekt, nunca crei que la Tierra fuese capaz de producir algo tan maravilloso como usted —dijo Ennius—. Cualquiera de los mundos que recuerdo haber visitado estaria orgulloso de contar con su presencia, y le aseguro que soy sincero.

Tomo la mano de Pola, que la joven se habia apresurado a extender con una cierta timidez en cuanto habia visto que el Procurador venia hacia ella. Por un momento Ennius parecio a punto de besarla con ese gesto cortes mas propio de la generacion pasada que de la actual, pero si esa fue su intencion no logro materializarla. La mano a medio levantar se escurrio de entre sus dedos…, quiza demasiado rapidamente.

—La amabilidad con que trata a una simple muchacha de la Tierra me abruma, Procurador Ennius —dijo Pola—. Es muy valeroso y galante por su parte arriesgarse de esta manera a un posible contagio, y…

Shekt carraspeo para aclararse la garganta y la interrumpio.

—Mi hija esta completando sus estudios en la Universidad de Chica, Procurador —dijo—. Ha venido a pasar dos semanas en mi laboratorio en calidad de tecnica para llevar a cabo unos cuantos trabajos practicos que se le exigen. Es una joven muy competente, y aunque hablo con el logico orgullo de padre, quiza algun dia ocupe mi lugar.

—Padre, tengo una informacion muy importante que darte —intervino Pola—. Es… —titubeo antes de seguir hablando.

—?Desea que me vaya? —pregunto amablemente Ennius.

—No, no —dijo Shekt—. ?De que se trata, Pola?

—Tenemos un voluntario, papa —dijo la muchacha.

—?Para el sinapsificador? —pregunto Shekt, mirandola con una fijeza casi estupida.

—Eso dice el.

—Bien, veo que le he traido buena suerte —comento Ennius.

—Asi parece —asintio Shekt volviendose hacia su hija—. Dile que espere. Llevale a la sala C, y me reunire con el lo mas deprisa posible. —Shekt se volvio hacia Ennius en cuanto Pola hubo salido de la habitacion—. ?Me disculpa, Procurador?

—Naturalmente. ?Cuanto dura el proceso?

—Me temo que algunas horas. ?Desea presenciar como se lleva a cabo?

—No se me ocurre ningun espectaculo mas macabro y al que este menos deseoso de asistir, mi estimado Shekt. Estare en la Casa del listado hasta manana. ?Me informara de los resultados?

—Si, desde luego —asintio Shekt, quien parecio un poco aliviado.

—Bien… Y piense en lo que le he dicho sobre el sinapsificadon. Es un nuevo camino real hacia el conocimiento.

Ennius se marcho sintiendose mas intranquilo que cuando habia llegado. No sabia mucho mas que antes, y sus temores habian aumentado.

5. EL VOLUNTARIO INVOLUNTARIO

En cuanto se hubo quedado a solas el doctor Shekt pulso un boton y un joven tecnico entro inmediatamente en la habitacion. Llevaba una bata blanca inmaculada, y su larga cabellera castana estaba meticulosamente peinada hacia atras.

—?Le ha informado Pola de…? —pregunto el doctor Shekt.

—Si, doctor Shekt. He estado observando a ese hombre por la pantalla, y no cabe duda de que es un voluntario. Estoy seguro de que no es un candidato enviado de la forma acostumbrada.

—?Cree que debo dirigirme al Consejo?

—No se que decirle… El Consejo no aprobaria ninguna comunicacion corriente. Ya sabe que cualquier haz energetico de comunicaciones puede ser interferido. ?Que le parece si nos libramos de el? —pregunto nerviosamente—. Puedo decirle que necesitamos hombres de menos de treinta anos… A juzgar por su aspecto, tiene al menos treinta y cinco anos de edad.

—No, no —respondio Shekt—. Sera mejor que le eche un vistazo.

Su mente se habia convertido en un torbellino. Hasta aquel momento todo habia sido manejado de la forma mas cautelosa e inteligente posible. Se habian dado las informaciones suficientes para demostrar una sinceridad totalmente falsa, y ni una brizna mas. Y de repente tenian un voluntario de carne y hueso…, e inmediatamente despues de la visita de Ennius. ?Habria alguna relacion? El mismo Shekt apenas tenia una vaga idea de las tremendas fuerzas nebulosas que estaban empezando a luchar sobre la maltrecha faz de la Tierra, pero a pesar de ello creia saber lo suficiente al respecto…, lo suficiente como para sentirse a merced de ellas e, indudablemente, mucho mas de lo que cualquier Anciano sospechaba que sabia.

Pero su vida corria un doble peligro. ?Que podia hacer?

Diez minutos mas tarde el doctor Shekt estaba contemplando con cara de preocupacion al curtido granjero que se hallaba delante de el con la gorra en la mano y la cabeza un poco ladeada, como si quisiera evitar que le observaran con excesivo detenimiento. Shekt calculo que tenia menos de cuarenta anos, pero la dura vida del campo no trataba con demasiados miramientos a los hombres. Las mejillas del granjero estaban un poco sonrojadas debajo de la correosa piel bronceada, y habia rastros evidentes de transpiracion sobre su frente y en sus sienes, a pesar de que la atmosfera de la habitacion era mas bien fresca. Sus manos estaban entrelazadas, y los dedos no paraban de retorcerse nerviosamente.

—Bien, mi querido senor, tengo entendido que se ha negado a decirnos como se llama —empezo Shekt con amabilidad.

Arbin siguio dando muestras de su testarudez.

—Me dijeron que si se presentaba un voluntario ustedes no harian preguntas.

—Ya… Bueno, ?hay algo que quiera decirme o prefiere ser sometido al tratamiento de inmediato?

—?Yo? ?Quiere decir ahora…, aqui? —pregunto Arbin, subitamente aterrorizado—. Pero el voluntario no soy yo. No he dicho nada que pudiese hacerles pensar que…

—?No? Entonces eso significa que el voluntario es otra persona, ?verdad?

—Claro. ?Para que iba a querer yo…?

—Comprendo, comprendo. ?Esa otra persona esta con usted? —pregunto el doctor Shekt.

—Bueno… En cierta forma si —respondio cautelosamente Arbin.

—Muy bien. Ahora digame lo que desee. Todo sera mantenido en el mas estricto secreto, y le ayudaremos en todo lo posible. ?Esta de acuerdo?

—Gracias —murmuro el granjero, e inclino la cabeza en una tosca senal de respeto—. Vera, senor, se trata de lo siguiente… Tenemos a un hombre en nuestra granja, ?sabe? Es un…, un pariente lejano. Nos ayuda a…

Arbin trago saliva con visible dificultad, y Shekt hizo un gesto de asentimiento.

—Tiene muy buena voluntad, y es un excelente trabajador —siguio diciendo Arbin—. Tuvimos un hijo, pero se nos murio; y mi mujer y yo…, bueno, vera, necesitamos esa ayuda y… Ella no se encuentra demasiado bien, y

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