junto al hombre que se habia agazapado contra la batayola.

—Yo no castigo —dijo la voz dura, clara, fria como la fria luz magica de la niebla—. Pero por la causa de la justicia, Egre, me arrogo este derecho. Ordeno a tu voz que enmudezca hasta el dia que encuentres una palabra digna de ser pronunciada.

Volvio al sitio en que dejara a Arren y lo ayudo a ponerse en pie. —Y ahora ven, hijo —dijo, y con la ayuda del Archimago Arren pudo avanzar cojeando y gateando, y dejarse caer en la embarcacion que se mecia alla abajo, al costado del navio: Miralejos; la vela era como el ala de una mariposa nocturna en la niebla.

En el mismo silencio y en la misma calma de muerte, la luz se extinguio, y la barca viro y se alejo del flanco del navio. Y casi en el mismo instante, la mortecina linterna del mastil, los remeros inmoviles, el pesado casco negro, todo desaparecio. Arren creyo oir voces que estallaban en gritos, pero el sonido era debil y pronto se perdio en la distancia. Poco despues, la niebla empezo a disiparse y a deshilacharse, llevada por el viento en la oscuridad. Emergieron a la luz de las estrellas, y silenciosa como una falena, Miralejos se deslizo sobre el mar a traves de la noche clara.

Gavilan habia envuelto a Arren en mantas, y le habia dado agua; estaba sentado con la mano apoyada en el hombro del muchacho, cuando este, de pronto, se echo a llorar. Gavilan no dijo nada, pero habia dulzura, firmeza en el contacto de su mano. Arren se fue calmando poco a poco: sintio calor en el cuerpo, el balanceo suave de la barca, una paz en el corazon.

Alzo los ojos y miro a Gavilan. Ninguna claridad sobrenatural irradiaba ahora el rostro sombrio. A duras penas alcanzaba a distinguirlo, a la luz de las estrellas.

La barca proseguia su carrera, guiada por un encantamiento. Las olas cuchicheaban a los costados, como sorprendidas.

—?Quien es el hombre del collar?

—No te muevas. Un filibustero, Egre. Usa ese collar para esconder una cicatriz donde una vez le cortaron la garganta. Parece que ha caido de la pirateria al trafico de esclavos. Pero esta vez se ha topado con el cachorro del leon. —Habia un dejo de satisfaccion en la voz seca, tranquila.

—?Como disteis conmigo?

—Hechiceria, soborno… Perdi el tiempo. No queria que se supiera que el Archimago y Decano de Roke andaba hurgoneando por los tugurios de Hort. Ojala hubiera podido conservar mi disfraz. Pero tuve que andar a la caza de uno y otro individuo, y cuando descubri al fin que la galera de esclavos habia zarpado antes del alba, perdi la paciencia. Embarque en Miralejos, llame el viento a la vela, en la calma chicha de entonces, y paralice en los toletes los remos de todas las naves de esta bahia, por un tiempo. Como se lo explicaran, si la magia es puro aire y mentiras, no me concierne. Pero en mi prisa y mi colera me adelante sin darme cuenta a la nave de Egre, que habia ido hacia el sudeste para evitar los bajios. Todo cuanto hice ese dia estuvo mal hecho. No hay suerte en Hort… Bueno, al fin urdi un encantamiento de encuentro, y asi fue como di con el navio en la oscuridad. ?No convendria que durmieras, ahora?

—Estoy bien, me siento mucho mejor. —Una fiebre ligera habia reemplazado al frio de Arren, y en verdad se sentia bien, el cuerpo languido pero la mente saltando rapidamente de una cosa a otra—. ?Cuanto tardasteis en despertaros? ?Que fue de Liebre?

—Me desperte con la luz del dia; y por suerte soy de cabeza dura; tengo detras de la oreja un chichon y un tajo que es como un pepino partido en dos. A Liebre lo deje en el sueno de la droga.

—Yo falle en mi guardia…

—Pero no porque te quedaras dormido.

—No. —Arren titubeo—. Fue… yo estaba…

—Tu estabas delante de mi. Yo te veia —dijo Gavilan, extranamente—. Y entonces ellos entraron sin que nos dieramos cuenta, nos asestaron un mazazo en la cabeza, como a los borregos en el matadero, se apoderaron del oro, de las ropas buenas y del posible esclavo, y se marcharon. Era a ti a quien buscaban, hijo. Tu habrias alcanzado el precio de toda una hacienda en el Mercado de Amrun.

—No me golpearon lo bastante fuerte. Me desperte. Los hice correr un poco. Desparrame el botin por la calle, antes de que me atrapasen. —Los ojos de Arren centelleaban.

—?Te despertaste mientras ellos estaban alli… y huiste? ?Por que?

—Para atraerlos lejos de vos. —Herido en su amor propio por la sorpresa que advertia en la voz de Gavilan, Arren agrego con altivez—: Pense que era a vos a quien buscaban. Temi que intentaran mataros. Les arrebate el saco del botin para que me persiguieran. Grite y eche a correr. Y ellos me persiguieron.

—Si, ?claro que te persiguieron! —Eso fue todo cuanto dijo Gavilan; ni una palabra de encomio, aunque permanecio un momento callado y pensativo. Luego dijo—: ?No se te ocurrio pensar que quiza yo ya estuviese muerto?

—No.

—Asesinar primero y robar despues, es el procedimiento mas seguro.

—No lo pense. Solo queria alejarlos de vos.

—?Por que?

—Porque vos hubierais podido defendernos, sacarnos del trance a los dos, si despertabais a tiempo. O al menos salvaros vos. Mi deber era montar guardia y falle. Trate entonces de reparar mi falta. Era a vos a quien queria proteger. Vos sois el que cuenta. Yo solo estoy aqui para velar por vos, para ayudaros en lo que necesiteis. Vos sois quien habra de guiarnos, dondequiera que sea, a reparar el mal.

—?Si? —dijo el mago—. Tambien yo lo creia, hasta anoche. Pensaba que tu me seguias, pero era yo quien te seguia a ti, muchacho. —El tono era frio y quiza un poco ironico. Arren no sabia que decir. En verdad, estaba completamente confundido. Habia supuesto que el hecho de dormirse o caer en trance mientras estaba de guardia podia perdonarsele en parte por la hazana de haber alejado de Gavilan a los ladrones. Parecia ahora, sin embargo, que esto ultimo habia sido una estupidez, y haber caido en trance en el peor momento, maravillosamente oportuno.

—Siento mucho, mi senor —dijo con los labios crispados y conteniendo a duras penas las ganas de llorar—, haberos fallado. Y vos me habeis salvado la vida…

—Y tu acaso la mia —dijo el mago con aspereza—. ?Quien sabe? Quiza cuando acabaran con todo me habrian degollado. Basta ya, Arren. Estoy contento de tenerte conmigo.

Fue hasta la caja de los avios, encendio el hornillo de carbon de lena y se puso a trabajar. Arren contemplaba las estrellas; se sentia ahora mas tranquilo, y sus pensamientos dejaron de atropellarse unos a otros. Y solo entonces comprendio que ni lo que habia hecho, ni lo que habia dejado de hacer, seria juzgado por Gavilan. Lo que habia hecho, hecho estaba, y como tal lo aceptaba Gavilan. «Yo no castigo», le habia dicho a Egre friamente. Pero tampoco premiaba. Sin embargo, habia partido con premura en busca de Arren a traves del mar, salvandolo con poderes magicos, y volveria a hacerlo.

Era digno de todo el amor que Arren le tenia, y de toda su confianza. Porque no habia duda de que el confiaba en Arren. Lo que Arren hacia, estaba bien.

Ahora se acercaba, trayendole una taza humeante de vino caliente.

—Tal vez esto te haga dormir. Ten cuidado, te quemara la lengua.

—?De donde sale este vino? Nunca he visto a bordo un odre de vino…

—Hay cosas en Miralejos que los ojos no ven —dijo Gavilan, sentandose de nuevo. Y Arren lo oyo reir, una risa breve y casi silenciosa, en las sombras.

Arren se incorporo para beber el vino. Era muy bueno, reanimaba el cuerpo y la mente.

—?A donde vamos ahora? —dijo.

—Hacia el oeste.

—?A donde fuisteis con Liebre?

—A la oscuridad. Yo no lo perdi en ningun momento, pero el se perdio. Iba de un lado a otro mas alla de las fronteras, en los paramos sin fin del delirio y de la pesadilla. Llamaba como un pajaro en aquellos parajes desolados, como una gaviota gritando lejos sobre el mar. No es un guia. Siempre ha estado perdido. Pese a toda su maestria en las artes de la magia nunca ha visto el camino que se abria ante el; solo se veia a si mismo.

Arren no comprendia, ni queria comprenderlo, ahora. Atraido por esa oscuridad de que hablaban los magos se habia internado en ella un corto trecho. Y no queria recordar esa experiencia; nada tenia que ver con el. Y la verdad era que no deseaba dormir, temiendo verla otra vez en suenos, ver aquella figura negra, aquella sombra

Вы читаете La costa mas lejana
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату