faltaba muy poco para llegar a los sesenta, y habia muy pocas excepciones a la aplicacion implacable de las Costumbres.
Y Shekt queria vivir, aunque fuese en aquella miserable bola de barro calcinado que era la Tierra.
Volvio a acostarse, y antes de que acabara logrando conciliar el sueno se pregunto distraidamente si los Ancianos podian haber interferido su llamada a Ennius. En aquel momento no sabia que los Ancianos contaban con otras fuentes de informacion.
El joven tecnico que habia colaborado con Shekt tomo la decision cuando ya era de madrugada.
Admiraba al doctor Shekt, pero era consciente de que tratar en secreto con el sinapsificador a un voluntario no autorizado suponia violar la orden de la Hermandad; y la orden habia sido elevada al rango de Costumbre, por lo que la desobediencia equivalia a cometer un delito castigado con la pena de muerte.
Intento razonar el problema al que se enfrentaba. Despues de todo, ?quien era el hombre que habia sido tratado con el sinapsificador? La campana para solicitar voluntarios habia sido meticulosamente estudiada. Tenia por objeto dar la suficiente informacion sobre el sinapsificador para disipar las sospechas de los posibles espias imperiales, y el de hacerlo sin estimular ninguna afluencia real de voluntarios. La Sociedad de Ancianos enviaba a sus hombres para que fuesen sometidos al tratamiento, y bastaba con ellos.
?Y entonces quien habia enviado a aquel hombre? ?Habria sido la Sociedad de Ancianos para poner a prueba la lealtad de Shekt?
?O seria que Shekt era un traidor? Antes habia estado mucho rato encerrado en una habitacion hablando con alguien, una persona vestida con prendas muy voluminosas…, como las que usaban los espaciales por temor al envenenamiento radiactivo.
En cualquiera de los dos casos cabia la posibilidad de que Shekt cayese en desgracia, ?y por que tenia que sufrir el la misma suerte? El tecnico era joven, y aun le quedaban casi cuatro decadas de vida. ?Por que tenia que adelantar la llegada de los sesenta?
Ademas, aquello significaria un ascenso para el, y Shekt ya era bastante viejo. Era muy probable que fuese eliminado en el proximo Censo, asi que lo que hiciera el tecnico no le afectaria demasiado…, practicamente nada, de hecho.
El tecnico ya habia tomado una decision. Cogio el comunicador tecleo la combinacion que le pondria en contacto directo con los aposentos privados del Primer Ministro de toda la Tierra, el hombre situado por debajo del Emperador y el Procurador que tenia poder de vida y muerte sobre todos los terrestres.
La noche volvio a llegar antes de que las confusas impresiones encerradas en el cerebro de Schwartz empezaran a adquirir nitidez definiendose por entre la bruma rojiza del dolor. Recordo el viaje hasta aquellos edificios no muy altos situados en la orilla del lago, y la larga espera agazapado en la parte trasera del vehiculo.
Y despues… ?Que? Su mente forcejeo torpemente con los pensamientos. Si, habian ido a buscarle. Una habitacion llena de diales e instrumentos, y dos pildoras… Si, eso. Le habian dado las pildoras, y Schwartz las habia aceptado sin sentir ninguna inquietud. ?Que podia perder? De haberle envenenado le hubiesen estado haciendo un favor, ?no?
Y despues…, despues nada.
?No, un momento! Habia experimentado fugaces chispazos de consciencia… Personas inclinadas sobre el… De repente recordo el ir y venir de un estetoscopio que estaba muy frio desplazandose sobre su pecho. Una muchacha le habia dado de comer.
Se le paso por la cabeza la idea de que quiza hubiera sido sometido a una operacion. El terror hizo que echara las sabanas a un lado de un manotazo y se sentara en la cama.
La muchacha se coloco a su lado y le puso las manos sobre los hombros para empujarle nuevamente sobre las almohadas. Le hablo con dulzura, pero Schwartz no entendio ni una palabra. Forcejeo intentando resistirse a la presion de aquellos esbeltos brazos, pero fue inutil. Estaba muy debil.
Alzo las manos delante de su rostro. Parecian estar normales. Volvio las piernas, y oyo el ruido que hacian al rozar las sabanas. No podian estar amputadas.
Se volvio hacia la muchacha.
—?Me entiende? —pregunto sin hacerse muchas ilusiones sobre sus probabilidades de obtener una respuesta—. ?Sabe donde estoy?
Schwartz apenas pudo reconocer su propia voz.
La muchacha sonrio, y sus labios se movieron dejando escapar una rapida sucesion de sonidos altamente fluidos. Despues entro un hombre ya bastante mayor, el mismo que le habia dado las pildoras. El hombre y la muchacha conversaron entre ellos. Despues la muchacha se volvio hacia el, y se senalo los labios e hizo gestos que parecian una invitacion a hablar.
—?Como? —pregunto Schwartz.
La muchacha asintio ansiosamente con el rostro encendido por la satisfaccion. Su alegria era tan visible que Schwartz acabo sonriendo casi sin querer.
—?Quiere que hable? —pregunto.
El hombre se sento en el borde de la cama e indico por senas a Schwartz que abriese la boca.
—A-h-h-h-h —dijo.
Schwartz repitio el sonido mientras los dedos del hombre se movian dandole masaje en la nuez de Adan.
—?Que ocurre? —pregunto Schwartz con voz encolerizada cuando ceso la suave presion—. ?Le sorprende que sepa hablar? ?Que se cree que soy?
Los dias fueron pasando, y Schwartz aprendio algunas cosas. Aquel hombre era el doctor Shekt, el primer ser humano que habia conocido por su nombre desde que paso por encima de la muneca de trapo. La muchacha era su hija Pola. Schwartz descubrio que ya no necesitaba afeitarse. El vello de su cara nunca crecia, y eso le asusto. ?Habria crecido alguna vez?
Recupero las fuerzas bastante deprisa. Ya le dejaban vestirse y caminar por su cuenta, y habian empezado a alimentarle con algo mas consistente que aquella especie de gachas.
?Estaria afectado de amnesia? ?Le estaban sometiendo a tratamiento por eso? ?Seria posible que todo aquel mundo fuese normal y natural, en tanto que el mundo que Schwartz creia recordar solo era la fantasia creada por un cerebro amnesico?
Y nunca dejaban que saliera de la habitacion, ni tan siquiera para asomarse al pasillo. ?Estaria prisionero? ?Habia cometido algun delito?
No existe ningun hombre tan terriblemente perdido como el que se extravia en los inmensos y complejos laberintos de su propia mente, ese lugar al que nadie puede llegar y donde nadie puede salvarle. Nunca ha habido un hombre tan impotente como aquel que es incapaz de recordar.
Pola se divertia ensenandole palabras. Schwartz no se sorprendia lo mas minimo de la facilidad con que las aprendia y podia recordarlas. Sabia que en el pasado siempre habia tenido una memoria excelente, y por lo menos esa capacidad permanecia intacta. En solo dos dias Schwartz fue capaz de comprender frases sencillas, y en tres consiguio hacerse entender.
Pero al tercer dia se llevo una sorpresa. Shekt le enseno los numeros y le planteo unos cuantos problemas. Schwartz daba las respuestas, y Shekt consultaba un cronometro e iba tomando anotaciones con rapidos trazos de su pluma. De repente Shekt le explico el significado de la palabra «logaritmo», y despues le pregunto cual era el logaritmo de dos.
Schwartz escogio cuidadosamente sus palabras. Su vocabulario aun era bastante reducido, y tenia que ayudarse con gestos.
—No… poder… decir. Respuesta… no… numero.
Shekt asintio nerviosamente con la cabeza.
—No es un numero —dijo—. No es esto ni aquello…, es en parte esto, y en parte aquello.
Schwartz enseguida comprendio que Shekt habia confirmado su explicacion de que la respuesta no era un numero redondo, sino una fraccion.
—Cero coma tres cero uno cero tres…, y mas numeros —dijo por lo tanto.