—?Atencion, atencion, atencion! La direccion solicita que todos los clientes salgan ordenadamente por la puerta de la calle Quinta, donde presentaran sus tarjetas de identificacion a los guardias apostados en ella. La salida del establecimiento debe llevarse a cabo con la maxima rapidez posible. ?Atencion, atencion, atencion…!

La orden fue repetida tres veces. La ultima vez ya se oyo el ruido de pies de una multitud que empezaba a alinearse delante de la salida. Un rumor emitido por muchas lenguas se hizo audible casi al mismo tiempo, y empezo a formular de diversas maneras la pregunta siempre imposible de contestar: «?Que ha sucedido? ?Que ocurre?».

—Pongamonos en la fila, senorita —dijo Arvardan encogiendose de hombros—. Tenemos que salir de todos modos, ?no?

—No podemos. No podemos… —murmuro Pola.

—?Por que no? —pregunto el arqueologo frunciendo el ceno.

La muchacha se limito a apartarse de el. ?Como podia explicarle que Schwartz no tenia tarjeta de identificacion? ?Quien era aquel hombre? ?Por que la habia ayudado? Pola se sintio envuelta en un torbellino de sospechas y desesperacion.

—Sera mejor que se vaya si no quiere verse metido en un lio —dijo con voz enronquecida.

Los ascensores dejaban en libertad su carga humana a medida que se iban vaciando los pisos superiores. Arvardan, Pola y Schwartz formaban un islote de inmovilidad en medio de aquel rio humano.

Cuando repaso los acontecimientos mas tarde, Arvardan comprendio que podria haber abandonado a la muchacha en aquel momento. ?Si, podria haberla abandonado, no haber vuelto a verla nunca! No habria tenido nada que reprocharse, y entonces todo hubiese sido muy distinto y el inmenso Imperio Galactico habria acabado desintegrandose en el caos y la destruccion.

Pero no la abandono. El miedo y la desesperacion no la embellecian —nunca producen ese efecto—, pero Arvardan se sintio conmovido por su expresion abatida.

Ya se habia alejado un paso, pero se volvio hacia ella.

—?Va a quedarse aqui?

La muchacha asintio con la cabeza.

—?Pero por que? —pregunto Arvardan.

—Porque… —Las lagrimas brotaron de sus ojos—. Porque no se me ocurre otra cosa.

Se trataba de una terrestre, si, pero no era mas que una muchacha asustada.

—Si me explica cual es su problema intentare ayudarla —dijo Arvardan suavizando la voz.

No obtuvo respuesta.

Los tres formaban un cuadro extrano. Schwartz se habia ido encogiendo poco a poco sobre si mismo hasta quedar en cuclillas. Se encontraba demasiado aturdido para tratar de seguir la conversacion, para sentir curiosidad por la repentina evacuacion del local o para hacer otra cosa que no fuese ocultar el rostro entre las manos en un ultimo y mudo sollozo interior de pura desesperacion. Pola lloraba, y solo sabia que estaba mas asustada de lo que habia creido posible que llegara a asustarse jamas una persona. Arvardan, intrigado y a la expectativa, intentaba consolarla inutilmente con palmaditas en el hombro, y solo atinaba a pensar que era la primera vez que tocaba a una terrestre.

Y entonces el hombrecillo fue hacia ellos.

9. CONFLICTO EN CHICA

El teniente Mare Claudy de la guarnicion imperial de Chica bostezo lentamente y clavo los ojos en la nada sintiendo un aburrimiento tan intenso que rozaba lo inefable. Era el segundo ano que pasaba destacado en la Tierra, y esperaba ansiosamente el momento del traslado.

No habia ningun lugar en toda la Galaxia donde el problema de mantener una guarnicion imperial resultara tan complicado como en aquel planeta horrible. En otros mundos existia cierta camaraderia entre el militar y el civil…, especialmente el civil del sexo femenino. Habia una sensacion de libertad y amplitud de horizontes.

Pero en la Tierra el cuartel era una prision. Habia barracones a prueba de radiactividad, y la atmosfera tenia que ser filtrada para librarla del polvo radiactivo. Las ropas pesadas y frias estaban impregnadas de plomo, y no se podia prescindir de ellas a menos que se estuviese dispuesto a correr un grave riesgo; y como corolario de todo aquello, la confraternizacion con los habitantes femeninos del planeta (suponiendo que la desesperacion producto de la soledad pudiera hacerse lo bastante intensa como para impulsar a un soldado imperial a buscar la compania de una terraqueja) quedaba totalmente fuera de cuestion.

?Que quedaba entonces, ademas de los bufidos de aburrimiento, las siestas larguisimas y el ir cayendo gradualmente en un estado de demencia?

El teniente Claudy meneo la cabeza en un esfuerzo por despejarla que no le sirvio de nada, volvio a bostezar, se sento y empezo a ponerse los zapatos. Consulto el reloj, y decidio que todavia no era la hora de cenar.

Y de repente se levanto de un salto con un solo zapato puesto y sabiendo que estaba despeinado, y saludo marcialmente.

El coronel le lanzo una mirada despectiva, pero no hizo ningun comentario directo.

—Teniente, hemos recibido la informacion de que se ha producido un disturbio en el distrito comercial — dijo con voz seca y cortante—. Llevara un destacamento de desinfeccion a los grandes almacenes Dunham, y se encargara de restablecer el orden. Asegurese de que todos sus hombres estan protegidos contra un posible contagio de fiebre de radiacion.

—?La fiebre de radiacion! —exclamo el teniente—. Disculpe, senor, pero…

—Partira dentro de un cuarto de hora —dijo el coronel con voz gelida.

Arvardan fue el primero en ver al hombrecillo, y se puso rigido en cuanto este movio la mano saludandoles.

—Hola, viejo. Hola, giganton. Diga a la senorita que cierre el pico.

Pola levanto la cabeza y trago una honda bocanada de aire. Se inclino hacia el cuerpo de Arvardan en una reaccion automatica de busqueda de proteccion, y el arqueologo reacciono de manera igualmente automatica rodeandola con el brazo. No penso que estaba tocando a una terrestre por segunda vez.

—?Que desea? —pregunto secamente.

El hombrecillo de ojos penetrantes salio de detras del mostrador atestado de paquetes moviendose tan confiadamente como si todo lo que habia a su alrededor le perteneciera.

—No tiene mas remedio que salir, senorita, pero no debe preocuparse por eso —dijo en un tono que conseguia ser amable e insolente al mismo tiempo—. Yo me encargare de llevar a su hombre al Instituto.

—?Que Instituto? —pregunto Pola, muy asustada.

—?Oh, dejese de farsas! —replico el hombrecillo—. Soy Natter, el dueno de la fruteria que esta delante del Instituto de Investigaciones Nucleares. La he visto entrar y salir del Instituto muchas veces.

—Oiga, ?que significa todo esto? —intervino Arvardan con bastante brusquedad.

El cuerpecillo de Natter temblo de hilaridad.

—Creen que este tipo tiene la fiebre de radiacion…

—?La fiebre de radiacion? —preguntaron al unisono Arvardan y Pola.

—Exacto —asintio Natter—. Dos conductores de aerotaxi comieron con el, y eso es lo que han dicho… Ya saben que los rumores tienen alas, ?no?

—?Y los guardias apostados en la puerta solo buscan a alguien afectado por la fiebre de radiacion? — pregunto Pola.

—Eso es.

—?Y usted por que no tiene miedo a la fiebre de radiacion? —pregunto Arvardan de repente—. Supongo que las autoridades han ordenado evacuar el local por temor al contagio, ?no?

—Si, y las autoridades estan esperando fuera porque les da miedo entrar. Esperan a que llegue el destacamento de desinfeccion que enviaran los espaciales.

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