La senora Minchenko levanto una mano y se inclino hacia adelante, para entrometerse en la conversacion.

—Jovencito, soy Ivy Minchenko. Mi esposo, el senor Minchenko, se apropio de esta embarcacion para responder a una emergencia medica. No solamente esta en su derecho, sino que es su obligacion legal. Y segun el reglamento de Galac-Tech deben ayudarle, no ponerle trabas.

—Me pidieron que recuperara esta lanzadera. Esas son mis ordenes. Nadie me dijo nada sobre una emergencia medica.

—Bueno. ?Yo se lo estoy diciendo!

La voz que retumbaba en el fondo volvio a hablar.

—… No son mas que dos mujeres. ?Vamos!

—?Van a abrir la escotilla, senoras? —pregunto el sargento.

Silver no respondio. La senora Minchenko levanto una ceja en senal de pregunta y Silver meneo la cabeza en silencio. La senora Minchenko suspiro y asintio.

El sargento repitio su demanda. Silver sentia que le faltaba muy poco para que su discurso degenerara en alguna obscenidad. Despues de un minuto o dos, dejo de hablar.

Despues de varios minutos mas las puertas del coche se abrieron y tres hombres, con mascaras de oxigeno, bajaron y se acercaron a mirar las escotillas de la nave sobre sus cabezas. Regresaron al coche, subieron y dieron la vuelta. ?Se iban? Silver tenia esa esperanza. Pero, no. El coche se acerco y se detuvo nuevamente debajo de la escotilla delantera de la nave. Dos de los hombres buscaron unas herramientas en el baul y luego se subieron al techo del coche.

—Tienen una especie de herramientas cortantes —dijo Silver, alarmada—. Deben de querer intentar hacer un corte para entrar.

Un ruido intenso comenzo a retumbar en toda la lanzadera.

La senora Minchenko senalo el soldador laser.

—?Es el momento de usarlo? —pregunto, temerosa.

Silver sacudio la cabeza.

—No. Otra vez no, no puedo permitir que estropeen la lanzadera… Tiene que estar en buenas condiciones para volar en el espacio o no podremos volver a casa.

Habia observado a Ti… Respiro profundamente y tomo los controles de la nave. Le parecia casi imposible llegar a los pedales. Tendria que arreglarselas sin ellos. El motor derecho, activado. El motor izquierdo, activado. Un rugido atraveso la lanzadera de punta a punta. Los frenos… alli, obviamente. Llevo la palanca lentamente hacia la posicion «liberar». No paso nada.

Luego la nave comenzo a moverse hacia adelante. Asustada por el movimiento abrupto, Silver toco la palanca de freno y la nave se detuvo de inmediato. Busco desesperada los monitores externos. ?Donde…?

El aleron de estribor de la nave habia pasado sobre el coche y no lo habia tocado por medio metro. Silver se dio cuenta, con un estremecimiento de culpa, de que tendria que haber verificado la altura antes de comenzar a moverse. Podria haber arrancado el ala derecha, con todas las consecuencias desagradables que eso podria ocasionar.

Los guardias de Seguridad no estaban a la vista, en ninguna parte. No, alli estaban, sobre el lecho seco del lago. Uno de ellos se incorporo y comenzo a encaminarse hacia el coche. ?Y ahora que? Si ella se detenia, o si hacia unos metros y se detenia a una cierta distancia, volverian a intentarlo. No pasarian muchos intentos hasta que se las ingeniaran y le dispararan a las ruedas de la lanzadera o la inmovilizaran de cualquier otra forma. Seria una situacion extremadamente peligrosa.

Silver se mordio el labio inferior. Entonces, inclinada hacia delante, en un asiento que no habia sido disenado para cuadrumanos, libero los frenos y acelero el motor. La lanzadera se estremecio unos metros hacia delante, patinando y derrapando. Detras de la lanzadera, el monitor mostraba el coche casi oculto tras el polvo anaranjado que levantaban los gases de escape. Su imagen vibraba por el calor que eliminaban los motores.

Clavo los frenos al maximo y acelero el motor una vez mas. El rugido se convirtio en un quejido. No se atrevia a llevarlo hasta el punto que habia usado Ti durante el aterrizaje. ?Quien sabia lo que pasaria entonces?

El techo plastico del coche se rajo y comenzo a hundirse. Si Leo habia tenido razon cuando hizo la descripcion del combustible de hidrocarburo que utilizaban aqui abajo para los vehiculos, en no mas de un segundo tenia que lograr que…

Una llamarada amarilla absorbio el vehiculo, momentaneamente mas intensa que el sol que se estaba poniendo. Pedazos de coche volaron en todas direcciones, arqueandose y rebotando por el efecto del campo de gravedad. Una mirada a los monitores permitio a Silver ver que todos los hombres de Seguridad corrian ahora en cualquier direccion, lejos del vehiculo en llamas.

Silver desacelero el motor, solto los frenos y dejo que la lanzadera se desplazara a traves del barro endurecido. Afortunadamente, el lecho del viejo lago era bastante uniforme, de manera que no tenia que preocuparse demasiado por los puntos mas delicados del pilotaje de la nave, como, por ejemplo, las maniobras con el timon.

Uno de los hombres de Seguridad corrio tras ellas durante un minuto o dos, sacudiendo los brazos al aire, pero enseguida quedo atras. Silver dejo que la nave siguiera desplazandose unos kilometros mas y entonces apago los motores.

—Bueno —suspiro—, nos libramos de ellos.

—Seguro —dijo la senora Minchenko, que ajustaba la ampliacion del monitor para poder echar un ultimo vistazo hacia atras. Una columna de humo negro y un resplandor anaranjado desaparecian en la penumbra distante, donde habian estado estacionadas un momento antes.

—Espero que tuvieran sus mascaras de oxigeno bien cargadas —agrego Silver.

—Oh, querida —dijo la senora Minchenko—. Tal vez tendriamos que volver y… hacer algo. Seguramente se les ocurrira quedarse junto al coche y esperar ayuda. No creo que quieran intentar atravesar el desierto. Las peliculas de seguridad de la compania siempre hacen hincapie en eso. «Quedense con su vehiculo y esperen a que llegue Busqueda y Rescate.

—?No se supone que ellos pertenecen a Busqueda y Rescate? —Silver estudiaba las pequenas imagenes en el monitor—. No les queda mucho vehiculo. Pero parece que los tres se han quedado alli. Bien… —sacudio la cabeza—. Es demasiado peligroso para nosotras intentar recogerlos. Pero cuando lleguen Ti y el doctor Minchenko con Tony, tal vez los guardias de Seguridad puedan usar su Land Rover para regresar. Si es que antes no llega nadie mas.

—Oh —dijo la senora Minchenko—, es verdad. Buena idea. Me siento mucho mejor. —Observo con detenimiento el monitor—. Pobres.

Hielo.

Desde la cabina de control hermeticamente cerrada que daba al compartimento de carga del Habitat, Leo observaba a los cuatro cuadrumanos con trajes de trabajo que liberaban el espejo vortice intacto extraido de la segunda varilla Necklin de la D-620 por la escotilla hacia el exterior. El espejo era un objeto delicado para maniobrar, por ser, en efecto, un enorme embudo hueco de titanio, de tres metros de diametro y un centimetro de espesor en su parte mas ancha, curvado con precision matematica y espesandose hasta alcanzar unos dos centimetros en la hendidura central. Una curva perfecta, pero decididamente no estandar, algo con lo que tenia que enfrentarse el plan de refabricacion de Leo.

Montaron el espejo intacto en su lugar anidado en una masa de bobinas de refrigeracion. Los cuadrumanos con trajes espaciales salieron. Desde la cabina de control, Leo cerro la escotilla al exterior y se propuso regresar al compartimento de carga. Como resultado de su ansiedad, salio literalmente despedido de la cabina de control, con un zumbido del aire fruto del diferencial de presion remanente y tuvo que mover la mandibula para destaparse los oidos.

Bobbi, en un momento de inspiracion, encontro las unicas bobinas refrigeradoras lo suficientemente grandes como para adaptarse a la tarea, de nuevo en Nutricion. La muchacha cuadrumana a cargo de ese departamento protesto cuando vio que Leo y su grupo de trabajo se acercaban una vez mas. Habian desarmado sin piedad el compartimento refrigerador mas grande y se habian llevado todo a su lugar de trabajo, en el modulo disponible mas grande ya instalado como parte de la D-620. Aun quedaba menos de un cuarto de toda la reestructuracion del Habitat, segun las estimaciones de Leo, a pesar de haber incluido una docena de sus mejores

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