Primavera, pues los pequenos edificios bloqueaban el camino. Otra calle acababa de morir en Basilica, solo que esta vez era una arteria importante y causaba graves inconvenientes a mucha gente. Solo la constructora original y los emprendedores tenderos se beneficiaban; las gentes que habian comprado los edificios internos tenian crecientes dificultades para llegar a las escaleras que conducian a sus casas y habia quien se disponia a abandonar viejas estructuras que ya no daban a la calle.
Esta vez, al pasar por Primavera, Nafai y Issib advirtieron que alguien habia arrasado los edificios pequenos del tramo bloqueado. Los edificios nuevos aun estaban en pie, arqueandose sobre la calle, pero el pasaje permanecia abierto. Significativamente, un par de soldados custodiaban cada extremo de la calle. El mensaje era claro: no se tolerarian nuevos edificios.
—Gaballufix no es tonto —observo Issib.
Nafai sabia a que se referia. La gente no querria ver soldados trotando por las calles, pues eso implicaba la amenaza de violencia y perdida de la libertad. Pero ver la Calle del Manantial abierta permitiria considerar a los soldados como un mal necesario que quiza valiera la pena tolerar.
La Calle del Ala desemboco en la Calle del Templo, y ambos la siguieron hasta llegar al gran circulo que rodeaba el Templo. Este era el unico reducto de la religion de los hombres en esta ciudad de mujeres, el unico lugar donde se pensaba que el Alma Suprema era un ser masculino, y donde el liquido sagrado era la sangre y no el agua. Impulsivamente, aunque no habia entrado alli desde los ocho anos, cuando su prepucio quedo banado en su propia sangre, Nafai se detuvo ante las puertas del norte.
—Entremos —sugirio.
—Odio este lugar —protesto Issib con un escalofrio.
—Si usaran anestesia, el culto seria mas popular entre los ninos.
Issib sonrio.
—Un culto indoloro. Buena idea. Tal vez un culto seco tendria exito entre las mujeres, tambien.
Atravesaron la puerta para entrar en la perfumada y penumbrosa camara externa, que no tenia ventanas.
Aunque el templo era redondo, las habitaciones interiores estaban disenadas para evocar las cavidades del corazon: Auricula Entrante, Ventriculo del Aire, Auricula Inhaladora y Ventriculo Saliente. Los sinuosos pasillos y las diminutas salas tenian nombre de venas y arterias. Antes de la circuncision los ninos tenian que aprender el nombre de todas las salas, pero lo hacian memorizando una cancion que no tenia mayor sentido para la mayoria. Asi que los nombres escritos en los dinteles y dovelas no resultaban familiares, y ambos hermanos pronto se extraviaron.
No importaba. Todos los corredores desembocaban al fin en el patio central, el unico espacio brillante del templo, abierto al cielo. Como faltaba poco para el ocaso, no habia luz directa en el piso de piedra del patio, pero despues de tanta penumbra incluso la luz refleja deslumbraba.
Un sacerdote los detuvo en la puerta.
—?Plegaria o meditacion? —les pregunto. Issib tirito. En el era un movimiento espasmodico, pues los flotadores exageraban cada vibracion de sus musculos.
—Creo que aguardare en la Auricula Inhaladora.
—No seas tiquismiquis —dijo Nafai—. Un poco de meditacion no te hara dano.
—?Quieres decir que tu vas a rezar?
—Eso creo.
A decir verdad, Nafai no sabia por que ni para que. Solo sabia que su relacion con el Alma Suprema se estaba volviendo cada vez mas complicada; entendia al Alma Suprema mejor que antes, y el Alma Suprema ahora se inmiscuia en su vida, asi que resultaba importante comunicarse clara y directamente en vez de avanzar a tientas. No bastaba con interrumpir la investigacion de palabras prohibidas con la esperanza de que el Alma Suprema comprendiera la senal. Tenia que hacer algo mas.
Los sacerdotes pincharon el dedo de Issib y pasaron la diminuta herida por la hematites. Issib no se quejo. No tenia miedo y habia soportado tanto dolor en la vida que nada le hacia un pinchazo. Solo que no le interesaban los ritos del culto de los hombres. Los llamaba «deportes sangrientos» y los comparaba con las peleas de tiburones, que siempre comenzaban haciendo sangrar a cada tiburon de la piscina. En cuanto unto la tosca piedra con su sangre, enfilo hacia el alto banco de la pared soleada, donde restaba media hora de luz. El banco estaba repleto, pero Issib siempre podia flotar por encima.
—Date prisa —le murmuro a Nafai.
Como Nafai iba alli a orar, el sacerdote no lo pincho. En cambio le hizo meter la mano en el cuenco dorado de los anillos de plegaria. El cuenco estaba lleno de un potente desinfectante que surtia el doble efecto de impedir que los afilados anillos contagiaran enfermedades y de prolongar el ardor de cada punzada durante largos segundos. Nafai habitualmente cogia solo dos anillos, uno para el dedo medio de cada mano, pero esta vez penso que necesitaba mas. Aunque ignoraba cual seria su plegaria, queria cerciorarse de que el Alma Suprema entendiera que hablaba en serio. Cogio anillos para todos los dedos de ambas manos.
—No puede ser tan serio —comento el sacerdote.
—No estoy rezando para pedir perdon —dijo Nafai.
—No quiero que te desmayes. Hoy tenemos poco personal.
—No me desmayare.
Nafai se dirigio al centro del patio, cerca de la fuente. El agua de la fuente no tenia su habitual color rosado, sino rojo oscuro. Nafai recordaba su escalofrio la primera vez que comprendio el origen del color del agua. Padre habia dicho que cuando Basilica estaba en gran necesidad —durante una sequia, por ejemplo, o cuando un enemigo la amenazaba— la fuente rebosaba de sangre casi pura. Era una sensacion extrana y poderosa, quitarse las sandalias y la ropa y arrodillarse en la taza sabiendo que el tibio liquido que le llegaba a la cintura estaba tenido con las apasionadas y sangrientas plegarias de otros hombres.
Extendio las manos largo tiempo, serenandose, preparandose para conversar con el Alma Suprema. Luego se palmeo vigorosamente los brazos, como en las plegarias matinales; esta vez los afilados anillos le mordieron la carne provocandole un ardor profundo. Era un comienzo bueno y vigoroso, y oyo que varios meditadores suspiraban o cuchicheaban. Sabia que habian oido la vibrante palmada y visto su penitencia mientras el procuraba no jadear de dolor, y respetaban esa plegaria por su fuerza y virtud.
Alma Suprema, dijo en silencio. Tu has comenzado todo esto. Debil como estas, decidiste invadir la vida de mi familia. Espero que tengas un plan preparado. En ese caso, es hora de que nos reveles cual es.
Se dio otra palmada, esta vez en la sensible piel del pecho. Cuando el ardor se disipo, sintio el cosquilleo de la sangre en el vello invisible que le crecia alli. Te ofrezco este sacrificio, Alma Suprema, ofrezco mi dolor si lo necesitas. Hare lo que desees, pero a cambio quiero una promesa tuya. Quiero que protejas a mi padre. Espero que tengas un proposito definido, y que se lo reveles a Padre. Espero que impidas que mis hermanos se involucren en un terrible crimen contra la ciudad y en un crimen contra mi padre. Si proteges a Padre y nos permites saber que ocurre, hare todo lo posible para contribuir a la consecucion de tu plan, porque se que el proposito que esta programado en ti desde el principio es impedir que la humanidad se autodestruya, y hare todo lo que pueda para servir a ese proposito. Soy tuyo, mientras nos trates con justicia.
Se palmeo el vientre, sufriendo un dolor mas agudo, y oyo que varios meditadores comentaban en voz alta. El sacerdote se le acerco. No me interrumpas, penso Nafai. No se si el Alma Suprema oye esto, pero si esta escuchando quiero que sepa que hablo en serio. Tan en serio como para cortarme en pedazos si es necesario. No porque crea que hay un proposito sagrado en este derramamiento de sangre, sino porque demuestra mi voluntad de hacer lo que me pide, incluso a un alto precio personal. Hare lo que desees, Alma Suprema, pero debes ser leal.
—Joven —susurro el sacerdote.
—Largate —replico Nafai en otro susurro. El sacerdote se fue arrastrando las sandalias. Nafai paso las manos sobre los hombros y se arano la espalda. Ya no eran meras punzadas y las heridas no serian superficiales. ?Ves esto, Alma Suprema? Estas en mi cabeza, sabes lo que estoy pensando y sintiendo. Issib y yo hemos decidido dejarte en paz para que puedas comunicar mas visiones. Pon manos a la obra y controla esta situacion. Hare lo que desees. Lo hare. Si puedo soportar este dolor, sabes que podre soportar lo que me impongas. Y, sabiendo cuanto duele, puedo hacerlo de nuevo.
Se arano otra vez. Esta vez el dolor le arranco lagrimas cuando las nuevas heridas se cruzaron con las anteriores, pero ni una queja afloro a sus labios.