delante de usted.

—?Ah, magnifico! Que se queden ahi. Ahora… Bien, en primer lugar quiero que esta muchedumbre se disperse. ?Sargento, despeje la plaza!

A partir de aquel momento las ordenes fueron cumplidas con rigida eficacia. La tenue luz del crepusculo empezo a caer sobre Chica mientras la multitud se iba dispersando en la penumbra. La suave claridad de la iluminacion artificial bano las calles.

El teniente Claudy se golpeo una de sus pesadas botas con la empunadura del latigo neuronico.

—?Esta seguro de que el terrestre enfermo se encuentra dentro?

—No ha salido, Excelencia. Tiene que estar dentro.

—Bien, en tal caso supondremos que es asi y no perderemos mas tiempo. ?Sargento, desinfecte el edificio!

Un contingente de soldados imperiales hermeticamente aislados del ambiente exterior entro en el edificio. El cuarto de hora siguiente parecio transcurrir muy despacio. Arvardan contemplaba la escena con expresion fascinada: aquello era todo un experimento practico de relaciones interculturales, y Arvardan tenia sus razones profesionales para no querer interrumpirlo.

Los ultimos soldados imperiales volvieron a salir y el edificio quedo envuelto en las sombras cada vez mas espesas de la noche.

—?Cierren las puertas!

Pocos minutos despues las latas de desinfectante que habian sido distribuidas por los pisos del edificio fueron activadas mediante el control remoto. Las latas se abrieron en el interior del edificio y espesos vapores salieron de ellas, treparon por las paredes, se adhirieron a cada centimetro cuadrado de las superficies y se deslizaron por el aire infiltrandose hasta los intersticios mas remotos. Ninguna variedad de protoplasma podia sobrevivir a su presencia, ya fuese el de un germen o el de ser humano. Despues habria que llevar a cabo un lavado quimico especialmente drastico para eliminar definitivamente la contaminacion.

El teniente fue hacia Arvardan y Pola.

—?Como se llamaba? —pregunto.

En su voz no habia ni tan siquiera crueldad, solo la indiferencia mas absoluta imaginable. El teniente pensaba que un terrestre habia muerto. ?Y que? Aquel dia tambien habia matado una mosca, ?no? Eso elevaba el total a dos insectos muertos.

No obtuvo respuesta porque Pola inclino la cabeza humildemente y Arvardan se limito a lanzarle una mirada llena de curiosidad. El oficial imperial no aparto los ojos de ellos.

—Examine a esos dos para averiguar si estan infectados —ordeno secamente.

Un oficial con la insignia del Cuerpo Medico Imperial fue hacia ellos y les examino con muy poca cortesia. Sus manos enguantadas se metieron casi a la fuerza debajo de sus axilas y tiraron de las comisuras de sus labios para permitirle observar la mucosa de sus mejillas.

—No hay infeccion, teniente —dijo por fin—. Si hubiesen estado en contacto con un caso de fiebre de radiacion esta tarde, el contagio ya se habria producido y las llagas resultarian visibles.

—Hum —murmuro el teniente Claudy.

Se quito cautelosamente el globo de vidrio, aspiro con expresion satisfecha el aire «puro» (aunque fuese de la Tierra), y apoyo la incomoda esfera de vidrio sobre el hueco de su codo izquierdo.

—?Como te llamas, terraqueja?

El termino en si era insultante, y el tono con que habia sido pronunciado lo volvia todavia mas ofensivo, pero Pola no dio ninguna muestra de resentimiento.

—Pola Shekt, senor —susurro.

—?Tus documentos!

Pola hurgo en el bolsillito de su bata blanca y saco la libretita roja de la documentacion.

El teniente la cogio, la abrio bajo el rayo luminoso de su linterna de bolsillo y la estudio. Despues se la arrojo de vuelta. La libretita cayo al suelo, y Pola se apresuro a inclinarse para recogerla.

—Levanta —ordeno el teniente con impaciencia.

Dio un puntapie a la libretita propulsandola fuera del alcance de Pola. La joven aparto los dedos. Estaba muy palida.

Arvardan fruncio el ceno y decidio que ya iba siendo hora de que interviniese.

—?Eh, un momento! —exclamo.

El teniente se volvio rapidamente hacia el. Sus labios tensos dejaban al descubierto los dientes.

—?Que has dicho, terraquejo?

Pola se interpuso inmediatamente entre ellos.

—Por favor, senor… Este hombre no tiene ninguna relacion con nada de lo que ha ocurrido antes. Es la primera vez que le veo.

—Te he preguntado que habias dicho, terraquejo —insistio el teniente apartando a la muchacha de un empujon.

—He dicho «Eh, un momento» —murmuro Arvardan, devolviendole la mirada sin inmutarse—, y me disponia a anadir que no me gusta la forma en que trata a las mujeres y que le aconsejo que intente mejorar sus modales.

Estaba demasiado irritado para corregir la falsa impresion sobre su origen que se habia formado el teniente.

Los labios del teniente Claudy se curvaron en una sonrisa totalmente desprovista de humor.

—?Y donde te han educado a ti, terraquejo? ?Que pasa, crees que llamar «senor» a un hombre es un esfuerzo excesivo para ti? No sabes mantenerte en tu lugar, ?eh? Bien, hace mucho que no he tenido el placer de dar una leccion a un animal de tu especie, asi que…

Su mano castigo el rostro de Arvardan moviendose con la velocidad de una serpiente que ataca, y la palma y el dorso la golpearon dos veces. Arvardan retrocedio sorprendido, y empezo a sentir un creciente zumbido en los oidos. Extendio la mano para sujetar el brazo que le golpeaba, y vio como el asombro contorsionaba las facciones del teniente.

Los musculos de sus hombros obedecieron al instante la orden enviada por el cerebro.

El teniente cayo sobre el pavimento con un impacto tan violento que la esfera de vidrio salio despedida y se hizo anicos. Claudy se quedo totalmente inmovil, y Arvardan le observo con una sonrisa feroz mientras se sacudia las manos.

—?Hay por aqui algun otro bastardo que crea que puede jugar a las palmadas con mi cara? — pregunto.

Pero el sargento ya habia levantado su latigo neuronico. El contacto se cerro, y un tenue resplandor violeta salio disparado hacia la alta silueta del arqueologo y la envolvio.

Todos los musculos del cuerpo de Arvardan se envararon en las garras de un dolor insoportable, y fue cayendo lentamente de rodillas. Estaba totalmente paralizado, y perdio el conocimiento casi al instante.

Cuando salio de su estupor lo primero que noto fue un agradable frescor sobre la frente. Arvardan intento abrir los ojos, y descubrio que sus parpados parecian estar instalados sobre bisagras enmohecidas. Dejo que siguieran cerrados, y fue levantando el brazo hasta su cara moviendolo temblorosamente por etapas lo mas cortas posible (por pequeno que fuese, cada movimiento muscular hacia que sintiera como si le estuviesen clavando alfileres en todo el cuerpo).

Era una toalla humeda sostenida por una mano pequena y delicada…

Abrio dificultosamente un ojo y lucho con la bruma que nublaba su mirada.

—Pola… —dijo.

La joven lanzo un gritito de alegria.

—?Si, soy yo! —exclamo—. ?Como se siente?

—Como si estuviera muerto, con la desventaja de que noto el dolor —gruno Arvardan—. ?Que ha ocurrido?

—Nos enviaron a la base militar. El coronel ha estado aqui. Le registraron y no se que pensaran hacerle, pero… ?Oh, senor Arvardan, no tendria que haber golpeado al teniente! Creo que le fracturo un brazo…

—Estupendo. Lamento no haberle roto la columna vertebral.

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