condescendencia tipico del militar que se encuentra ante un intelectual—, usted pretende hacernos creer que esos perros terrestres son los ultimos representantes de una raza antigua que en tiempos quiza fuese la antecesora de la humanidad.

—No me atrevo a afirmarlo de una manera tan terminante, coronel, pero creo que existen bastantes probabilidades de que asi fuese. Espero que dentro de un ano podre emitir un juicio definitivo al respecto.

—Bien, doctor, si demuestra la veracidad de su teoria, de lo que dudo mucho, quedare extraordinariamente sorprendido —observo el coronel—. Ya llevo cuatro anos destinado a la Tierra, y he ido acumulando cierta experiencia. Todos los terrestres son unos bribones despreciables en los que no se puede confiar para nada, y no hay ninguna excepcion. En el aspecto intelectual son claramente inferiores a nosotros. Les falta ese impulso que ha diseminado a la humanidad por toda la Galaxia… Son vagos, supersticiosos y avaros, y tienen el alma ruin y mezquina. Le desafio y desafio a quien sea a que me muestre un terrestre que pueda estar al nivel de un autentico ser humano en cualquier terreno…, de usted y de mi, por ejemplo. Solo entonces aceptare que esos terrestres pueden ser los ultimos representantes de una raza que quiza haya sido nuestra antecesora; pero hasta ese momento le ruego que me disculpe si le digo que su teoria me resulta totalmente inconcebible.

—Se suele decir que el unico terrestre bueno es el terrestre muerto —dijo de repente un hombre bastante corpulento sentado en un extremo de la mesa—, ?y aun asi apesta! —anadio, y celebro su chiste con estruendosas carcajadas.

Arvardan clavo la vista en el plato que tenia delante y lo contemplo frunciendo el ceno.

—No deseo discutir las posibles diferencias raciales —dijo sin levantar la mirada—, especialmente porque no tienen ninguna relacion con el problema real. Yo estoy hablando de los terrestres de la prehistoria. Los terrestres actuales han vivido aislados durante mucho tiempo, y han estado sometidos a la influencia de un entorno altamente inusual…, y aun asi debo decir que creo un error apresurarse a hablar de ellos de una forma tan despectiva. —Se volvio hacia Ennius—. Procurador Ennius, creo recordar que me hablo de un terrestre antes de la cena…

—?De veras? No me acuerdo.

—Un fisico. Shekt.

—Oh, si… Si, cierto.

—?Se referia por casualidad a Affret Shekt?

—Si. ?Habia oido hablar de el con anterioridad?

—Creo que si. Desde que usted me hablo de el me he pasado coda la cena pensando, y creo que por fin he conseguido recordar de quien se trata exactamente. ?No trabaja en el Instituto de Investigaciones Nucleares de…? Oh ?como demonios se llama ese lugar? —Arvardan se dio un par de palmadas en la frente—. ?De Chica, quiza?

—Exacto. Bien, ?que ocurre con Shekt?

—Oh, nada. Vera, en agosto la revista Estudios de fisica publico un articulo suyo… Me fije en el porque estaba recogiendo toda clase de material que tuviera relacion con la Tierra, y en las revistas de circulacion galactica aparecen muy pocos articulos escritos por terrestres… Bien, queria llegar a lo siguiente: ese hombre afirma haber creado un aparato, al que llama sinapsificador, que se supone mejora la capacidad de aprendizaje del sistema nervioso de los mamiferos.

—?De veras? —pregunto Ennius en un tono de voz excesivamente trio—. Nunca he oido hablar de ese aparato.

—Si lo desea le dare la referencia exacta… Es un articulo muy interesante, aunque naturalmente no pretendo haber entendido todos sus calculos matematicos. Lo que ha hecho Shekt es tratar con el sinapsificador a un animal nativo de la Tierra que creo se llama rata, y despues hizo que la rata «resolviera» un laberinto. Supongo que ya saben a que me refiero, ?no? «Resolver» un laberinto significa averiguar el trayecto correcto que lleva hasta una provision de alimentos. Utilizo ratas no tratadas como controles del experimento, y descubrio que las ratas sinapsificadas siempre resolvian el problema en menos de un tercio del tiempo que necesitaban las otras ratas. ?Comprende el significado de todo esto, coronel?

—No, doctor Arvardan, me temo que no —respondio con voz indiferente el militar que habia iniciado la discusion.

—Pues entonces se lo explicare: estoy convencido de que por muy terrestre que sea, un hombre de ciencia capaz de inventar semejante aparato es innegablemente mi igual intelectual, por lo menos…, y si me perdona la suposicion, tambien el suyo. Ademas…

—Disculpeme, doctor Arvardan, pero me gustaria volver al sinapsificador —le interrumpio Ennius—. ?Sabe si Shekt llego a probar su aparato con seres humanos?

—Dudo mucho que lo hiciera, Procurador Ennius —dijo Arvardan, y se rio—. Nueve de cada diez ratas sinapsificadas murieron durante el tratamiento. Shekt no se atrevera a emplear cobayas humanos hasta que no haya hecho mas progresos.

El Procurador Ennius se recosto contra el respaldo de la silla con el ceno ligeramente fruncido, y a partir de aquel momento no hablo ni comio durante el resto del banquete.

Y antes de que llegara la medianoche se separo en silencio de los comensales, y partio en su nave particular para hacer el trayecto de dos horas a Chica despues de haberse despedido laconicamente de su esposa. Seguia teniendo el ceno fruncido, y la preocupacion hacia que su corazon latiera mas deprisa de lo normal.

Esa fue la cadena de circunstancias que dio como resultado el que la misma tarde en la que Arbin Maren llego a Chica con Joseph Schwartz para que este fuese tratado con el sinapsificador, Shekt hubiera pasado mas de una hora encerrado en una habitacion nada menos que con el Procurador Imperial de la Tierra.

4. EL CAMINO REAL

Estar en Chica hacia que Arbin se sintiera muy nervioso. Tenia la impresion de hallarse rodeado. En algun lugar de Chica —una de las mayores ciudades de la Tierra, de la que se decia que contaba con una poblacion de cincuenta mil seres humanos— habia funcionarios del gran Imperio Galactico.

Arbin nunca habia visto a un habitante de la Galaxia, naturalmente, pero desde que estaba en Chica no paraba de volver el cuello de un lado a otro temiendo ver uno. Si le hubieran interrogado al respecto no habria podido explicar como pensaba diferenciar a un espacial de un terrestre, aun suponiendo que viera uno, pero Arbin tenia el vago presentimiento de que debia existir alguna diferencia facilmente reconocible.

Antes de entrar en el Instituto miro por encima de su hombro. Su vehiculo estaba aparcado en un area abierta, con un cupon dandole derecho a ocupar la plaza de estacionamiento durante seis horas. ?Y si esa extravagancia resultaba sospechosa? Todo le asustaba. El aire parecia estar lleno de ojos y oidos.

Esperaba que aquel hombre tan extrano se acordara de que debia mantenerse escondido en el fondo del compartimento trasero. Habia asentido enfaticamente, ?pero le habia entendido? Arbin se sintio subitamente encolerizado consigo mismo. ?Por que habia permitido que Grew le convenciera de hacer algo tan absurdo?

Y entonces la puerta se abrio delante de el, y una voz interrumpio el hilo de sus pensamientos.

—?Que desea? —pregunto la voz.

Parecia un poco impaciente. Quiza ya le habia hecho esa misma pregunta varias veces y Arbin no la habia oido.

—?Es aqui donde hay que ofrecerse para el sinapsificador? —pregunto con voz enronquecida, sintiendo que las palabras se le atascaban en la garganta como si fuesen particulas de polvo.

—Firme aqui —dijo la recepcionista mirandole fijamente.

Arbin cruzo las manos detras de la espalda.

—?A quien he de ver para lo del sinapsificador? —pregunto.

Grew le habia dicho como se llamaba el aparato, pero al salir de sus labios la palabra le sono extrana y ridicula, como si fuese un balbuceo carente de significado.

—Oiga, si no firma en el registro de visitantes no podre atenderle —dijo la recepcionista con voz firme y seca—. Lo exige el reglamento, ?entiende?

Arbin giro sobre si mismo sin abrir la boca y se dispuso a marcharse. La muchacha sentada detras del

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