—?A cuanto ascienden los gastos del clan? —pregunto Rashgallivak.

—Una bagatela. No pierdas el tiempo preocupandote por eso. ?O eres tan indigno de confianza como Volemak y sus hijos?

—?Ves? —dijo Elemak—. Ya empieza… haz lo que Gabya quiere o dejaras de ser el mayordomo de la fortuna Wetchik.

—La ley es la ley —sentencio Gaballufix—. Y ya es hora de que estos jovenzuelos derrochones se marchen de mi casa antes de que los acuse del asesinato de su padre.

—Antes de que digamos otra cosa que ayude a Rash a ver la verdad, querras decir — replico Elemak.

—Nos iremos —dijo Mebbekew—. Pero esta chachara acerca del consejo del clan Palwashantu y nombrar Wetchik a Rashgallivak es orina de rata. Eres un ladron, Gabya, un ladron asesino y embustero que hubiera matado a Roptat y a Padre si no hubieramos abandonado la ciudad tal como lo hicimos, y no dejaremos nuestra fortuna familiar en tus sangrientas manos.

Mebbekew se abalanzo sobre las joyas y cogio una bolsa.

Al punto los soldados acometieron contra los cuatro. En un santiamen le arrebataron las joyas y sin mayor ceremonia los expulsaron del salon, los empujaron por las puertas y los arrojaron a la calle.

—?Largo de aqui! —gritaron los soldados—. ?Ladrones! ?Asesinos!

Nafai aun no entendia lo que habia ocurrido cuando Mebbekew le cogio la garganta.

—?Tenias que poner todo el tesoro en la mesa!

—Pensaba quedarselo de todos modos —protesto Nafai.

—Callaos, tontos —ordeno Elemak—. Esto no se ha terminado. Nuestras vidas no valen nada… Tal vez tenga hombres aguardando para matarnos en las cercanias. Y recordad lo que Rasa me dijo hoy: No confieis en ningun hombre. —Repitio la frase, cambiando un poco el enfasis—: No confieis en ningun hombre. Nos reuniremos esta noche donde dejamos los camellos. Daremos por muerto al que no haya llegado alli al alba. Ahora corred… y no vayais a ningun sitio donde os puedan estar esperando.

Elemak echo a andar hacia el norte. Al cabo de unos pasos giro sobre los talones.

—?Vamos, tontos! Mirad… ?Ya hacen senas a sus matones! Nafai vio que uno de los soldados del porche de Gaballufix alzaba un brazo y senalaba con el otro.

—?A que velocidad puedes ir con esos flotadores? —le pregunto Nafai a Issib.

—A mayor velocidad que tu —respondio Issib—. Pero a menos velocidad que el haz de un pulsador.

—El Alma Suprema nos protegera —dijo Nafai.

—Bien —dijo Issib—. Ahora muevete, tonto.

Nafai agacho la cabeza y se interno en la muchedumbre. Habia corrido un centenar de metros hacia el sur por la Calle de la Fuente cuando se volvio para ver por que la gente gritaba a sus espaldas; Issib se habia elevado una veintena de metros y desaparecia detras del tejado de una casa que estaba frente a la de Gaballufix. No sabia que podia hacer eso, penso Nafai.

Y mientras echaba a correr, penso que quizas Issib tampoco lo supiera.

—Alla va uno —rugio una voz aspera.

De pronto un hombre le cerro el paso, espada energetica en mano. Una mujer jadeo; la gente se aparto. Pero casi sin saber que lo sabia, Nafai sintio la presencia de un hombre a sus espaldas. Si retrocedia ante el hombre de la espada, caeria en manos del verdadero asesino, que aguardaba detras.

Asi que Nafai se lanzo hacia delante. Su enemigo no esperaba que ese jovenzuelo desarmado embistiera, y su estocada fallo. Nafai le asesto un rodillazo en la entrepierna, alzandolo en vilo. El hombre grito. Nafai lo aparto de un empellon y corrio con todas sus fuerzas, sin mirar atras, y mirando adelante solo para esquivar a la gente y cuidarse del vibrante fulgor rojo de otra espada, o del caliente rayo blanco de un pulsador.

13. FUGA

Issya nunca habia tratado de elevarse tanto con los flotadores. Sabia que respondian a la tension muscular, que cuando el apretaba un flotador este se «clavaba» en el aire. Pero siempre habia creido que la posicion era relativa al suelo. No estaba del todo equivocado: cuanto mas se elevaba, mas tendian los flotadores a «resbalar» hacia abajo, pero aun asi pudo escalar el aire hasta llegar a la altura de los tejados.

Todos lo miraron, naturalmente, pero eso era lo que queria. Miradme, y hablad del joven invalido que «volo» hacia el tejado. Los matones de Gaballufix no se atreverian a dispararle ante tantos testigos, y menos frente a la casa de su jefe.

Pronto comprobo que no habia nadie en los tejados, asi que los uso como una especie de carretera, deslizandose entre pozos de ventilacion y chimeneas, cupulas y huecos de ascensores, lomas y arboles de los jardines altos. Una vez sorprendio a un anciano que reparaba la mamposteria del parapeto de una viuda; el tamborileo de una teja rota preocupo a Issib un instante, pero al volverse vio que el hombre no se habia caido, sino que miraba a Issib boquiabierto. ?Esta noche circularan rumores, se pregunto Issib, sobre un joven semidios que sobrevolo Basilica, tal vez enamorado de una mortal de incomparable belleza?

Era una manzana excepcionalmente larga, pues se habia construido sobre varias calles de la zona. Habia recorrido un buen trecho sin descender a la calle, sin duda a mas velocidad que sus perseguidores. Siempre era posible que Gaballufix tuviera sicarios apostados en las puertas de la ciudad; si habia una emboscada, seria en la Puerta Trasera, la mas cercana a su casa. Asi que Issib no pudo permitirse el lujo de descuidarse cuando descendio a la calle.

Pero antes de alejarse de los tejados, echo una mirada nostalgica a la roja muralla de la ciudad. El sol aun estaba alto, partido en la mitad por la muralla. Ojala pudiera sobrevolarla. Pero sabia que la muralla estaba erizada de dispositivos electronicos, incluidos los nodos que generaban el campo magnetico que alimentaba los flotadores. Era imposible cruzar por alli. El diminuto ordenador que llevaba en el cinturon nunca ecualizaria el violento choque de fuerzas encima de la muralla.

Llego al linde de un tejado y descendio hacia la muchedumbre. Era el extremo de la Calle Sagrada, por donde se permitia la circulacion de hombres. Muchos notaron su descenso, pero en cuanto llego a la calle floto a poca altura y se confundio con el trafico. Que un maton intente dispararme ahora, penso. En cuestion de minutos llego a la puerta. Los guardias reconocieron el nombre en cuanto el lector de pulgares lo proyecto en la pantalla y le palmearon la espalda para desearle suerte.

En Puerta Trasera no habia desierto, sino los lindes del Bosque Sin Sendas. A la derecha estaba la tupida selva que volvia inaccesible el lado norte de Basilica; a la izquierda sinuosos arroyos, sofocados por arboles y matorrales, descendian de las irrigadas colinas a las aridas rocas del desierto. Para un hombre normal habria sido un viaje de pesadilla, a menos que supiera el camino, como Elemak. Para Issib se trataba de eludir los obstaculos mas altos y flotar cuesta abajo hasta perder la ciudad de vista. Se guio por el sol hasta llegar a la meseta del desierto. Luego enfilo hacia el sur, cruzando el Camino Seco y el Camino del Desierto, hasta que en el ocaso llego al lugar donde habian escondido su silla.

Los flotadores estaban en el limite del campo magnetico de la ciudad y le resulto dificil maniobrar para acomodarse en la silla. La silla solo representaba dificultades y limitaciones. Aun asi, tenia sus ventajas. Disenada como silla multiuso para invalidos, poseia un terminal conectado a la principal biblioteca publica de la ciudad cuando estaba al alcance, con diferentes interfases para personas con diversas incapacidades. Incluso comprendia ciertas palabras clave y podia pronunciar las palabras mas comunes de varias lenguas. Si no existieran los flotadores, la silla hubiera sido el objeto mas preciado de su vida. Pero habia flotadores. Cuando los usaba, era un ser humano normal que ademas gozaba de ciertas ventajas. Cuando no podia usarlos, era un invalido sin ventaja alguna.

Los camellos aguardaban fuera de la influencia del campo magnetico, sin embargo, asi que tendria que usar la silla. Se sento, desactivo los flotadores y guio la silla en su lento y torpe vuelo entre angostos despenaderos hasta que al fin olio y oyo los camellos.

No habia nadie alli; el era el primero. Descendio, posando la silla sobre las patas, y se quedo sentado y alerta mientras estudiaba los informes de la biblioteca buscando matanzas inexplicables u otros episodios violentos. Nada todavia. Pero los redactores de noticias y los chismosos no tardarian en enterarse. Quiza sus

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