escritorio tenso los labios, y su pie hizo bajar el pedal de senales que habia al lado de la silla.

Arbin luchaba desesperadamente por pasar inadvertido, y sabia que estaba fracasando. La muchacha le miraba fijamente, y Arbin penso que mil anos despues aun se acordaria de el. Sintio un deseo casi incontenible de echar a correr hacia su vehiculo y volver a la granja.

Una persona vestida con una bata blanca de laboratorio salio con paso apresurado de la otra habitacion, y la recepcionista alzo una mano.

—Un voluntario para el sinapsificador, senorita Shekt —dijo—. No ha querido decir como se llama.

Arbin levanto la mirada. La persona de la bata blanca era una mujer, y el que fuese bastante joven aumento la ya considerable confusion de Arbin.

—?Es usted la encargada de la maquina, senorita?

—No —respondio ella sonriendo con cordialidad, y Arbin sintio que se relajaba un poco—. Pero puedo llevarle hasta el encargado —anadio—. ?Es verdad que ha venido para ofrecerse como voluntario a ser tratado con el sinapsificador?

—Quiero ver al encargado —insistio tercamente Arbin.

—De acuerdo —dijo la joven.

La brusquedad de Arbin no parecio molestarla en lo mas minimo, y volvio a entrar en la habitacion de la que habia salido. Hubo una breve espera, y por fin un dedo le hizo senas de que Arbin siguio a la joven hasta una pequena antesala. El corazon le palpitaba con gran violencia.

—Si puede esperar, el doctor Shekt le atendera dentro de media hora —dijo la joven con afabilidad—. Ahora esta muy ocupado. Si desea algunos libros-pelicula y un visor para distraerse, me encargare de traerselos.

Pero Arbin meneo la cabeza. Las cuatro paredes de la pequena habitacion parecian estarse acercando para encerrarle en una trampa. ?Estaria atrapado? ?Y si los Ancianos estaban viniendo a por el en aquel mismo instante?

Fue la espera mas larga de toda la existencia de Arbin.

El Procurador Ennius no habia tenido ninguna de las dificultades experimentadas por Arbin a la hora de hablar con Shekt, aunque estaba casi tan nervioso como el. Era su cuarto ano en el cargo de Procurador Imperial, pero una visita a Chica seguia siendo un gran acontecimiento. Teoricamente ser el representante legal del lejano Emperador de la Galaxia colocaba a Ennius al mismo nivel que los Virreyes Imperiales que gobernaban inmensos sectores galacticos que extendian sus volumenes iridiscentes a traves de centenares de parsecs cubicos de espacio, pero su posicion real apenas estaba un poco por encima del exilio.

Estar atrapado en el vacio esteril del Himalaya y verse involucrado en las disputas igualmente esteriles de un pueblo que odiaba a Ennius y al Imperio que representaba hacia que incluso un viaje a Chica fuese un gran acontecimiento.

Ademas, sus escapadas eran breves. Tenian que serlo, pues en Chica era necesario usar continuamente ropas impregnadas de plomo incluso para dormir y, lo que resultaba todavia peor, era preciso tomar constantemente metabolina.

Ennius hablo con bastante amargura de todo aquello a Shekt.

—La metabolina quiza sea el simbolo mas exacto de todo lo que su planeta significa para mi, amigo mio — dijo el Procurador alzando la pildora rojiza delante de sus ojos—. Su funcion consiste en aumentar la velocidad de todos los procesos metabolicos mientras estoy sumergido en la nube radiactiva que me rodea, esa nube que usted ni tan siquiera percibe. —Ennius trago la pildora—.?Listo! Ahora mi corazon latira mas deprisa, mi respiracion ir ciara una carrera por voluntad propia y mi higado hervira en e, sintesis quimicas que, segun afirman los medicos, lo convierten el laboratorio mas importante de mi cuerpo; y a cambio de todo esto despues tendre que pagar un tributo en forma de jaqueca y cansancio.

El doctor Shekt le estaba escuchando con visible diversion. Shekt daba la impresion de ser miope, no porque usara gafa sufriera de alguna afeccion visual, sino simplemente porque su ti bajo le habia hecho adquirir la costumbre inconsciente de observar las cosas con fijeza y de sopesar meticulosamente todas las circunstancias antes de emitir una opinion. Era alto y bastante mayor y su delgada silueta siempre estaba un poco encorvada.

Pero poseia amplios conocimientos sobre la cultura galactica estaba relativamente libre de la expresion de hostilidad y desconfianza universal que hacian tan repulsivo al terrestre medio incluso a los ojos de un habitante del Imperio tan cosmopolita como Ennius.

—Estoy seguro de que en realidad no necesita la pildora para nada —comento Shekt—. La metabolina no es mas que otra de las supersticiones, Procurador, y usted lo sabe. Si yo sustituyese sus pildoras de metabolina por comprimidos de glucosa sin que enterase no se sentiria peor, y ademas esas jaquecas que le afligen despues de haber ingerido la metabolina son provocadas por usted mismo y tienen un origen totalmente psicosomatico.

—Dice eso porque vive en su propio ambiente, Shekt. ?Acaso niega que su metabolismo basal tiene un ritmo de actividad superior al mio?

—Pues claro que no lo niego, ?pero que importancia tiene es Ennius, se que en el Imperio hay una supersticion muy extendi, que afirma que los habitantes de la Tierra somos distintos de los otros seres humanos, pero no existe ninguna diferencia esencial ?O ha venido aqui en calidad de embajador de los antiterrestres?

—?Oh, por la vida del Emperador! —gruno Ennius—. Sus camaradas de la Tierra son los mejores misioneros de esa causa… Mientras sigan viviendo como lo han hecho hasta ahora y continuen encerrados en su planeta letal alimentandose con su odio, los terrestres solo seran una ulcera en el costado de la Galaxia. Si, Shekt, hablo en serio… ?Que otro planeta tiene tal cantidad de rituales presente en su vida diaria y los cumple con la furia masoquista con que lo hacen ustedes? No pasa un solo dia sin que reciba la visita de delegaciones de alguno de sus Consejos de Gobierno que vienen a pedir la pena de muerte para algun pobre desgraciado cuyo unico delito ha sido entrar en una Zona Vedada, tratar de escapar a la Costumbre de los Sesenta, o quiza simplemente comer una racion mayor que la asignada.

—Ah, pero usted siempre concede la pena de muerte, Procurador… Me parece que su disgusto idealista no es lo bastante fuerte como para impulsarle a rechazar la peticion.

—Las estrellas son testigos de que hago cuanto puedo para negar la condena que me piden. ?Pero que puedo hacer yo? El Emperador exige que todas las subdivisiones del Imperio conserven sus costumbres locales…, y es una medida muy acertada, porque quita toda posibilidad de obtener apoyo popular a los imbeciles que de ?o contrario provocarian una rebelion cada dia. Ademas, si me mantuviese inflexible cuando sus Consejos, Senados y Camaras exigen la pena de muerte, estallaria tal tempestad de protestas, gritos y denuncias contra el Imperio y todas sus dependencias administrativas que preferiria dormir veinte anos rodeado por una legion de demonios antes que enfrentarme a la Tierra en ese estado aunque solo fuera durante diez minutos.

Shekt suspiro y se aliso los escasos cabellos que le quedaban en el craneo.

—Suponiendo que se nos tenga en cuenta, para el resto de la Galaxia la Tierra no es mas que un guijarro en el cielo; pero para nosotros es la patria…, la unica patria que conocemos. Sin embargo, no somos distintos de ustedes, sino unicamente mas desgraciados. Estamos hacinados en un mundo casi muerto, envueltos por un muro de radiaciones que nos aprisiona, rodeados por una Galaxia inmensa que nos rechaza. ?Que podemos hacer para luchar contra el sentimiento de frustracion que nos consume? ?Estaria dispuesto a enviar al espacio nuestro exceso de poblacion, procurador Ennius?

—?Cree que me importaria hacerlo? —replico Ennius encogiendose de hombros—. Pero los habitantes de los otros mundos jamas lo aceptarian. No quieren ser victimas de las enfermedades terrestres.

—?Las enfermedades terrestres! —repitio Shekt con voz malhumorada—. Eso no es mas que una idea absurda que debe ser eliminada… Los terrestres no somos portadores de la muerte. Usted Vive entre nosotros, Procurador. ?Acaso ha muerto?

—Bueno, si quiere que le sea sincero debo decir que hago todo lo posible por evitar el contacto con los terrestres —respondio Ennius, y sonrio.

—Eso se debe a que incluso usted siente el temor fomentado por la propaganda, que despues de todo ha sido creada por la estupidez de sus fanaticos.

—Vamos, Shekt… ?Pretende decirme que la teoria de que los terrestres son radiactivos carece de todo fundamento teorico?

—Oh, pues claro que los terrestres son radiactivos. ?Como iban a poder evitarlo? Usted tambien lo es,

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