—?Oiga, yo se quien es usted! ?Pues claro que si! ?Es que no se acuerda de mi?

A Schwartz le resulto imposible decidir si en circunstancias normales y en otro momento habria creido o no en la sinceridad de su interlocutor. Pero ahora… ?Como hubiese podido dejar de percibir esa fina capa agrietada de falso reconocimiento producido en ese instante que cubria las profundas corrientes del contacto mental, esas ondulaciones que le decian —no, que le gritaban— que el hombrecillo de ojos penetrantes habia reconocido a Schwartz desde el primer instante; que sabia muy bien quien era el y que tenia preparada un arma letal para usarla en su contra si llegaba a ser necesario?

Schwartz meneo la cabeza.

—?Pues claro que si! —insistio el hombrecillo—. Fue en esos grandes almacenes… Yo le rescate de la muchedumbre, ?recuerda? —Una carcajada totalmente artificial hizo casi que se doblara por la cintura—. Creian que usted tenia la fiebre de radiacion. Tiene que recordarlo, hombre…

Si, Schwartz lo recordaba…, vagamente. Durante unos minutos habia estado con un hombre como aquel, y tambien hubo una multitud que primero les habia detenido y que luego se habia separado ante ellos para dejar que pasaran.

—Si —murmuro—. Me alegra verle.

No era una conversacion demasiado brillante, pero Schwartz no podia hacerlo mejor y al hombrecillo no parecio importarle.

—Me llamo Natter —dijo alargandole una mano fofa—. En esa ocasion no pude hablar mucho con usted…, digamos que estabamos en plena crisis y no pudimos llegar a conocernos bien, ?eh? Pero me alegra mucho que se haya presentado esta nueva oportunidad.

—Yo me llamo Schwartz.

Las palmas de sus manos se rozaron fugazmente.

—?Que hace caminando por esta carretera? —pregunto Natter—. ?Va a alguna parte?

—Me limito a caminar por ella —respondio Schwartz, y se encogio de hombros.

—Le gusta pasear, ?eh? Tambien es mi distraccion favorita, ?sabe? Me paso el ano entero yendo de un lado a otro… Eso te llena de vida. Te acostumbras a respirar aire puro y puedes sentir como la sangre corre por tus venas, ?verdad? Aunque me temo que esta vez he ido demasiado lejos… No me gusta volver solo despues de que haya anochecido, y es un placer encontrar compania. ?Hacia donde va usted?

Era la segunda vez que Natter le hacia la misma pregunta, y el contacto mental le revelo la importancia que tenia aquello. Schwartz se pregunto hasta cuando podria evitar dar una respuesta definida. La mente de su perseguidor estaba siendo invadida por una creciente ansiedad, y no se conformaria con ninguna mentira. Schwartz no sabia lo suficiente acerca de aquel nuevo mundo como para faltar a la verdad.

—Voy al hospital —dijo por fin.

—?Va al hospital? ?A que hospital?

—Al hospital de Chica en el que estuve.

—Se refiere al Instituto, ?verdad? Alla es donde le lleve antes… Le estoy hablando del dia en que le saque de los grandes almacenes, ?entiende?

La ansiedad y la tension seguian creciendo.

—Voy a ver al doctor Shekt —dijo Schwartz—. ?Le conoce?

—He oido hablar de el. Es un personaje importante, ?sabe? ?Esta enfermo?

—No, pero he de presentarme periodicamente en el hospital.

?Podia parecer una respuesta razonable?

—?Y va alli a pie? —pregunto Natter—. ?No envian un vehiculo para que le recoja?

Al parecer la respuesta no habia sido considerada razonable. Schwartz no dijo nada, y se encerro en un terco mutismo.

Pero Natter parecia entusiasmado.

—Oiga, amigo, le dire lo que vamos a hacer: cuando pasemos por una cabina de onda comunal publica llamare a la ciudad y pedire un taxi… Nos encontrara en la carretera, ?de acuerdo?

—?Una onda comunal…?

—Si. Las hay a todo lo largo de la carretera. Mire, alli hay una.

Se alejo un paso de Schwartz.

—?Alto! —se oyo gritar Schwartz de repente—. ?No se mueva!

Natter se detuvo. Cuando se volvio hacia Schwartz, este vio que su rostro habia adquirido una extrana frialdad.

—?Que mosca le ha picado, amigo?

Cuando hablo las palabras salieron despedidas de los labios de Schwartz con tanta impaciencia que el nuevo idioma que habia aprendido le parecio lento y poco adecuado para su proposito.

—Estoy harto de esta farsa. Se quien es usted, y se que va a hacer. Va a llamar a alguien para informar de que voy a visitar al doctor Shekt, ?no? Cuando llegue a la ciudad me estaran esperando y enviaran un vehiculo para que me recoja…, y si intento huir usted me matara.

Natter fruncio el ceno.

—Bueno, en eso ultimo ha dado en el clavo —murmuro. Las palabras no iban destinadas a los oidos de Schwartz y no llegaron a ellos, pero eran tenuemente visibles sobre la capa superficial del contacto mental—. ?Por quien me ha tomado, senor? —anadio en voz alta—. Me esta ofendiendo, ?sabe?

Pero estaba retrocediendo, y su mano ya empezaba a bajar hacia la cadera.

Schwartz perdio el control de si mismo.

—?Por que no me deja en paz? —grito furiosamente mientras agitaba los brazos—. ?Que le he hecho yo? ?Vayase! ?Vayase!

Su voz acabo convirtiendose en un alarido entrecortado. El odio y el miedo despertados en el por aquel hombre que le acechaba y en cuya mente sentia hervir la hostilidad eran tan intensos que le hicieron fruncir el ceno. Schwartz sintio que sus emociones chocaban unas con otras en un intento frenetico de escapar al contacto mental, como si quisieran huir de su viscosidad y librarse de aquel horrible halito impalpable.

Y de repente el contacto mental se extinguio…, subitamente y por completo. Schwartz tuvo una fugaz impresion de inmenso dolor —no suyo, sino del otro—, y despues nada mas. No habia ningun contacto mental. Su cerebro lo habia soltado como un puno que se relaja y cae flaccidamente.

Natter se habia convertido en un bulto informe caido sobre la carretera banada en sombras. Schwartz fue hacia el. Natter era un hombre bajito, facil de mover. La expresion de agonia de su rostro parecia haber quedado profundamente grabada en las facciones. Las arrugas se negaban a relajarse. Schwartz le busco el pulso y no lo encontro.

Se incorporo sintiendo que el horror empezaba a aduenarse de el.

?Habia asesinado a un hombre!

Y un instante despues le invadio el desconcierto.

?Sin haberle tocado! Habia matado a aquel hombre con solo odiarle, y su odio habia conseguido afectarle de alguna manera a traves del contacto mental.

?Que otros poderes poseia?

Schwartz tomo una rapida decision. Reviso los bolsillos de Natter y encontro dinero. ?Excelente! El dinero le resultaria muy util. Despues arrastro el cadaver hasta el campo y lo oculto entre la maleza.

Siguio caminando durante dos horas, y no hubo ningun nuevo contacto mental.

Paso la noche durmiendo a la intemperie, y a la manana siguiente llego a las afueras de Chica despues de dos horas mas de caminata.

Chica no era mas que un pueblecito en comparacion con el Chicago que Schwartz conocia, y a esa hora tan temprana el ir y venir de sus habitantes todavia era escaso y esporadico; pero aun asi los contactos mentales fueron abundantes desde el primer momento, y Schwartz se sintio sorprendido y desconcertado.

?Habia tantos…! Algunos eran pasajeros y difusos, otros eran intensos y nitidos. Habia hombres que pasaban junto a el en cuyas mentes captaba como una serie de pequenos estallidos; mientras que otros no tenian nada en el interior de su craneo, salvo quiza un leve recuerdo del desayuno que acababan de ingerir.

AL principio Schwartz se volvia y se sobresaltaba ante la proximidad de cada nuevo contacto mental, y reaccionaba a cada uno como si fuese un roce fisico de la naturaleza mas intima imaginable; pero en una hora

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