Pero la puerta no se abrio.
El hombre se rio, una risa breve, como si pensara: ?Que manera de hacer el tonto! Y una vez mas repaso las paredes de alrededor, y cuando levanto la cabeza, Arha vio una leve sonrisa en el rostro oscuro. Luego el hombre se sento, se descolgo el morral, saco un pedazo de pan seco y empezo a mascarlo. Destapo la cantimplora de cuero y la sacudio; parecia liviana, como si estuviera casi vacia. La volvio a tapar sin beber. Puso el morral en el suelo a guisa de almohada, se envolvio en el manto y se acosto. Tenia la vara en la mano derecha. Mientras se tendia de espaldas, la luz o fuego fatuo floto separandose del extremo de la vara y colgo debilmente detras de el. Tenia la mano izquierda sobre el pecho, cerrada, guardando algo que pendia de la pesada cadena que llevaba al cuello. Estaba comodamente estirado, con las piernas cruzadas en los tobillos; su mirada errante subio por las paredes hasta el orificio de la boveda y se alejo; suspiro y cerro los ojos. La luz se debilito lentamente. Dormia.
La mano cerrada sobre el pecho se aflojo y resbalo al costado; y entonces Arha pudo ver el talisman que el llevaba en la cadena: parecia un trozo de metal en bruto, en forma de media luna.
El tenue resplandor de la magia se extinguio al fin. Ahora el hombre yacia en silencio y a oscuras.
Arha puso en la mirilla la tela y la baldosa, se levanto con cautela y se escabullo a su habitacion. Se acosto y paso largas horas despierta en la oscuridad, oyendo el rugido del viento, viendo siempre ante ella la luminosidad cristalina que habia centelleado en la casa de la muerte, el suave fuego que ardia sin llama, las piedras de las paredes del tunel, el rostro placido del hombre dormido…
6. La trampa
Al dia siguiente, en cuanto hubo cumplido con lo que se esperaba de ella en los distintos templos, y con la tarea de ensenar a las novicias las danzas sagradas, escapo a la Casa Pequena y, luego de oscurecer el cuarto, destapo la mirilla v espio. Abajo no habia luz. El intruso se habia ido. Ella no habia esperado que se quedase tanto tiempo frente a la puerta inexpugnable, pero no habia otro sitio desde donde mirar. ?Como iba a encontrarlo ahora si el mismo se habia perdido?
Segun las descripciones de Thar y su propia experiencia, los tuneles del Laberinto, con los meandros, bifurcaciones, espirales y pasadizos ciegos, se extendian por mas de veinte millas. El callejon sin salida mas alejado de las Tumbas no quedaba, probablemente, a mucho mas de una milla en linea recta. Pero alli abajo nada iba en linea recta. Todos los tuneles se curvaban, se dividian y volvian a juntarse, se ramificaban, entrelazaban y enroscaban, trazando una intrincada red de itinerarios, que terminaban donde comenzaban, porque alli no habia ni principio ni fin. Uno podia andar, andar y andar, sin llegar jamas a ninguna parte, porque no habia adonde llegar. En aquel Laberinto no habia centro ni fondo. Y una vez cerrada la puerta, no tenia fin. Ninguna direccion era buena.
Aunque los caminos y recodos que conducian a las distintas camaras y zonas estuvieran grabados en la memoria de Arha, incluso ella habia llevado, en sus exploraciones mas largas, un ovillo de hilo fino que iba desenrollando conforme avanzaba y volvia a enrollar en el camino de regreso. Pues si olvidaba tener en cuenta algunos de los pasadizos o recodos, hasta ella podia perderse. La luz no le servia de nada, porque alli abajo no habia puntos de referencia. Todos los corredores, todos los soportales y todas las aberturas eran iguales.
Durante todo ese tiempo el intruso podia haber recorrido muchas millas, y aun no estar a mas de quince metros de la puerta por la que habia entrado.
Fue al Palacio del Trono, al Templo de los Dioses Gemelos, al sotano de las cocinas, y aprovechando los momentos en que se quedaba sola, escruto a traves de todas las mirillas la fria y densa oscuridad. Y cuando cayo la noche, glacial e incandescente de estrellas, fue a ciertos parajes de la Colina, levanto ciertas piedras, aparto la tierra, miro de nuevo y vio la oscuridad subterranea sin estrellas.
El hombre estaba alli. Tenia que estar. Sin embargo se le habia escapado. Moriria de sed antes que ella lo encontrase. Tendria que mandar a Manan al Laberinto para que lo buscara, cuando ella estuviese segura de que habia muerto. Ese pensamiento le era insoportable. Mientras seguia arrodillada en el aspero suelo de la Colina, a la luz de las estrellas, unas lagrimas de rabia le asomaron a los ojos.
Tomo el sendero de la ladera que descendia hasta el Templo del Dios-Rey. Las columnas de capiteles tallados resplandecian escarchadas y blancas como pilares de hueso a la luz de las estrellas. Llamo a la puerta trasera y Kossil la hizo entrar.
—?Que trae aqui a mi senora? —dijo la mujer, fria v cauta.
—Sacerdotisa, hay un hombre en el Laberinto.
Kossil se sorprendio. Por una vez habia ocurrido algo que ella no habia previsto. Se enderezo y miro fijamente delante de ella. Parecia que los ojos se le desencajaban. A Arha se le ocurrio entonces que Kossil se parecia mucho a Penta imitando a Kossil, y sintio que iba a soltar una carcajada. Se contuvo y la carcajada se apago.
—:?Un hombre? ?En el Laberinto?
—Un hombre, un extrano. —En seguida, como Kossil continuaba mirandola con incredulidad, anadio:— Reconozco a un hombre cuando lo veo, aunque haya visto pocos.
Kossil desdeno la ironia: —?Como ha podido entrar?
—Por arte de hechiceria, creo. Tiene la piel oscura, tal vez sea de los Paises del Interior. Ha venido a saquear las Tumbas. Lo encontre por primera vez en la Cripta, debajo mismo de las Piedras. Corrio a la entrada del Laberinto cuando me vio, como si supiera a donde queria ir. Yo cerre la puerta de hierro detras de el. Probo con algunos hechizos, pero no consiguio abrirla. Por la manana se habia metido en el Laberinto. Ahora no puedo encontrarlo.
—?Lleva luz?
—Si.
—?Agua?
—Una cantimplora, pequena, no llena.
—La bujia ya se le habra consumido —reflexiono Kossil—. Cuatro o cinco dias. Tal vez seis. Luego enviaremos abajo a mis guardias, a que arrastren el cadaver fuera. La sangre alimentara el Trono y…
—No —dijo Arha con subita y estridente vehemencia—. Quiero encontrarlo vivo.
La sacerdotisa miro a la muchacha desde su pesada altura. —?Por que?
—Para… para que su agonia sea mas larga. Ha cometido un sacrilegio contra los Sin Nombre. Ha profanado la Cripta con esa luz. Ha venido a robar los tesoros de las Tumbas. Merece un castigo peor que el de morir a solas en un tunel.
—Si… —dijo Kossil, pensativa—. Pero ?como lo capturareis, senora? Es muy arriesgado. Ningun riesgo, en cambio, de la otra manera. ?No hay en alguna parte del Laberinto una camara llena de huesos, las osamentas de los hombres que entraron alli y que no salieron nunca? Dejad que los Tenebrosos lo castiguen a su modo, con sus propios metodos, los sombrios metodos del Laberinto. Es una muerte cruel, la sed.
—Lo se —dijo la joven. Dio media vuelta y salio a la noche, poniendose la capucha, para resguardarse la cabeza del viento helado y silbante. ?Acaso no lo sabia?
Habia sido infantil y estupida acudiendo a Kossil, de la que no obtendria ayuda. La propia Kossil no sabia hacer otra cosa que esperar impasible a que llegara la muerte, y tampoco comprendia. No veia la necesidad de encontrar a aquel hombre, y de que no corriera la suerte de los otros. Arha no podia soportarlo de nuevo. Puesto que tenia que morir, que fuese una muerte rapida, a la luz del dia. Sin duda, este ladron, el primero que en muchos siglos se habia atrevido a robar las Tumbas, merecia morir bajo el filo de la espada. Ni siquiera tenia un alma inmortal que pudiese renacer. El fantasma erraria, gimiendo, por los corredores. No podia permitir que muriese alli de sed, solo y en la oscuridad.
Arha durmio muy poco aquella noche. El dia siguiente lo tenia ocupado con ritos y obligaciones. Paso la noche yendo de una mirilla a otra, en silencio y sin linterna, por todos los edificios oscuros del Lugar, y sobre la colina barrida por los vientos. Volvio a la Casa Pequena y se acosto al fin, dos o tres horas antes del alba, pero tampoco entonces descanso. Al tercer dia, al final de la tarde, salio sola al desierto y se encamino al rio, poco caudaloso ahora a causa de la sequia invernal y con hielo entre las canas. Recordo que una vez, en el otono, se habia internado muy lejos en el Laberinto, mas alla del Cruce Seis; y que mientras recorria un tunel largo y curvo