aprendio a no hacer caso de ellos.
Ahora oia palabras aunque no fueran pronunciadas oralmente. Eso era algo nuevo, y Schwartz presto mas atencion al fenomeno. Las frases debiles y casi fantasmagoricas eran como sonidos inconexos arrastrados por el viento, y parecian lejanas, muy lejanas…, y con ellas Schwartz captaba emociones tan vivas que parecian reptar por el aire y otros detalles muy sutiles imposibles de describir, de tal modo que el mundo se convirtio en un vasto panorama donde hervia una vida que solo Schwartz era capaz de percibir.
Descubrio que el don podia penetrar en los edificios a medida que caminaba, y que era capaz de introducir su mente en ellos como si fuese un animal sujeto a una correa, algo que podia colarse por las rendijas, invisibles para el ojo humano, sacando a la luz los pensamientos mas intimos de quienes estaban dentro.
Se detuvo frente a un enorme edificio con la fachada de piedra e intento pensar. Ellos —quienesquiera que fuesen— andaban detras de Schwartz. Habia matado al hombre encargado de seguir su pista, pero debia de haber otros…, aquellos a los que ese hombre habia querido llamar. Schwartz penso que quiza seria mas prudente que permaneciera lo mas quieto posible durante un par de dias. ?Cual era la mejor forma de lograrlo? ?Un empleo, quiza…?
Empezo a investigar el interior del edificio frente al que se habia detenido. Habia un contacto mental bastante lejano que podia significar un trabajo para Schwartz. Estaban buscando obreros textiles…, y hubo un tiempo en que Schwartz habia sido un sastre excelente.
Entro sin que nadie se fijara en el, fue hacia un hombre y le puso una mano en el hombro.
—?Donde he de presentarme para conseguir empleo?
—?Por esa puerta!
El contacto mental que capto estaba impregnado de preocupacion y desconfianza.
Schwartz cruzo el umbral indicado, y despues un tipo muy flaco de menton puntiagudo le acribillo a preguntas y fue tecleando en un clasificador para dejar anotadas sus respuestas.
Schwartz balbuceo tanto las verdades como las mentiras con identica incertidumbre.
Pero al principio el encargado de personal no parecia muy interesado en sus respuestas. Las preguntas se fueron sucediendo a gran velocidad.
—?Edad? ?Cincuenta y dos? Hum… ?Estado de salud? ?Casado? ?Experiencia? ?Ha trabajado con telas? Bien, ?de que clase? ?Termoplasticas, elastomericas…? ?Como dice? ?Cree que con todas ellas? ?Quien le dio empleo por ultima vez? Deletree su apellido… Usted no es de Chica, ?verdad? ?Donde estan sus documentos? Si quiere que tomemos en cuenta su solicitud tendra que traerlos… ?Cual es su numero de registro?
Schwartz empezo a retroceder. Cuando entro no habia previsto aquel final, y el contacto mental del hombre que tenia delante estaba cambiando. Se habia vuelto extraordinariamente desconfiado, y tambien manifestaba un considerable recelo. La capa superficial de afabilidad era muy delgada, y debajo de ella se ocultaba una animosidad tan aguzada que resultaba el mas peligroso de todos los rasgos mentales.
—Me temo que no reuno las condiciones necesarias para este trabajo —balbuceo nerviosamente Schwartz.
—?No, no, vuelva! —dijo el hombre haciendole una sena—. Tenemos algo para usted… Dejeme revisar un momento el archivo.
Estaba sonriendo, pero el contacto mental se habia vuelto todavia mas nitidamente hostil.
El encargado de personal pulso un timbre que habia sobre su escritorio.
Schwartz se alarmo y echo a correr hacia la puerta.
—?Detengan a ese hombre! —grito el encargado al instante saliendo de detras del escritorio.
Schwartz ataco el contacto mental embistiendo violentamente con su propia mente, y oyo un grunido ahogado a su espalda. Lanzo una rapida mirada por encima del hombro, y vio que el encargado de personal estaba sentado en el suelo con el rostro crispado mientras se apretaba las sienes con las palmas de las manos. Otro hombre estaba inclinado sobre el. El encargado logro mover una mano senalando a Schwartz, y el hombre reacciono yendo hacia el. Schwartz no espero mas tiempo.
Cuando salio a la calle estaba convencido de que habia una orden de captura contra el. Habian hecho publica su descripcion completa, y el encargado de personal le habia reconocido.
Corrio por las calles doblando una esquina detras de otra sin direccion fija. Ahora atraia mas la atencion porque las calles se estaban llenando de gente. Sospechas, sospechas en todas partes…, sospechas porque corria…, sospechas porque sus ropas estaban sucias y no le caian demasiado bien…
Esa marana de contactos mentales y la confusion fruto de su propio miedo y desesperacion hicieron que Schwartz no pudiera identificar a sus verdaderos enemigos, los que no solo sospechaban sino que sabian con toda seguridad quien era…, y no hubo nada que le previniese de la amenaza del latigo neuronico.
Sintio un dolor terrible que cayo sobre el con la cegadora velocidad de una tira de cuero al restallar, y que le aplasto como bajo el peso de un enorme penasco. Schwartz resbalo durante unos segundos a lo largo de la pendiente del dolor antes de acabar siendo rodeado por las sombras.
13. TELARANA EN WASHENN
El Colegio de Ancianos de Washenn es un lugar excepcionalmente tranquilo. Alli la austeridad es la palabra clave, y hay algo sinceramente imponente en los grupos de novicios que dan su paseo crepuscular por entre los arboles del jardin en el que solo los Ancianos pueden entrar. De vez en cuando la figura vestida de verde de un Anciano Mayor atraviesa el jardin aceptando afablemente las reverencias con las que es saludada.
Y, en muy raras ocasiones, tambien puede verse al mismisimo Primer Ministro.
Sin embargo, hasta aquel momento nadie habia visto jamas al Primer Ministro caminando tan deprisa que casi corria, sudando y sin hacer caso de las manos respetuosamente levantadas; indiferente a las miradas cautelosas que le seguian y los gestos de extraneza intercambiados discretamente o las cejas ligeramente arqueadas.
Entro en el Salon Legislativo por la puerta privada y echo a correr abiertamente apenas estuvo en la rampa desierta. La puerta que golpeo con los punos se abrio respondiendo a la presion que el pie de la persona que estaba dentro ejercio sobre un boton, y el Primer Ministro entro en la habitacion.
Su secretario apenas levanto la mirada desde detras del sencillo y pequeno escritorio donde estaba inclinado sobre un diminuto televisor escuchando atentamente y, de vez en cuando, paseando la vista sobre los comunicados de caracter oficial que se amontonaban delante de el.
El Primer Ministro golpeo la superficie del escritorio con los nudillos.
—?Que significa todo esto? —pregunto—. ?Que esta ocurriendo?
El secretario le contemplo sin inmutarse y aparto el pequeno televisor a un lado.
—Felicitaciones, Su Excelencia.
—?Guardese sus felicitaciones! —replico el Primer Ministro con impaciencia—. Quiero saber que esta ocurriendo.
—En pocas palabras, que nuestro hombre ha huido.
—?Quiere decir que el hombre al que Shekt sometio a tratamiento con el sinapsificador … el espacial…, el espia…, el hombre que estaba oculto en esa granja de los alrededores de Chica…?
No hay forma alguna de saber cuantas palabras habria empleado el alteradisimo Primer Ministro para describir a aquel hombre si el secretario no le hubiese interrumpido.
—Exactamente —dijo con indiferencia.
—?Y por que no me lo comunicaron? ?Por que nunca me informan de nada?
—Habia que adoptar medidas inmediatas, y Su Excelencia tenia muchas cosas que hacer en aquellos momentos; asi que le sustitui dentro de los limites de mi capacidad.
—Si, si… Siempre que quiere prescindir de mi procura no molestarme para nada, ?verdad? Pero no lo tolerare, ?me oye? No permitire que me dejen de lado. No…
—Estamos perdiendo el tiempo —fue la serena respuesta del secretario.
Y el grito del Primer Ministro se apago. Tosio y carraspeo, y contemplo al secretario como si no supiese que decir.
—?Cuales son los detalles, Balkis? —pregunto por fin.