ver a un› nino sin autorizacion especifica de un adulto. Pero no sabia que Padre te lo habia dado.

—Bien, solo me dio el codigo de entrada. Yo me las apane para averiguar el resto.

Mebbekew estaba palido.

—?Y en todo este tiempo, mientras yo vivia como un mendigo en la ciudad, tenias acceso a toda la fortuna de Padre?

—Piensalo, Meb —dijo Elemak—. ?A quien mas confiaria Padre su codigo? Nafai es un nino, tu eres un derrochon y yo tenia constantes desavenencias con el acerca del modo de invertir el dinero. En cambio Issib… ?que iba a hacer el con el dinero?

—Que bien. Como no necesita dinero, recibe todo el que quiere.

—Si yo hubiera usado el codigo para sacar dinero, el lo habria alterado, asi que nunca lo use —dijo Issib—. Quiza tenga otro codigo mas para tener acceso al dinero… Nunca lo intente. Y tampoco lo intentare ahora, asi que ya podeis olvidarlo. Padre no nos autorizo a dilapidar la fortuna familiar.

—Nos dijo que el Alma Suprema queria que le llevaramos el indice —senalo Nafai—. ?No lo entiendes? El indice es tan importante que Padre tuvo que enviarnos a enfrentarnos con su enemigo, un hombre que planeaba matarlo.

—Vamos, Nyef, eso fue un sueno de Padre, no algo real —protesto Mebbekew—. Gaballufix no pensaba matar a Padre.

—Claro que si —intervino Elemak—. Pensaba matar a Roptat y a Padre, y luego inculparme. Mebbekew quedo boquiabierto.

—Dispondria las cosas para que hallaran mi pulsador, el que te preste a ti, Mebbekew, cerca del cadaver de Padre. Fuiste muy torpe al perder mi pulsador, Meb.

—?Como sabes todo esto? —pregunto Issib.

—Gaballufix me lo conto mientras trataba de convencerme de que yo estaba indefenso.

—Entonces acudamos al consejo —sugirio Issib—. Si Gaballufix confeso…

—Confeso, o mas bien alardeo, ante mi, a solas. Mi palabra contra la suya. Es inutil contarselo a nadie. No serviria de nada.

—Esta es la oportunidad —dijo Nafai—. Hoy, ahora mismo. Vayamos a la casa, entremos en los archivos de Padre a traves de su propia biblioteca, convirtamos todos los fondos en activos liquidos. Iremos al Mercado del Oro y obtendremos lingotes, bonos negociables, joyas y demas, y luego iremos a ver a Gaballufix…

—Y el nos roba todo, nos mata y deja nuestros cuerpos hechos picadillo para que los chacales los encuentren en una zanja de las afueras —concluyo Elemak.

—Claro que no —dijo Nafai—. Llevaremos un testigo… alguien que el no se atrevera a tocar.

—?Quien? —pregunto Issib.

—Rashgallivak —declaro Nafai—. El no solo es mayordomo de la casa de Wetchik. Es Palwashantu y goza de gran confianza y prestigio. Lo llevamos con nosotros, observa todo, presencia el cambio de la fortuna de Padre por el indice y nos vamos sanos y salvos. Gaballufix podria matarnos a nosotros, pues nosotros estamos ocultos y Padre se encuentra en el exilio, pero no puede tocar a Rash.

—?Es decir que los cuatro visitaremos a Gaballufix? —pregunto Issib.

—?E iremos a la ciudad? —inquirio Mebbekew.

—No es mal plan —concedio Elemak—. Arriesgado, pero es cierto que es el momento para actuar.

—Asi que vayamos a la casa —resolvio Nafai—. Podemos dejar los animales aqui esta noche, ?verdad? Issib y yo podemos ir a la biblioteca de Padre para efectuar la transferencia de fondos, mientras Meb y tu encontrais a Rash y lo traeis aqui para que vayamos juntos a ver a Gaballufix.

—?Rash aceptara? —pregunto Issib—. ?Que ocurriria si Gaballufix decide matarnos de todos modos ?

—Aceptara —dijo Elemak—. Es un hombre totalmente leal. Jamas traicionara a la casa de Wetchik.

Solo tardaron una hora. Atardecia cuando entraron en el Mercado del Oro e iniciaron las transacciones finales. Todos los fondos que no estaban comprometidos en bienes inmuebles se encontraban disponibles en el archivo bancario de Issib, el cual, al igual que los archivos bancarios de todos los hermanos, era un mero subarchivo de la cuenta general de Padre. Si alguien dudaba de que Issib tuviera autorizacion para gastar tanto, alli estaba Rashgallivak, observando en silencio. Todos sabian que si Rash estaba alli, la transaccion era legitima.

La cantidad representaba la mayor compra de bienes portatiles en la historia reciente del Mercado del Oro. Ningun agente contaba con lingotes, joyas ni bonos suficientes para afrontar toda la compra. Durante mas de una hora, hasta que el sol se puso detras de la muralla roja y el Mercado del Oro quedo en las sombras, los agentes trajinaron hasta que al fin reunieron toda la cantidad en una sola mesa. Se transfirieron los fondos; una suma desorbitante se desplazo de una columna a otra en todas las pantallas (pues todos los agentes seguian la operacion, anonadados). Envolvieron los lingotes en tres paquetes de pano, guardaron las joyas en sacos, plegaron los bonos en carpetas de cuero. Luego los paquetes se distribuyeron entre los cuatro hijos de Wetchik.

Uno de los agentes ya habia llamado a media docena de guardias de la ciudad para que los acompanaran, pero Elemak se nego.

—Si nos acompanan los guardias, todos los ladrones de Basilica los veran y espiaran adonde vamos. Nuestras vidas no valdran nada. Nos moveremos deprisa y sin guardias, con sigilo.

De nuevo los agentes miraron a Rashgallivak, quien asintio aprobatoriamente.

Al cabo de media hora de marcha por las calles de la ciudad, atentos a cada mirada, llegaron a las puertas de la casa de Gaballufix. Nafai advirtio de inmediato que reconocian a Elemak y Mebbekew. Tambien a Rashgallivak, pero Rash era muy conocido en el clan Palwashantu, y hubiera sido extrano que no lo reconocieran. Solo hubo que presentar a Nafai e Issib cuando Gaballufix los recibio en el gran salon de su casa, mejor dicho, la casa de su esposa.

—Asi que tu eres el que vuela —le dijo Gaballufix a Issib.

—Floto —corrigio Issib.

—Eso veo —asintio Gaballufix—. Hijos de Rasa, ambos. —Miro a Nafai directamente a los ojos—. Muy corpulento para ser tan joven.

Nafai guardo silencio. Concentraba la atencion en estudiar el rostro de Gaballufix. Muy vulgar, a decir verdad. Un poco fofo. Ya no era joven, aunque era menor que Padre, quien habia dormido con la madre de Gaballufix al menos el tiempo suficiente para engendrar a Elemak. Existia una leve semejanza entre Elya y Gaballufix, pero no demasiada, solo en el cabello oscuro y los ojos demasiado juntos.

Si los ojos los asemejaban, tambien los diferenciaban, pues los de Gaballufix, turbios e inflamados, contrastaban con los de Elemak, atentos y penetrantes. Elemak era un vigoroso hombre de accion, un hombre del desierto que podia enfrentarse a forasteros y lugares desconocidos con coraje, confianza y aplomo; Gaballufix, en cambio, era un hombre que no iba a ningun lado y no hacia nada, sino que se refugiaba en su guarida mientras otros trabajaban para el. Elemak salia a penetrar el mundo, cambiandolo cuando podia; Gaballufix se plantaba en un sitio y sorbia el mundo hasta secarlo, vaciandolo para llenarse el.

—Conque el chiquillo es mudo —comento Gaballufix.

—Por primera vez en su vida —dijo Meb. Hubo risillas nerviosas.

—?Por que los hijos y el mayordomo de Wetchik me honran con esta visita?

—Padre quiso que intercambiaramos regalos contigo —explico Elemak—. Vivimos en un lugar donde necesitamos poco dinero, pero Padre se ha encaprichado con el indice. Mejor dicho, el Alma Suprema se lo ha ordenado. Mientras que tu, Gaballufix, poco puedes hacer con el indice, pues ni siquiera lo habras mirado desde que diriges el consejo del clan. En cambio podrias aprovechar una parte de la fortuna Wetchik mucho mejor que Padre, quien esta lejos de la ciudad.

Era un discurso elocuente, atinado y totalmente enganoso, y Nafai lo admiro. No quedaron dudas de que se intentaba efectuar una compra, pero estaba delicadamente disimulada como un intercambio de obsequios, para que nadie pudiera acusar abiertamente a Gaballufix de haber vendido el indice, ni a Padre de haberlo comprado.

—Mi pariente Wetchik es demasiado generoso conmigo —respondio Gaballufix—. No creo que pueda ayudarle mucho con administrar una infima parte de su cuantiosa fortuna. Por toda respuesta, Elemak se adelanto y desenvolvio un pesado paquete de lingotes de platino. Gaballufix cogio un lingote y lo observo.

—Una belleza —reconocio—. Sin embargo, es una parte tan infima de la fortuna Wetchik que me sentiria

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