Nafai se recosto en su estera, cerca de la puerta, en el tradicional lugar del sirviente.

—?Y que hay de nosotros?

—?Que hay de nosotros? ?Piensas rebelarte contra el Alma Suprema porque tu padre te ha dado una tienda pequena?

—No.

—Padre confia en que seamos leales mientras procura recobrar a Elya y Meb. La confianza de Padre es el mayor honor. Me enorgullece estar en esta tienda.

—Dicho de ese modo, tambien yo me enorgullezco.

—Duermete.

—Despiertame si necesitas algo.

—?Que puedo necesitar cuando tengo mi silla al lado?

—dijo Issib.

La silla estaba a los pies de Issib, y era casi inutil cuando el no estaba sentado encima. Nafai quedo desconcertado un instante, pero comprendio que Issib lo reconvenia: ?de que te quejas, Nafai, cuando estar lejos del campo magnetico de la ciudad significa que no puedo usar los flotadores y me tienen que cuidar como a un crio? Para Issib debe de ser humillante que yo lo desnude, penso Nafai. Sin embargo lo soporta sin quejas, y todo por Padre.

En medio de la noche Nafai desperto, desvelandose al instante. Se quedo escuchando. ?Issib lo habia llamado? No, su hermano aun mantenia la ritmica respiracion del sueno. ?Se habia despertado porque estaba incomodo? No, porque la arena que habia bajo la estera volvia ese suelo mas comodo que el de su habitacion. Tampoco era el frio, ni el aullido distante de un perro salvaje, y no podian ser los mandriles, pues de noche dormian en absoluto silencio.

La ultima vez que se habia despertado asi, Nafai habia encontrado a Luet en el cuarto de los viajeros y el Alma Suprema le habia hablado a Padre durante la noche.

?Entonces sonaba? ?El Alma Suprema me ha ensenado algo en suenos? Pero Nafai no recordaba ningun sueno. Solo que se habia despertado de golpe.

Se levanto con sigilo, para no despertar a Issib, y se deslizo bajo el mosquitero que cubria la puerta. Fuera hacia mas frio que dentro, claro, pero habian viajado tan al sur que el otono aun no habia llegado a ese lugar, y las aguas del mar del Rumen eran mas calidas y placidas que el oceano que lamia la costa oriental de Basilica.

Los camellos dormian en su pequeno corral. Los dispositivos de vigilancia, valiendose de frecuencias sonicas y emision de feromonas, mantenian a raya a los animales de la region. El arroyo chapoteaba sobre las piedras con una melodia sincopada. Las hojas de los arboles susurraban en la brisa nocturna. Si hay un sitio en toda Armonia donde un hombre podria vivir en paz, helo aqui, penso Nafai. Y sin embargo yo no puedo dormir.

Nafai camino rio arriba y se sento en una piedra a orillas del agua. Tirito en la brisa fresca y por un instante lamento no haberse vestido. Pero su intencion no era quedarse levantado. Pronto regresaria a la tienda.

Miro alrededor, escrutando las colinas bajas. A menos que una persona observara desde esas colinas, no veria este irrigado valle. Aun asi, era extrano que no hubiera mas habitantes que esa tribu de mandriles y que no hubiera el menor indicio de presencia humana. Tal vez no habia colonos porque estaban muy lejos de las rutas comerciales. La tierra apenas bastaba para mantener a escasas personas, aunque la cultivaran toda. Era un lugar solitario y poco lucrativo. Los salteadores podian usarlo como refugio, pero resultaba demasiado apartado para que lo usaran las caravanas. Era precisamente lo que necesitaban en esos tiempos de exilio. Como si estuviera preparado para ellos.

Por un instante Nafai se pregunto si aquel valle habria cobrado existencia cuando ellos lo necesitaban. ?El Alma Suprema tenia tanto poder como para transformar el paisaje a voluntad?

Imposible. El Alma Suprema podia gozar de esos poderes en el mito y la leyenda, pero en el mundo real sus poderes parecian totalmente limitados a la comunicacion: la difusion de obras de arte, la influencia mental sobre quienes recibian visiones o, mas comunmente, la anulacion del pensamiento para evitar que los curiosos indagaran ideas prohibidas.

Por eso este lugar ha estado desierto hasta que nosotros llegamos, penso Nafai. Para el Alma Suprema seria sencillo lograr que los viajeros del desierto cambiaran de idea en cuanto pensaran dirigirse hacia el mar del Rumen. El Alma Suprema lo preparo para nosotros, no creandolo a partir de la roca, no haciendo que un pozo de agua brotara como un manantial, un arroyo para nosotros, sino impidiendo que otros vinieran aqui, de modo que estuviera desierto cuando llegaramos.

El Alma Suprema persigue un grandioso proposito aqui, planes dentro de planes. Escuchamos su voz, analizamos sus visiones, pero aun somos titeres. Ignoramos si tiran de nuestros hilos y desconocemos el rumbo de nuestra danza. No esta bien, penso Nafai. Ni siquiera es bueno, pues si los seguidores del Alma Suprema son ciegos, si no pueden juzgar los propositos del Alma Suprema, no escogen libremente entre el bien y el mal, ni entre la sabiduria y la necedad, sino que solo eligen someterse a los propositos del Alma Suprema. ?Como se pueden llevar a cabo los planes del Alma Suprema si todos sus seguidores son gentes debiles que la obedecen sin comprender?

Yo te servire, Alma Suprema, con todo el corazon, si comprendo lo que intentas hacer, que significa. Y si tu proposito es bueno.

?Quien soy yo para juzgar que es bueno?

Cuando este pensamiento le acudio a la mente, Nafai se rio en silencio de su arrogancia. ? Quien soy yo para erigirme en juez del Alma Suprema?

Luego se estremecio. ?Quien me puso ese pensamiento en la mente? ?No habra sido la misma Alma Suprema, tratando de domarme? No me dejare domar, solo persuadir. No admitire coercion, obnubilacion, trucos ni prepotencia. Solo estoy dispuesto a dejarme convencer. Si no confias en tu bondad lo suficiente como para contarme que intentas hacer, Alma Suprema, estas confesando tu debilidad moral y jamas te servire.

El claro de luna que chispeaba en la superficie del arroyo de pronto se transformo en la luz del sol reflejada por los satelites de metal que orbitaban perpetuamente en torno del planeta Armonia. Nafai vio con la mente que los satelites se tambaleaban en sus orbitas y caian, ardiendo y pulverizandose al entrar en la atmosfera. Los primeros colonos humanos de este mundo habian construido dispositivos destinados a durar diez o veinte millones de anos. Para ellos habia parecido una eternidad: un periodo mucho mas largo que la existencia de la especie humana multiplicada varias veces. Pero habian transcurrido cuarenta millones de anos, y el Alma Suprema ahora cumplia su mision con una cuarta parte de los satelites que poseia al principio, apenas la mitad de los que habia tenido en los primeros treinta millones de anos. Con razon el Alma Suprema se habia debilitado.

Pero sus planes aun eran importantes. Aun era preciso que se llevaran a cabo. Issib y Nafai tenian razon: el Alma Suprema era obra de los primeros colonos humanos y cumplia un solo proposito: convertir Armonia en un mundo donde la humanidad nunca tuviera poder para destruirse. |

?No hubiera sido mejor, penso Nafai, cambiar a la humanidad para que ya no deseara destruirse?

La respuesta acudio a su mente con tal claridad que supo que era una contestacion del Alma Suprema. No, no hubiera sido mejor.

?Pero por que?, pregunto Nafai.

Muchas respuestas acudieron a su mente al unisono, en un borboton que le impidio comprenderlas. Pero poco a poco, con creciente nitidez, algunas ideas hallaron expresion en el lenguaje. Frases tan claras como si otra voz las hubiera pronunciado. Pero no era otra voz: era la voz de Nafai, en un debil intento de capturar en palabras un vestigio de lo que le habia comunicado el Alma Suprema.

En la mente de Nafai, la voz del Alma Suprema dijo lo siguiente: si yo le hubiera arrebatado el deseo de violencia, la humanidad ya no seria humana. No porque los seres humanos necesiten ser violentos para ser humanos, pero si alguna vez perdeis la voluntad de dominar, la voluntad de destruir, debe ser porque vosotros habeis escogido perderla. Mi papel no era el de obligaros a ser bondadosos, sino el de manteneros vivos mientras decidiais por vuestra cuenta quienes queriais ser.

Nafai temio formular otra pregunta, por miedo a ahogarse en el torrente mental. Pero no podia dejar de hacerla. Dime despacio. Dime suavemente. Pero dime: ?que hemos decidido?

Para su alivio, la respuesta no fue un caudal de ideas puras e inefables. Esta vez fue como si una ventana se le abriera en la mente y pudiera ver a traves. Las escenas y rostros que contemplaba eran recuerdos, cosas que habia visto u oido en Basilica, cosas que ya estaban en su mente, preparadas para que el Alma Suprema las

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