lagrimas dulces y tibias me golpeteaban la cara. Me desperte y descubri que tenia el cuerpo caliente y congestionado, y que Luna se habia escondido detras de unas nubes que derramaban una lluvia suave. No lejos, en la playa, una puerta sin umbral ofrecia el refugio de un techo tosco. Me arrastre por debajo de ella, me tape la cara con el brazo y dormi una vez mas deseando no despertarme nunca.

De nuevo la playa se inundo de luz verde. Uno de esos aleteantes horrores que me habia sacado de la voladora del antiguo Autarca revoloteo como una polilla entre mis ojos y Luna, creciendo cada vez mas; por primera vez comprendi que sus alas eran notulas. Aterrizo torpemente en el barro cuarteado, entre lobos blancos.

Sin darme cuenta de que la habia montado nos elevamos juntos. Unas olas iluminadas de luna se cerraron alrededor, y debajo de mi vi la Ciudadela. Entre las torres, que erroneamente yo habia creido derruidas, nadaban peces grandes como barcos; salvo por el agua y los festones de algas, todo estaba como antes. Por un momento temble ante la idea de empalarme en la aguja de un capitel. El gran canon que me habia disparado cuando me conducian hasta la prefecta Prisca volvio a resonar ahora, y la descarga atraveso Oceano con un bramido de vapor.

La descarga me alcanzo, pero no fui yo el que murio entonces; la Ciudadela hundida desaparecio como el sueno que era, y me descubri nadando por la brecha en la muralla, entrando en la Ciudadela real. La cumbres de las torres afloraban entre las olas; y entre ellas estaba juturna, sumergida hasta el cuello, comiendo peces.

—Has sobrevivido —exclame, y senti que tambien esto no era mas que un sueno.

Ella asintio. —Tu no.

Yo estaba debil de sueno y de miedo, pero pregunte: —?Entonces estoy muerto? ?Y tengo que ir a un lugar de los muertos?

Sacudio la cabeza.

—Vives.

—Estoy dormido.

—No. Has… —Hizo una pausa, masticando, sin expresion en el rostro enorme.

Cuando volvio a hablar, unos peces que no eran los grandes peces de mi sueno, sino criaturas plateadas no mas grandes que carpas, saltaron del agua ante la barbilla de Juturna para recoger los fragmentos que le caian de los labios.

—Has resignado tu vida, o lo intentaste. Hasta cierto punto has triunfado.

—Estoy sonando.

—No. Ya no suenas. Continuando asi moririas, si pudieras.

—Fue porque no pude ver a Thecla atormentada, ?no? Ahora he visto la muerte de Urth, y el asesino he sido yo.

—?Quien eras cuando te presentaste ante el Sillon de justicia del hierogramato?

—Un hombre que aun no habia destruido todo lo que amaba.

—Eras Urth, y por lo tanto Urth esta viva. Grite: —?Esto es Ushas!

—Si tu lo dices. Pero Urth vive en Ushas y en ti. —Tengo que pensar —le dije—. Alejarme y pensar. No era mi intencion entonar una suplica, pero al oir mi voz reconoci la de un mendigo.

—Hazlo, pues.

Mire sin esperanza la Ciudadela semisumergida. Como una aldeana que indica el camino a un viajero extraviado, Juturna extendio manos y brazos y me senalo direcciones que yo no habia advertido antes.

—Por alli el futuro, por aqui el pasado. Alli esta el margen del mundo, y mas alla los otros mundos de tu sol y los mundos de otros soles. Aqui esta el arroyo que nace en Yesod y corre hacia Briah. No dude.

XLIX — Apu-Punchau

Las aguas ya no eran del negro de la noche sino de un verde oscuro; me parecio atisbar innumerables hebras de algas, erguidas y balanceandose en la corriente. El hambre me traia el recuerdo de los peces de juturna, y entretanto observaba como Oceano se desvanecia haciendose mas tenue y ligero, y como cada gota diminuta se separaba de las demas, hasta que no quedo mas que niebla.

Tome aliento, y lo que entro fue aire y no agua. Plante el pie en el suelo, y era tierra firme.

Lo que habia sido agua era una pampa de hierba alta hasta la cintura, un mar de hierba cuya costa se perdia en un remolino blanco, como si una turba de fantasmas danzase alli rapida, silenciosa y lugubremente. La caricia de la niebla no consiguio horrorizarme, aunque era mas viscosa que la de un espectro de cuento nocturno. Esperando encontrar comida y calentarme, eche a andar.

Se dice que los que vagan en la oscuridad, y mas aun los que vagan en la niebla, describen meros circulos en la llanura. Puede que este fuera mi caso, pero no lo creo. Un viento tenue agitaba la niebla, y yo mantenia ese viento siempre a mis espaldas.

Una vez habia recorrido la Via de Agua con una sonrisa, imaginandome desafortunado y extasiandome en el infortunio. Ahora sabia que asi habia comenzado el viaje que me convertiria en verdugo de Urth; y aunque mi tarea estaba cumplida, me parecio que nunca volveria a ser feliz; aunque al cabo de una o dos guardias habria sido harto feliz, supongo, con que solo me devolvieran mi capa de oficial.

Por fin el viejo sol de Urth se elevo detras de mi, y se elevo en una gloria coronada de oro. Ante el huyeron los espectros; contemple la extension de la pampa, un verde oceano infinito, susurrante, atravesado por un millar de olas. Infinito, es decir, excepto al este, donde unas montanas levantaban altivas fortalezas no marcadas aun por la forma humana.

Continue hacia el oeste, y mientras andaba se me ocurrio que, si hubiera podido, yo — que habia sido el Sol Nuevo— me habria escondido detras del horizonte. Acaso el que habia sido el Sol Viejo hubiera sentido lo mismo. Al fin y al cabo habia un Sol Viejo en Escatologia y genesis, la obra del doctor Talos, y aunque la representacion hubiese quedado incompleta para siempre, el propio doctor Talos, que se habia vuelto un vagabundo de las tierras occidentales, en una ocasion habia pensado desempenar el papel.

Aves zancudas taconeaban por la pampa pero si me acercaba demasiado huian. Una vez, cuando acababa de aparecer el sol, vi un felino manchado; pero no tenia hambre y se escabullo. Condores y aguilas viraban en el cielo, motas negras contra el brillante cielo azul. Yo estaba tan famelico como ellos; y aunque era imposible en ese lugar, de vez en cuando imaginaba un olor a pescado frito, enganado sin duda por el recuerdo de la miserable taberna donde habia conocido a Calveros y el doctor Talos.

El maestro Palaemon nos habia ensenado que el cliente encerrado en una celda puede aguantar tres dias sin agua; pero para quien se afana bajo el sol ese tiempo es demasiado. Creo que ese dia yo me habria muerto si no hubiese encontrado agua fresca, cosa que sucedio cuando mi sombra parecia ya muy larga. Era solo un arroyuelo, apenas mas ancho que el arroyo que en mi vision llevaba a Briah, y tan hundido en la pampa que no lo vi hasta que casi rode por el barranco.

Rapido como un mono, baje a cuatro manos la orilla rocosa y me sacie con esa agua entibiada por el sol; para quien habia bebido la limpieza del mar tenia sabor a lodo. De haber estado tu conmigo, lector, apremiandome a que siguieramos caminando, creo que te habria matado. Me derrumbe entre las piedras, demasiado exhausto para dar un paso mas, y antes de cerrar los ojos ya estaba dormido.

Pero creo que no dormi mucho. Cerca rugio un gran felino, y me desperte temblando de un miedo mas viejo que la primera morada humana. De nino, cuando dormia en la Torre Matachina con otros aprendices, muchas veces oia ese rugido en la Torre del Oso y no tenia miedo. Lo que cambia las cosas, creo, es la ausencia de paredes. En la torre yo sabia que unos muros me protegian, y que otros aprisionaban a los esmilodontes y atroxes. Ahora sabia que estaba expuesto y a la luz de las estrellas me puse a juntar piedras, apilandolas, me dije, como proyectiles, pero en verdad (como creo ahora) para alzar una pared.

?Que raro era! Mientras nadaba o caminaba en el fondo de la corriente, me habia imaginado una deidad, o al menos algo mas que un hombre; ahora me sentia algo menos. Y con todo, si lo pienso, al fin de cuentas no es

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