Suficiente. Si el Alma Suprema estaba atenta, habria oido.

Se arqueo en el agua sanguinolenta, los ojos aun cerrados. El agua le cubrio la cabeza, y por un instante quedo totalmente sumergido. Luego el agua lo hizo subir, y sintio el fresco aire del atardecer en la espalda y las nalgas mientras flotaba en la superficie.

Un momento mas. Conten el aliento un momento mas. Unos segundos. Solo unos segundos. Aguarda la voz del Alma Suprema. Escucha en el silencio del agua.

Pero no recibio ninguna respuesta. Solo el intenso dolor de las heridas de la espalda y los hombros.

Se puso en pie, goteando, y enfilo hacia el borde de la fuente, abriendo los ojos por primera vez desde que habia entrado en el agua. Alguien le tendio una toalla. Varias manos lo ayudaron a salir. Cuando se seco los ojos, vio que varios meditadores se habian alejado de la pared y se reunian en torno ofreciendole toallas, la ropa.

—Una potente plegaria —susurraban—. Ojala el Alma Suprema te escuche.

No le permitieron secarse ni vestirse a solas.

—Cuanta virtud en alguien tan joven. Manos ajenas le secaban suavemente la espalda lacerada, le frotaban vigorosamente los muslos.

—Basilica se honra de tener semejante plegaria en este templo.

Manos ajenas le pusieron la camisa y los pantalones.

—Un joven que se inclina con piedad mas se yergue con coraje es el orgullo de un padre.

Le sujetaron las sandalias a las piernas, y cuando vieron que las correas terminaban debajo de la rodilla, asintieron y murmuraron.

—No es un petimetre preocupado por la moda.

—Sandalias de trabajador.

Y mientras Nafai seguia a Issib alejandose de la fuente, oyo que los murmullos continuaban.

—El Alma Suprema ha estado hoy con nosotros.

En la puerta que conducia al Ventriculo Saliente, Nafai tropezo con alguien que entraba. Como llevaba la cabeza gacha, solo le vio los pies. Teniendo la camisa manchada con la sangre de su plegaria, esperaba que el hombre le cediera el paso, pero el otro no se apartaba.

—Meb —dijo Issib.

Nafai irguio la cabeza. Era Mebbekew. En un instante de hiriente claridad, creyo ver a su hermano entero. Ya no vestia esa indumentaria llamativa que lo caracterizaba. Meb ahora vestia como hombre de negocios, con prendas caras. A Nafai no le importaba la ropa ni el misterio del origen del dinero, pues no habia tal misterio. Al observar el rostro de Mebbekew, Nafai supo —sin palabras, sin razonamientos— que Mebbekew era hombre de Gaballufix. Tal vez era su expresion. Meb siempre solia esbozar una sonrisa nerviosa, con un destello socarron en los ojos, y ahora parecia grave, pomposo y temeroso de… ?De que? De si mismo. Del hombre en quien se estaba convirtiendo.

Del hombre que era su dueno. No habia nada en su semblante ni en su indumentaria que lo senalara como perteneciente a Gaballufix, y sin embargo Nafai lo sabia. Asi ha de ser como Hushidh, penso, capta las conexiones entre las personas. Sin razonamiento, pero sin dudas.

—?Por que rezabas? —pregunto Mebbekew.

—Por ti —respondio Nafai.

Lagrimas inexplicables humedecieron los ojos de Mebbekew, pero el rostro y la voz se negaron a admitir los sentimientos que las provocaban.

—Reza por ti —dijo Mebbekew—, y por esta ciudad.

—Y por Padre —anadio Nafai.

Mebbekew dilato los ojos, apenas un poco, pero Nafai supo que habia dado en el blanco.

—Apartate —murmuro una voz queda pero colerica a sus espaldas. Uno de los meditadores, quiza. Un extrano, de cualquier modo—. Cede el paso al joven de potente plegaria.

Mebbekew retrocedio hacia las oscuras sombras del interior del templo. Nafai paso por su lado y se reunio con Issib, quien aguardaba en el corredor.

—?Que hace Meb aqui? —pregunto Issib cuando se alejaron.

—Tal vez haya ciertas cosas que no puede hacer sin hablar primero con el Alma Suprema.

—O tal vez considere conveniente que lo vean en publico como un hombre piadoso.

8. ADVERTENCIA

Cuando Nafai e Issib llegaron a casa, Truzhnisha aun estaba alli. Habia pasado el dia cocinando, reponiendo la comida del refrigerador. Pero no habia nada caliente y recien preparado para la cena. Padre no permitia que el ama de llaves mimara a sus hijos.

Truzhnisha noto que Nafai estaba defraudado.

—?Como iba a saber que esta noche vendriais a cenar a casa?

—A veces lo hacemos.

—Pues yo uso el dinero de tu padre, compro comida y la preparo para servirla caliente, y luego nadie viene. Sucede con frecuencia, y la comida se desperdicia porque yo la preparo de otro modo para congelarla.

—Si, siempre la cueces mas de la cuenta —protesto Issib.

—Para que quede tierna para tus debiles mandibulas.

Issib le gruno como un perro. Era como un juego. Solo Truzhya podia jugar con el exagerando su debilidad; solo con Truzhya Issib grunia, remedando una fuerza viril que siempre estaria fuera de su alcance.

—Tu comida congelada es sabrosa, de todos modos —dijo Nafai.

—Oh, gracias. —El tono exagerado indicaba que Truzhnisha se habia ofendido, pero Nafai lo habia dicho con franqueza, como un cumplido. ?Por que todos creian que era mordaz o hiriente cuando solo pretendia ser amable? Alguna vez tendria que aprender cuales eran las senales que detectaba la gente, atribuyendole siempre la intencion de ser ofensivo.

—Vuestro padre esta en los establos, pero quiere hablar con ambos.

—?Por separado? —pregunto Issib.

—?Pues como saberlo? ?Debo poneros en fila frente a la puerta?

—Claro que si —dijo Issib. Luego cerro las mandibulas como un perro que diera una dentellada—. Si no fueras una cabra vieja e inutil.

—Pues mira quien fue a llamarme inutil —rio Truzhnisha.

Nafai miro azorado. Issib decia cosas realmente insultantes y ella las tomaba a risa. Nafai la felicitaba por su comida y ella lo tomaba como un insulto. Deberia irme al desierto y convertirme en agreste, penso Nafai. Claro que solo las mujeres podian ser agrestes, protegidas de todo dano por la costumbre y la ley. En el desierto una agreste recibia mejor trato que en la ciudad: las gentes del desierto no tocaban a las mujeres sagradas y les ofrecian agua y comida. Pero un hombre que viviera solo en el desierto seria asaltado y asesinado en menos de un dia. Ademas, penso Nafai, no tengo la menor idea de como sobrevivir en el desierto. Padre y Elemak saben, pero necesitan llevar muchas provisiones. En el desierto, sin provisiones, moririan tan pronto como yo. La diferencia es que se sorprenderian de morir, porque se creen expertos en supervivencia.

—?Estas despierto, Nafai? —pregunto Issib.

—?Quien? Si, claro.

—?Y piensas guardarte esa comida de recuerdo? Nafai bajo los ojos y vio que Truzhya le habia servido un plato abundante.

—Gracias —dijo.

—Darte comida a ti es como dejarla en la tumba de los antepasados —dijo Truzhya.

—Ellos no dan las gracias —replico Nafai.

—Vaya, Nafai ha dicho «gracias» —rezongo ella.

—?Pues que deberia decir?

—Come y calla —dijo Issib.

—Quiero saber por que esta mal que te de las gracias.

—Ella bromeaba contigo. Estaba jugando. No tienes sentido del humor, Nyef.

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