Cogio un punado de guijarros del suelo.

—Tres claros y uno oscuro. —Pero al hablar, Elemak oculto entre dos dedos una cuarta piedra de color claro—. El que saque la piedra oscura ira a la ciudad.

—De acuerdo —acepto Meb, y los otros asintieron.

—Yo tendre las piedras —dijo Nafai.

—Nadie tiene las piedras, querido chiquillo —dijo Elemak—. Podria hacer trampa, ?no? — Elemak alzo la mano hacia una plataforma de roca que no se veia desde donde estaban—. Pero cuando yo haya terminado de mezclarlas, tu puedes mezclarlas tambien, Nafai. Asi sabremos que nadie sabe de que color es cada piedra.

Nafai dio un paso, alzo la mano y mezclo las piedras. Cuatro, naturalmente. Elemak sabia que palparia las cuatro piedras y se daria por satisfecho. Pero no podia saber que la piedra oscura estaba ahora entre los dedos de Elemak, y que las cuatro piedras de la plataforma de roca eran claras.

—Mientras tienes la mano ahi arriba, Nyef, aprovecha para escoger una piedra.

Nafai, pobre tonto, saco una piedra clara y fruncio el ceno. ?Que esperaba? Era un juego de hombres. Esos chiquillos no comprendian que un hombre con las responsabilidades de Elemak no habria durado mucho en el camino si no supiera apanarselas para poner el azar de su parte cuando echaba suertes.

—Ahora yo —dijo Issib.

—No —dijo Elemak—. Mi turno.

Era otra regla de oro. Elemak tenia que jugar entre los primeros, pues de lo contrario alguien sospecharia, revisaria las piedras y descubriria que ninguna era oscura. Alzo la mano, fingio que escogia y al fin saco la piedra oscura, pero ocultando entre los dedos la piedra clara que sobraba. Cuando revisaron, solo quedaban dos piedras en la roca.

—La reconociste al palparla —acuso Mebbekew.

—No seas mal perdedor. Si todo anda bien, quiza todos podamos ir a la ciudad. Todo depende de la reaccion de Gaballufix. Y es mi hermano. Si alguien puede persuadirlo, ese soy yo.

—Pienso ir de un modo u otro —insistio Issib—. Esperare hasta que regreses, pero no me ire de aqui sin entrar.

—Issya, no puedo prometer que vaya a permitirte entrar en la ciudad. Pero puedo prometerte que antes de irnos de aqui nos aproximaremos lo suficiente para que puedas usar los flotadores. ?De acuerdo?

Issib asintio huranamente.

—Pero dadme vuestra palabra de que nadie se movera de aqui hasta que yo regrese.

—?Que haremos si Gaballufix te mata? —pregunto Meb.

—No lo hara.

—?Que haremos si Gaballufix te mata? —insistio Meb.

—Si no regreso al amanecer —dijo Elemak—, estoy muerto o capturado. En tal caso, queridos hermanitos, ya no estare al mando y me importa un comino lo que hagais. Regresad a casa, con Padre, o id a la ciudad a follar, a perderos o haceros matar. Es cosa vuestra. Pero no os preocupeis. Regresare.

Eso les dio mucho que pensar mientras los conducia al barranco, a un claro donde nadie podria encontrarlos.

—Pero mirad —dijo Elemak—. Desde aqui veis las murallas de la ciudad. Podeis ver la Puerta Alta.

—?Usaras esa puerta? —pregunto Nafai.

—Para entrar —dijo Elemak—. Para salir, usare cualquier puerta adonde pueda llegar.

Y con esas palabras se alejo a grandes pasos, deseando tener tanto valor como aparentaba ante ellos.

Ingresar en la ciudad por la Puerta Alta era menos comprometido que por la Puerta del Mercado, pues alli no habia Mercado del Oro que proteger. Aun asi, Elemak tuvo que hacerse examinar el pulgar para demostrar que era ciudadano, y asi el ordenador de la ciudad supo que habia entrado. Elemak estaba seguro de que aunque el ordenador de Gabya no estuviera conectado con los ordenadores de la ciudad —lo cual seria ilegal— sin duda tendria informadores en el gobierno, y si Gabya tenia interes en la novedad, al cabo de unos instantes sabria que Elemak habia entrado en Basilica.

Le alivio que el guardia de la puerta no lo detuviera; al menos Gaballufix no habia puesto su nombre para arresto inmediato. O quiza Gabya aun no tuviera tanto poder en la ciudad como proclamaba ante sus amigos y seguidores. Quizas aun no podia impartir ordenes para que los guardias detuvieran a sus enemigos personales.

?Soy su enemigo?, penso Elemak. Su hermano, si. Su amigo, no. Un aliado de conveniencia durante un tiempo, si. Ambos vimos modos de obtener beneficios de una relacion mas estrecha. ?Me vera ahora como una vieja transaccion frustrada, como un amigo potencialmente util o como un traidor a quien castigar?

Elemak pensaba ir directamente a casa de Gaballufix, pero una vez dentro de la ciudad cambio de parecer. Ambulo desde Embudo hasta la Calle de la Biblioteca, y luego cogio Templo hasta Ala. Templo o Ala lo habrian llevado cerca de la casa de Gabya, pero las tropas inquietaban a Elemak. Habia mas soldados que antes de su partida al desierto, y aunque evitaba mirarlos directamente, lo alarmaban cada vez mas. Al fin, cuando vio que un grupo de doce cogia la Calle del Ala, se aplasto contra una puerta y les echo una ojeada cuando pasaron.

De inmediato comprendio que le perturbaba. Todos eran identicos: el rostro, la ropa, las armas, todo.

—Imposible —jadeo.

No podia haber tantas personas identicas en el mundo al mismo tiempo. Recordo las antiguas leyendas sobre clonacion: brujas y hechiceros que intentaban dominar el mundo creando copias geneticamente identicas de si mismos, los cuales inevitablemente (al menos en las leyendas) se volvian contra sus creadores y los mataban. Pero esto era el mundo real, y estos eran soldados de Gabya; el no sabia nada de clonacion y si hubiera podido hacer clones, habria escogido un modelo mejor que aquella figura obtusa que recorria las calles.

—Es una farsa —dijo una mujer.

No habia nadie en el umbral con Elemak. Solo al salir descubrio a quien le hablaba, una agreste anciana y mugrienta, desnuda excepto por las capas de lodo y polvo que la cubrian. Elemak no era de los que consideraban a las agrestes objeto de deseo, aunque algunos de sus amigos las usaban tan desaprensivamente como si fueran orinales para su lujuria. La habria ignorado, pero ella parecia haber respondido a su comentario. Ademas, nada mas seguro que hablarle a una anonima mujer sagrada del desierto.

—?Como lo hacen? —pregunto—. Todos son iguales.

—Dicen que es una vieja tecnica teatral, muy en boga hace mil anos.

No hablaba como una mujer del desierto.

—?Como funciona?

—Es una redecilla que se usa como una capa. Un control de la cintura la enciende y la apaga. Se adapta automaticamente a la luz circundante. Es muy brillante bajo la luz del sol, mas opaca en el claro de luna o la sombra. Un dispositivo muy ingenioso.

La voz de la mujer sonaba cada vez mas refinada.

—? Quien eres ? —pregunto Elemak. Ella le escruto el rostro.

—Soy el Alma Suprema. ?Y quien eres tu, Elemak? ?Mi amigo o mi enemigo?

Elemak sintio un escalofrio de terror. Se habia preocupado tanto por Gaballufix, habia temido tanto que un soldado lo identificara, gritara su nombre y lo arrestara o lo matara en el acto que quedo estupefacto cuando una loca de la calle lo reconocio. ?Como es posible ocultarse cuando los enemigos callejeros conocen tu nombre? Solo cuando ella se movio, insertandose el indice en el ombligo y moviendolo como si resolviera una aborrecible mixtura, la repulsion supero el miedo y Elemak echo a correr a ciegas calle abajo.

Su plan de caminar sin llamar la atencion quedo arruinado, pero tuvo la presencia de animo de no ir directamente a casa de Gabya. Antes queria recobrarse. Pero ?adonde ir? El habito lo llevaria a casa de su madre. La vieja Hosni tenia una bonita casa en Los Pozos, cerca de Puerta Trasera, donde se inmiscuia en politica y creaba y destruia la reputacion de jovenes que ascendian en el gobierno. Pero el deseo triunfo sobre la costumbre, y en vez de buscar refugio en casa de su madre se encontro en el porche de la casa de Rasa.

Habia estudiado alli en su infancia, incluso antes de que Padre fuera esposo de ella; en realidad, su padre y su maestra se habian conocido porque la madre de Elemak lo habia llevado a casa de Rasa. Habia sido embarazoso que los demas estudiantes chismorrearan acerca de la relacion entre la maestra y el padre de Elya, y nunca se habia sentido a sus anchas hasta que al fin termino su educacion a los trece anos. Pero ahora no acudia como estudiante, sino como pretendiente, un pretendiente a quien habian recibido de buen grado.

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