almacenes le habian sido devueltos sin ninguna nota de acompanamiento. Cuando los recibio, Pola sintio el deseo de ir a verle para disculparse, pero tuvo miedo. La Casa del Estado estaba reservada a los no terrestres. ?Como iba a entrar alli? Nunca la habia visto salvo desde lejos.

Y ahora… Habria sido capaz de ir al Palacio del Procurador para…, para…

Ahora solo el podia ayudarla. El, un espacial capaz de hablar con los terrestres de igual a igual… Pola ni tan siquiera habia sospechado que era un espacial hasta que el se lo habia dicho. Era tan alto, parecia tan seguro de si mismo… Si, el sabria lo que habia que hacer.

Y si se queria evitar la ruina de toda la Galaxia alguien tendria que saberlo.

Muchos espaciales se lo merecian, naturalmente… ?Pero podia aplicarse esa condena a todos? ?Podia aplicarse a las mujeres, los ninos, los enfermos y los ancianos; a los espaciales buenos y generosos; a los que eran como Arvardan; a los que ni tan siquiera habian oido hablar nunca de la Tierra…; en definitiva, a todos los que eran autenticos seres humanos? Una venganza tan horrenda ahogaria para siempre en un infinito mar de sangre y carne en descomposicion toda la justicia que pudiese haber en la causa de la Tierra.

Y entonces, cuando menos se lo esperaba, llego la llamada de Arvardan.

—No puedo decirselo —murmuro el doctor Shekt meneando la cabeza.

—?Debes hacerlo! —le suplico Pola apasionadamente.

—?Aqui? Es imposible… Significaria la catastrofe para los dos.

—Entonces que sea en otro lugar lejos de aqui. Yo me encargare de hacer los arreglos.

La alegria ya le estaba acelerando el pulso. El unico motivo era la ocasion de salvar a un numero incontable de seres humanos, naturalmente. Pola se acordo de aquella sonrisa radiante y jovial; y se acordo de como Arvardan habia obligado a todo un coronel de las Fuerzas del Imperio a que le pidiera disculpas y se humillara ante ella haciendole una reverencia…, a ella, a una terrestre que, a su vez, fue incapaz de perdonarle.

Si, Bel Arvardan era capaz de salir triunfante en cualquier empresa.

Arvardan no podia saber nada de todo aquello, por supuesto. Se limito a tomar la actitud de Shekt por lo que aparentaba ser: una brusca y extrana rudeza que coincidia con todo lo que habia experimentado hasta aquel momento en la Tierra.

Se sentia bastante incomodo. Se encontraba en la antesala de un despacho desprovisto de vida, donde estaba muy claro que se le consideraba como a un intruso mal recibido.

Por ello, Arvardan escogio cuidadosamente sus palabras.

—Nunca se me habria pasado por la cabeza la idea de venir a molestarle si no hubiera tenido un interes profesional en su sinapsificador, doctor Shekt —dijo—. Me han informado que a diferencia de la inmensa mayoria de los terrestres, usted no es enemigo de los hombres de la Galaxia.

Al parecer era una frase inoportuna, porque el doctor Shekt reacciono de manera bastante violenta.

—Su informante se equivoca totalmente al atribuirme alguna cordialidad especial hacia los hombres de la Galaxia como tales —replico—. No tengo filias ni fobias de ninguna clase. Soy terrestre, y…

Arvardan tenso los labios y empezo a girar sobre si mismo para marcharse.

—Tiene que comprenderlo, doctor Arvardan —se apresuro a murmurar Shekt—. Disculpeme si le parezco grosero, pero sinceramente no puedo…

—Comprendo —respondio el arqueologo con voz gelida, aunque en realidad no comprendia nada—. Buenos dias, doctor Shekt.

—El peso de mi trabajo… —murmuro el doctor Shekt con una debil sonrisa.

—Yo tambien estoy muy ocupado, doctor.

Se volvio hacia la puerta, maldiciendo interiormente a todos los terrestres, y se acordo involuntariamente de algunos de los numerosos topicos que circulaban por su mundo natal, y de refranes como «Encontrar amabilidad en la Tierra es como buscar vino en un oceano» o «Un terrestre te dara cualquier cosa siempre que no cueste nada y valga menos».

Su brazo ya habia interrumpido el rayo de la celula fotoelectrica que controlaba la apertura de la puerta cuando oyo un rapido taconeo detras de el, y un susurro llego a sus oidos. Le metieron un trozo de papel en la mano, y cuando se volvio Arvardan solo alcanzo a ver una silueta vestida de rojo que ya estaba desapareciendo.

Subio al vehiculo de superficie que habia alquilado y no desplego el papel que tenia en la mano hasta estar dentro de el.

«Vaya al Gran Teatro a las ocho de la noche —estaba escrito en el papel—. Asegurese de que no le siguen.»

Arvardan fruncio el ceno. Releyo el mensaje cinco veces, y despues lo estudio como si esperase que una tinta invisible se volviese visible. Lanzo una rapida mirada involuntaria por encima del hombro. La calle estaba desierta. Arvardan alzo la mano para arrojar aquel mensaje ridiculo por la ventanilla, titubeo y acabo guardandoselo en el bolsillo de la chaqueta.

Evidentemente, si aquella noche hubiera tenido algo que hacer aparte de lo que se le pedia en el mensaje, el asunto hubiese terminado alli —y probablemente la existencia de muchos miles de billones de seres humanos habria llegado a su fin con el—; pero dio la casualidad de que Arvardan no tenia ningun compromiso.

Y, ademas, se pregunto si la nota no habria sido enviada por…

A las ocho Arvardan avanzaba lentamente entre una larga hilera de vehiculos de superficie por la carretera serpenteante que al parecer conducia al Gran Teatro. Habia preguntado una sola vez que camino debia seguir, y el peaton interrogado le habia mirado con cierta desconfianza (al parecer ningun terrestre estaba totalmente libre de la plaga de la suspicacia), y le habia contestado en un tono bastante seco que bastaria con que siguiera a los otros vehiculos.

Segun parecia, todos aquellos vehiculos iban al teatro, porque cuando llego alli vio que iban siendo devorados uno a uno por la boca abierta del garaje subterraneo. Se separo de la hilera de vehiculos y paso lentamente por delante de la fachada del teatro, esperando que se resolviese el enigma.

De repente, una silueta esbelta bajo corriendo por la rampa para peatones y se asomo por la ventanilla. Arvardan se sorprendio, pero la portezuela ya habia sido abierta y la figura ya se habia metido dentro del vehiculo con un solo y agil movimiento.

—Disculpe, pero… —empezo a decir Arvardan.

—No hable —respondio la figura agazapada en el asiento—. ?Le han seguido?

—?Tendrian que haberlo hecho?

—Dejese de chistes. Siga adelante y doble cuando yo se lo indique. Vamos, ?a que esta esperando?

Arvardan reconocio la voz. La capucha del traje habia caido sobre los hombros, y podia ver la cabellera castana. Los ojos oscuros le miraban fijamente.

—Sera mejor que arranque —murmuro Pola.

Arvardan obedecio, y durante un cuarto de hora la muchacha permanecio callada salvo por alguna laconica indicacion ocasional. Arvardan la miraba de reojo, y penso con subito placer que era todavia mas hermosa de como la recordaba. Era extrano, pero ya no sentia ningun rencor hacia ella.

Se detuvieron —o, mejor dicho, Arvardan detuvo el vehiculo a indicacion de la muchacha— en una esquina de un distrito residencial poco transitado. Despues de una espera cautelosa, Pola le hizo una sena para que volviera a poner en marcha el vehiculo, y doblaron por otro camino que terminaba en la rampa de entrada a un garaje particular.

La puerta se cerro detras de ellos, y la luz interior del vehiculo paso a ser la unica fuente de iluminacion.

Pola estaba muy seria.

—Doctor Arvardan, lamento haber tenido que hacer todo esto para poder hablar con usted en privado —dijo mirandole fijamente—. Ya se que el concepto que se ha formado de mi no puede ser peor, pero…

—No piense eso —respondio el, sintiendose un poco turbado.

—Debo pensarlo. Quiero que me crea cuando le digo que soy totalmente consciente de lo mal que me comporte aquella noche. No encuentro palabras para disculparme y…

—Por favor… —rogo Arvardan desviando la mirada—. Yo tambien podria haber sido un poco mas diplomatico.

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