—?Y usted no teme a la fiebre de radiacion?

—?Por que habria de temerla? Ese tipo no esta enfermo… Mirenle. ?Donde estan las llagas de su boca? No tiene el rostro congestionado, y sus ojos estan perfectamente. Conozco los sintomas de la fiebre de radiacion… Vamos, senorita, salgamos de aqui.

Pola volvia a estar muy asustada.

—No, no. No podemos. El…, el…

No consiguio articular otra palabra.

—Puedo hacer que salga de aqui —dijo Natter con voz insinuante—. Sin hacer preguntas, sin necesidad de ensenar una tarjeta de identificacion…

Pola dejo escapar una exclamacion de sorpresa.

—?Que le hace tan importante? —pregunto Arvardan con evidente disgusto.

Natter dejo escapar una risita enronquecida y se levanto la solapa para ensenarles el reverso.

—Soy mensajero de la Sociedad de Ancianos —dijo—. Nadie me hara ninguna pregunta.

—?Y que piensa ganar con esto?

—?Dinero! Usted tiene problemas, y yo puedo ayudarla. Muy justo, ?no le parece? Digamos que esto vale cien creditos… Cincuenta ahora y cincuenta mas en el momento de la entrega.

—Le entregara a los Ancianos —susurro Pola contemplandole con expresion horrorizada.

—?Para que iba a hacer eso? A ellos no les sirve de nada, y para mi vale cien creditos. Yo no esperaria a que lleguen los espaciales: son capaces de matar a este tipo antes de tomarse la molestia de averiguar si esta enfermo… Ya conocen a los espaciales, ?no? Les importa un bledo tener que matar a un terrestre…, incluso les gusta hacerlo.

—Llevese tambien a la senorita —dijo Arvardan.

Un brillo de astucia maliciosa ilumino los ojillos de Natter.

—?Oh, no! De eso nada, amigo. Siempre corro riesgos calculados, ?entiende? Puedo sacar a una persona de aqui, pero quiza no conseguiria sacar a dos…, y si saco a una sera a la de mas valor. ?No le parece muy razonable?

—?Que le pareceria que le alzase en vilo y le arrancase las piernas? —pregunto Arvardan—. ?Que ocurriria en ese caso?

Natter se encogio sobre si mismo, pero enseguida se recupero lo suficiente para soltar una risita ahogada.

—Que se estaria comportando como un idiota —dijo—. Acabaria arrestado, y ademas seria acusado de asesinato. Vamos, companero… Las manos quietas, ?eh?

—Por favor… —suplico Pola tirando del brazo de Arvardan—. Tenemos que correr ese riesgo. Deje que haga lo que ha prometido. Cum-cumplira su pa-palabra, ?verdad, senor Natter?

Natter apreto los labios.

—Su amigo me ha retorcido el brazo. No tenia ningun motivo para hacer eso, y no me gusta que intenten ponerse duros conmigo… Eso le costara otros cien creditos. Ahora el total asciende a doscientos.

—Mi padre le pagara…

—Cien por adelantado —dijo tozudamente el hombrecillo.

—?Pero yo no llevo encima cien creditos! —gimoteo Pola.

—No se preocupe, senorita —intervino secamente Arvardan—. Yo lo solucionare. —Abrio su cartera, extrajo varios billetes y se los arrojo a Natter—. ?Vamos, muevase!

—Vaya con el, Schwartz —susurro Pola.

Schwartz obedecio sin decir nada. Todo le daba igual, y en aquellos momentos hubiese sido capaz de ir al infierno con la misma impasibilidad.

Se quedaron solos y se contemplaron el uno al otro con expresiones algo aturdidas. Era la primera vez que Pola observaba realmente a Arvardan, y se asombro al descubrir que era un hombre alto, sereno y seguro de si mismo cuyos rasgos viriles y muy marcados le parecieron bastante atractivos. Hasta aquel momento Pola le habia aceptado como a un colaborador inesperado ofrecido por la casualidad, pero ahora… Sintio una repentina timidez, y todos los acontecimientos de las ultimas horas se confundieron en su mente y acabaron siendo borrados por el repentino acelerarse de su pulso.

Ni tan siquiera sabian sus nombres respectivos.

—Me llamo Pola Shekt —dijo ella, y sonrio.

Arvardan no habia visto su sonrisa antes, y el fenomeno le resulto muy interesante. Era como un resplandor que emanara de su cara, como un halo que le hacia sentirse… Pero Arvardan expulso rapidamente aquella idea de su mente. ?Era una terrestre!

—Yo me llamo Bel Arvardan —respondio, quiza con menos cordialidad de lo que habia pretendido en un principio.

Arvardan extendio una mano bronceada, y la diminuta mano de la muchacha desaparecio dentro de ella durante unos momentos.

—Le agradezco mucho su ayuda —dijo la muchacha.

—?Quiere que nos vayamos? —pregunto Arvardan decidiendo cambiar de tema—. Quiero decir que… Bueno, espero que su amigo ya estara a salvo.

—Supongo que si hubiese sido capturado habriamos oido el tumulto —comento ella.

Le imploro con los ojos que confirmara su esperanzas, pero Arvardan rechazo la tentacion de mostrarse blando.

—?Nos vamos?

—Si, ?por que no? —respondio ella en un tono seco y un poco ofendido.

Pero de repente se oyo un zumbido que floto en el aire volviendose mas intenso hasta convertirse en un aullido estridente que llegaba del horizonte, y los ojos de la muchacha se desorbitaron y retiro de repente la mano que habia extendido.

—?Que pasa ahora? —pregunto Arvardan.

—Son los imperiales.

—?Usted tambien tiene miedo de ellos?

Las palabras procedian del espacial engreido, el arqueologo de Sirio. Con o sin prejuicios y por muy forzada que llegara a estar la logica, la presencia de los soldados imperiales traia consigo un soplo repentino de cordura y humanidad. Ahora podia mostrarse condescendiente, y cuando Arvardan volvio a hablar lo hizo en el tono amable de antes.

—No se preocupe por los espaciales —dijo, humillandose hasta el extremo de utilizar el termino con el que los terrestres designaban a quienes no habian nacido en la Tierra—. Yo me encargare de ellos, senorita Shekt.

—?Oh, ni se le ocurra intentarlo! —exclamo ella, subitamente preocupada de nuevo—. No les hable. Obedezca todas sus ordenes, y procure ni mirarles siquiera.

La sonrisa de Arvardan se hizo un poco mas ancha.

Los guardias les divisaron cuando aun se encontraban a alguna distancia de la entrada principal. Salieron a un recinto vacio de pequenas dimensiones donde reinaba un extrano silencio. El aullido de las sirenas de los vehiculos militares estaba casi sobre ellos.

Y un instante despues los vehiculos blindados aparecieron en la plaza, y los soldados con las cabezas cubiertas por globos de vidrio saltaron de su interior. La multitud se disperso aterrorizada delante de ellos, y las carreras fueron ayudadas por los gritos cortantes y los empujones dados con los extremos de los latigos neuronicos.

El teniente Claudy, que se habia puesto al frente de sus soldados, fue hacia un guardia terrestre que custodiaba la entrada principal.

—Bien, ?quien tiene la fiebre?

Su rostro estaba ligeramente crispado bajo la campana de vidrio que contenia aire purificado. La amplificacion radiofonica del traje hacia que su voz sonara ligeramente metalica.

El guardia inclino respetuosamente la cabeza.

—Hemos aislado al enfermo en el interior del local, Excelencia. Sus dos acompanantes estan en la puerta…,

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