—Esa es la posibilidad menos probable. Os llevaran abajo, es cierto, a una especie de campo de concentracion. Pero es asi como se maneja el genocidio libre de culpa. Pasareis de las manos de un administrador a las de otro, y luego a las de otro y asi interminablemente. Os convertireis en un gasto de rutina en el inventario. Los gastos aumentan, como siempre sucede. En respuesta, los empleados de la compania que estan para ayudaros empiezan a desaparecer gradualmente, ya que la compania determina que sois «autosuficientes». Los equipos de soporte vital se deterioran con el tiempo. Cada vez hay mas rupturas y el mantenimiento y el reabastecimiento son cada vez mas erraticos.
»Luego, una noche —sin que nadie de una orden ni apriete el gatillo—, ocurre alguna ruptura critica. Solicitais ayuda. Nadie os conoce. Nadie sabe que hacer. Los que os pusieron alli ya no estan. Ningun heroe toma la iniciativa, ya que la burocracia de la administracion se encargo de que desapareciera toda iniciativa. El inspector encargado de la investigacion, despues de contar los cadaveres, descubre con alivio que no erais mas que un elemento en el inventario. Los libros sobre el Proyecto Cay estan cerrados hace tiempo. Terminado. Oculto. Puede tardar veinte anos, tal vez solo cinco o diez. En una palabra, se olvidan de vosotros hasta que murais.
Pramod se llevo una mano a la garganta, como si ya hubiera empezado a sentir la atmosfera toxica de Rodeo.
—Creo que prefiero que me maten —murmuro.
—Si no —Leo subio el tono de su voz—, podeis tomar vuestras vidas en vuestras propias manos. Venid conmigo y arriesgad todo lo que teneis. Juego grande para ganancia grande. Dejadme decir algo —trago para cobrar valor, ya que solo un maniaco podria lograr que todo esto tuviera exito—, dejadme que os cuente algo sobre la Tierra Prometida…
9
Leo
La nave de Salto desaparecio de su vista cuando se desplazaban en espiral alrededor de la estacion, en direccion a la escotilla de lanzadera que les habia sido asignada. El cuadrumano que pilotaba la nave remolcadora, una muchacha de cabello oscuro y piel color cobre, llamada Zara, llevaba la camiseta y los shorts azules, propios de la tripulacion de los remolcadores. La muchacha alineo con precision la nave y la coloco en la rampa de aterrizaje. Leo se inclino a pensar que Zara seria uno de los mejores pilotos de la tripulacion, despues de todo, a pesar de sus prejuicios por la edad: apenas quince anos.
El suave vector de aceleracion de la rotacion de la estacion en este radio tironeo a Leo y su asiento mullido giro sobre sus soportes para ponerse en posicion erguida. Zara sonrio a Leo por encima del hombro. Obviamente, estaba excitada por la sensacion. Silver, en el asiento junto a Zara, parecia mas dudosa.
Zara completo la letania formal de verificaciones con el control de trafico de la Estacion de Transferencia y apago los sistemas. Leo suspiro, con un alivio logico, ya que el control de trafico no habia hecho ninguna pregunta sobre el proposito de su plan de vuelo, «Recoger materiales para el Habitat Cay». Tampoco habia una razon para que tuvieran que hacerlo. Leo no tenia ninguna intencion de excederse en sus poderes de autorizacion. Todavia.
—Mira, Silver —dijo Zara y dejo caer un lapiz de sus dedos. Cayo con suavidad sobre el piso mullido que ahora era pared y reboto haciendo un arco. Zara lo volvio a tomar con su mano inferior.
Leo espero con resignacion a que tambien Silver lo intentara.
—Vamos. Tenemos que alcanzar a Ti —dijo luego.
—Bien. —Silver se incorporo con las manos superiores sobre el reposacabezas, solto las inferiores y dudo. Leo extrajo el par de pantalones grises que habia traido para la ocasion y la ayudo a ponerselos por los brazos inferiores, hasta la cintura. Silver sacudio las manos y los pantalones le cubrieron los brazos. Hizo una mueca. No estaba acostumbrada a esa ropa ajustada que le dificultaba los movimientos.
—Muy bien, Silver —dijo Leo—, ahora los zapatos que le pediste a esa muchacha a cargo de Hidroponia.
—Se los di a Zara para que los guardara.
—Oh —dijo Zara. Se tapo la boca con una de las manos.
—?Que?
—Los deje en el compartimento de carga. —?Zara! —Lo siento…
Silver suspiro detras de la nuca de Leo. —Tal vez sus zapatos, Leo —sugirio. —No se… —Leo se saco los zapatos y Zara ayudo a Silver a ponerselos en las manos inferiores.
—?Que tal? —dijo Silver con ansiedad. Zara fruncio la nariz.
—Se ven un tanto grandes. Leo se detuvo junto a ella para ver el efecto en la oscuridad. Parecian bastante absurdos. Leo se miro los pies como si nunca los hubiera visto antes. Cuando los llevaba puestos el, ?se verian igual de ridiculos? Sus calcetines, de repente, parecian gigantescos gusanos. Los pies eran apendices insanos.
—Olvidate de los zapatos. Devuelvemelos. Dejemos que las perneras de los pantalones te cubran las manos.
—?Y que pasa si alguien me pregunta por mis pies? —pregunto Silver, preocupada.
—Te los amputaron —sugirio Leo—, debido a un caso terrible de entumecimiento durante tus ultimas vacaciones en el continente antartico.
—?Eso queda en la Tierra? ?Que pasa si empiezan a hacerme preguntas sobre la Tierra?
—Entonces… entonces yo los criticare por su falta de cortesia. Pero la mayoria de la gente se inhibe ante este tipo de preguntas. Inclusive podemos usar la historia original de que la silla de ruedas esta en Equipajes Extraviados y que vamos alli para recuperarla. Lo creeran. Vamos. Todos a bordo.
Silver se aferro con los brazos superiores al cuello de Leo, mientras que los inferiores abrazaban su cintura, haciendo una leve presion, ya que de repente habia tomado conciencia de su nuevo peso. Su respiracion era calida.
Pasaron por el tubo flexible y entraron a la Estacion de Transferencia en si. Leo se dirigio al elevador que subia o bajaba a lo largo de la rampa, hasta el borde donde deberian encontrar los cubiculos de descanso de pasajeros.
Leo esperaba un elevador vacio. Pero volvio 'a detenerse y otros subieron. De repente, Leo sufrio un espasmo de terror ante la sola idea de que a Silver se le ocurriera entablar una conversacion amistosa. Tendria que haberle dicho explicitamente que no hablara con extranos. Sin embargo, mantuvo una timida reserva. El personal de la Estacion de Transferencia lo miraba con ojos furtivos, pero Leo fijo la mirada en la pared y nadie intento romper el silencio.
Leo se tambaleo cuando salio del elevador en el borde externo, donde las fuerzas de gravedad estaban maximizadas. Tenia que admitir que tres meses en condiciones de ingravidez habian causado los efectos inevitables. Pero, en una gravedad intermedia, su peso y el de Silver no llegaban a su peso normal en la Tierra. Leo se escabullo tan pronto como pudo del concurrido vestibulo.
Golpeo la puerta numerada del cubiculo. Se abrio. Una voz masculina dijo: «Si, ?que?» Habian encontrado al piloto de Salto. Leo esbozo una sonrisa atractiva y entraron.
Ti estaba recostado en la cama. Llevaba pantalones, camiseta y calcetines oscuros. Estaba escrutando un visor manual. Miro a Leo con cierta irritacion, hasta ahora desconocida. Luego abrio los ojos cuando vio a Silver. Leo la deposito con la misma ceremonia con lo que se pone un gato a los pies de la cama. Ninguna. Luego se dejo caer en la unica silla del cubiculo, para recuperar el aliento.
—Ti Gulik. Tengo que hablar con usted. Ti se habia reclinado sobre el respaldo de la cama, las rodillas recogidas y el visor a un lado, olvidado. —?Silver! ?Que diablos estas haciendo aqui? ?Quien es este tipo? —senalo a Leo con el pulgar.
—Es el profesor de soldadura de Tony. Leo Graf —respondio Silver. Con mucha habilidad, se dio la vuelta y