la Tierra), y si pasaba dos o tres dias en cada ciudad se encontraria de regreso en Chica a tiempo para estar presente cuando llegara la nave en que emprenderia su expedicion.

Seria un viaje muy instructivo.

Entro en un local de alimentomatas cuando empezaba a declinar la tarde, y mientras comia observo el pequeno drama que se desarrollo entre los dos terrestres que habian entrado poco despues que el y el hombre regordete de mediana edad que aparecio mas tarde; pero su contemplacion fue indiferente y casual, y Arvardan se limito a archivarla en su mente como un detalle pintoresco que compensaba la desagradable experiencia que habia tenido en el estratosferico. Resultaba obvio que los dos hombres se ganaban la vida conduciendo aerotaxis y que no eran ricos, pero sin embargo se mostraron caritativos.

El mendigo abandono el local, y Arvardan hizo lo mismo dos minutos despues.

La jornada laboral tocaba a su fin, y las calles estaban visiblemente mas transitadas.

Arvardan se apresuro a hacerse a un lado para no chocar con una muchacha.

—Disculpe —dijo.

La muchacha vestia una prenda blanca que tenia las lineas estereotipadas tipicas de un uniforme, y parecia no haberse dado cuenta de que habian estado a punto de chocar. La expresion de ansiedad de su rostro, la forma en que giraba la cabeza hacia uno y otro lado y su aire de preocupacion general hacian que la situacion resultara obvia.

Arvardan rozo su hombro con un dedo.

—?Puedo serle de utilidad en algo, senorita?

La muchacha le lanzo una mirada asombrada. Arvardan calculo su edad entre los diecinueve y los veintiun anos, y observo con atencion su cabellera castana y sus ojos oscuros, sus pomulos altos y su menton pequeno, la cintura fina y la esbeltez general del cuerpo. De repente descubrio que el saber que aquella personita del sexo femenino era terrestre daba una especie de picardia perversa a su atractivo.

Pero la muchacha seguia observandole con expresion desconcertada, y cuando hablo lo hizo en un tono de voz tembloroso y entrecortado que parecia indicar que estaba a punto de perder el control de sus nervios.

—Oh, es inutil —dijo—. No se preocupe por mi… Es ridiculo pensar que se puede encontrar a una persona cuando no se tiene ni la menor idea del sitio al que ha ido. —Estaba agobiada por la desilusion, y tenia los ojos humedos. La muchacha se irguio e hizo una profunda inspiracion de aire—. ?Ha visto a un hombre regordete que mide aproximadamente metro sesenta, viste de verde y blanco, va sin sombrero y es bastante calvo?

—?Como? —exclamo Arvardan mirandola asombrado—. ?Que viste de verde y blanco? Oh, no creo que ese… Oiga, ?el hombre al que se refiere tiene…, tiene dificultades para hablar?

—?Si, si! ?Oh, si! ?Entonces ha visto a ese hombre?

—Hace menos de cinco minutos estaba ahi dentro comiendo con dos hombres. Son esos de ahi. Eh, ustedes dos…

Arvardan les hizo senas.

—?Taxi, senor? —pregunto Granz, que fue el primero en llegar.

—No, pero si le dice a la senorita que ha sido del hombre que comio con ustedes se ganara el equivalente de un viaje sin necesidad de hacerlo.

Granz parecio desolado.

—Bueno, me gustaria poder ayudarles, pero no le habia visto en toda mi vida hasta ahora.

—Oiga, senorita, si se hubiese ido en la direccion de la que ha venido usted yo le habria visto —dijo Arvardan volviendose hacia la muchacha—. No puede estar muy lejos… ?Que le parece si seguimos un rato por esta calle en direccion norte? Reconocere a ese hombre si le veo.

Su ofrecimiento de ayuda fue un impulso, a pesar de que generalmente Arvardan no era un hombre impulsivo. Miro a la muchacha aguardando su respuesta y sonrio.

—?Que ha hecho, senorita? —pregunto Granz de repente—. Supongo que no habra violado ninguna Costumbre, ?verdad?

—No, no —se apresuro a responder ella—. Esta…, esta un poco enfermo, nada mas.

—?Un poco enfermo? —repitio Messter siguiendoles con la mirada cuando se fueron. Echo su gorra hacia atras y se pellizco el menton con expresion pensativa—. ?Has oido eso, Granz? Un poco enfermo…

Sus ojos se clavaron en el rostro de su companero durante unos momentos.

—?Que te ocurre? —le pregunto Granz, un poco intranquilo.

—Se me acaba de ocurrir una idea que a lo mejor tambien acaba poniendome enfermo… Ese tipo debe de haberse fugado del hospital. La muchacha que le buscaba era enfermera, y parecia estar muy preocupada. ?Por que tenia que estar tan preocupada si ese tipo solo estaba «un poco enfermo»? Apenas podia hablar y no entendia nada. Lo notaste, ?verdad?

Un brillo de panico aparecio de repente en los inmensos ojos de Granz.

—No estaras pensando que tenia la fiebre, ?eh?

—Pues claro que pienso que tenia la fiebre de radiacion…, y parecia un caso bastante grave. Ademas recuerda que estuvo a pocos centimetros de nosotros. Nunca conviene…

Un hombrecillo delgado parecio surgir de la nada junto a ellos. Tenia los ojos brillantes y la mirada muy penetrante.

—?Que estan diciendo, senores? —pregunto con voz estridente—. ?Quien tiene la fiebre de radiacion?

—?Quien es usted? —preguntaron los dos conductores de aerotaxi lanzandole miradas desconfiadas.

—Vaya, asi que quieren saber quien soy, ?eh? —exclamo el hombrecillo—. Pues da la casualidad de que soy un mensajero de la Hermandad. —Mostro la pequena insignia reluciente que llevaba debajo de la solapa del abrigo—. Ahora les exijo en nombre de la Sociedad de Ancianos que me expliquen que significa esta historia sobre la fiebre de radiacion.

—Oiga, yo no se nada —respondio Messter con voz asustada—. Una enfermera andaba buscando a un tipo enfermo, y yo me pregunte si no padeceria la fiebre de radiacion. Eso no es ninguna violacion de las Costumbres, ?verdad?

—Asi que usted me habla de las Costumbres, ?eh? Sera mejor que se ocupe de sus cosas, y deje que yo me ocupe de las Costumbres, ?entendido?

El hombrecillo se froto las manos, miro rapidamente a su alrededor y se alejo con paso presuroso en direccion norte.

—?Alla esta! —exclamo Pola, y apreto nerviosamente el codo de su acompanante.

Todo habia ocurrido muy deprisa y con la extrana facilidad de las casualidades. El hombre regordete habia aparecido de repente cuando mas desesperados estaban al no encontrarle. Estaba junto a la entrada principal de unos grandes almacenes de autoservicio, a menos de tres manzanas del local de alimentomatas.

—Ya le veo —susurro Arvardan—. Ahora quedese atras y deje que yo le siga. Si la ve y se confunde con la muchedumbre nunca conseguiremos volver a dar con el.

Le siguieron disimuladamente en una especie de caceria de pesadilla. La multitud que llenaba el local era una cienaga que podia absorber a su presa lenta o rapidamente, y ocultarla indefinidamente para vomitarla en el momento mas inesperado, levantando barreras inexpugnables que les impedirian llegar hasta el. La muchedumbre casi parecia tener una malevola y consciente mente propia.

Arvardan dio un rodeo a un mostrador moviendose tan cautelosamente como si Schwartz fuera un pez atrapado en el extremo de su sedal. Estiro la mano y sus dedos se cerraron sobre el hombro de Schwartz.

Schwartz solto un chorro de palabras ininteligibles, puso cara de susto e intento librarse a tirones; pero la mano de Arvardan era capaz de retener a hombres mucho mas fuertes que el, y el arqueologo se limito a sonreir y mantuvo la presion.

—Hola, viejo amigo —dijo en el tono mas normal posible en beneficio de posibles espectadores curiosos—. Hacia meses que no te veia… ?Que tal te encuentras?

Arvardan penso que bastaba con fijarse en las freneticas protestas de su prisionero para darse cuenta de lo evidente del engano, pero un instante despues Pola ya se habia reunido con ellos.

—Vuelva con nosotros, Schwartz —susurro.

El cuerpo de Schwartz se envaro en un instante de rebeldia, pero se rindio casi enseguida.

—Ir… con… ustedes —dijo cansadamente.

Pero sus palabras casi fueron ahogadas por el rugido repentino que broto del sistema de megafonia del local.

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