habia oido el rumor de una corriente de agua al otro lado de las piedras. Si un hombre sediento llegaba a ese pasadizo, ?no se quedaria alli? Tambien habia mirillas en estos parajes; tuvo que buscarlas, pero Thar se las habia ensenado una por una el ano anterior y no le fue muy dificil dar con ellas. Guardaba, de los sitios y las formas, el recuerdo que puede tener un ciego, y antes que buscar las mirillas secretas con los ojos, parecia orientarse a tientas. En la segunda, la mas alejada de las Tumbas, cuando se levanto la capucha para tapar la luz y acerco el ojo al orificio perforado en la cara de la roca, vio abajo el debil resplandor de la luz magica.

Estaba alli, solo en parte visible. La mirilla daba al fondo mismo del callejon sin salida. Arha no veia mas que la espalda, el cuello doblado y el brazo derecho del hombre. Sentado cerca del angulo que formaban los muros, escarbaba en las piedras con un cuchillo, una daga de acero corta y de mango adornado con piedras preciosas. El cuchillo tenia la hoja partida, y la punta rota estaba en el suelo, justo debajo de la mirilla. La habia quebrado tratando de separar las piedras y llegar al agua que oia correr, rumorosa y cristalina, en el silencio mortal del subterraneo, al otro lado del muro impenetrable.

Trabajaba con desgano. Despues de aquellas tres noches con sus dias, era un hombre muy distinto del que Arha habia visto frente a la puerta de hierro, vivaz y sereno, riendose de su propia derrota. Todavia se empecinaba, pero habia perdido poder. No contaba con ningun sortilegio capaz de separar aquellas piedras y tenia que recurrir a un cuchillo inservible. Arha vio que la luz magica, ahora palida y mortecina, parpadeaba un momento. El hombre sacudio la cabeza y dejo caer la daga. Luego, obstinado, la recogio e intento meter a la fuerza la hoja rota entre las piedras.

Tendida a la orilla del rio entre las canas apretadas por el hielo, sin darse mucha cuenta de donde estaba ni de lo que hacia, Arha puso la boca sobre la fria boca de la piedra y ahueco las manos alrededor para concentrar el sonido. —?Hechicero! —dijo, y la voz, colandose por la garganta de roca, resono fria y susurrante en el tunel subterraneo.

El hombre se sobresalto y se puso en pie gateando, y estaba fuera del campo visual de Arha cuando ella volvio a mirar. Arha aplico de nuevo la boca a la mirilla y dijo: —Retrocede a lo largo del muro del rio hasta el segundo recodo. El primer recodo a la izquierda. Pasa dos a la derecha y toma el tercero. Pasa uno a la derecha y toma el segundo. Luego a la izquierda; luego a la derecha. Quedate alli, en la Camara Pintada.

Cuando se movio para volver a mirar, quiza dejo que un rayo de luz penetrara un instante en el tunel, porque el era visible otra vez y miraba hacia el orificio mostrando un rostro marcado de cicatrices, tenso y ansioso, de labios negros y resecos, y ojos brillantes. Levanto la vara, acercando la luz cada vez mas a los ojos de Arha. Aterrorizada, ella se echo atras, cubrio la mirilla con la tapa de piedra y los pedruscos que la disimulaban, se incorporo y regreso de prisa al Lugar. Le temblaban las manos y en algun momento del camino se sintio mareada. No sabia que hacer.

Si el hombre seguia las instrucciones que le habia dado, retrocederia hacia la puerta de hierro, hasta el recinto de las pinturas. Y no habia nada alli que pudiera interesarle. Lo que si habia en el techo de a Camara Pintada era una mirilla que daba a la Camara del Tesoro del Templo de los Dioses Gemelos; quiza por eso habia pensado en esa camara. Arha no lo sabia. ?Por que le habia hablado?

Podia alcanzarle un poco de agua por alguna de las mirillas, y luego conducirlo a aquel sitio. De ese modo lo mantendria con vida mas tiempo. Tanto tiempo como quisiera, en realidad. Si le proporcionaba agua y un poco de comida de tanto en tanto, el hombre seguiria errando por el Laberinto durante dias y meses; y ella podria verlo por las mirillas e indicarle como encontraria agua; y a veces enganarlo, para que fuese alli en vano, porque el siempre tendria que ir. ?Asi aprenderia a no burlarse de los Sin Nombre y a no pavonearse neciamente en los sepulcros sagrados de los Muertos Inmortales!

Pero mientras el estuviese alli, ella nunca podria entrar en el Laberinto. ?Por que no?, se preguntaba; y se respondia: Porque podria huir por la puerta de hierro, que yo tendria que dejar abierta al entrar… De todos modos, no llegaria mas alla de la Cripta. La verdad era que tenia miedo de encontrarselo cara a cara. Tenia miedo de los poderes y las artes de las que se habia valido para entrar en la Cripta, y de la magia que mantenia encendida la luz. Y sin embargo, ?era todo eso tan temible? Las potestades que reinaban en los lugares oscuros estaban de parte de ella. Era obvio que el no podia hacer gran cosa alli, en el dominio de los Sin Nombre. No habia abierto la puerta de hierro; no habia hecho aparecer alimentos magicos ni habia sacado agua del muro de piedras, ni convocado un monstruo demoniaco para que derribase los muros; ninguna de las cosas que ella temia que fuese capaz de hacer. Ni siquiera habia encontrado, despues de andar durante tres dias por los pasadizos, la puerta del Gran Tesoro, que era sin duda lo que el estaba buscando. La misma Arha aun no habia tenido en cuenta las indicaciones de Thar para llegar a esa camara, postergando la visita una y otra vez, por un cierto temor, una renuencia, la impresion de que todavia no era el momento.

Ahora pensaba: ?y si el fuera alli en vez de ella? Que contemplara cuanto quisiera los tesoros de las Tumbas. ?Para lo que iba a servirle! Y ella se mofaria de el, diciendole que comiera el oro y bebiese los diamantes.

Con la prisa nerviosa, febril, que la dominaba desde hacia tres dias, corrio al Templo de los Dioses Gemelos, abrio la pequena camara abovedada de los tesoros y destapo la mirilla, bien oculta en el suelo.

Alla abajo estaba la Camara Pintada, pero oscura como boca de lobo. El camino que el hombre tenia que recorrer por la marana de tuneles, era mucho mas tortuoso y quiza mucho mas largo. Arha no habia pensado en eso. Ademas, debilitado como estaba, no andaria muy rapido y olvidaria las instrucciones y se equivocaria en algun recodo. No habia muchas personas como ella, capaces de recordar instrucciones que habian oido solo una vez. Quiza ni siquiera comprendia la lengua que ella hablaba. En ese caso, que anduviera sin rumbo hasta que al fin cayese y muriese rendido en la oscuridad, el necio, el extranjero, el impio. Que su espectro gimiera por las galerias de picara de las Tumbas de Atuan hasta que tambien el fuese devorado por las tinieblas…

A la manana siguiente, muy temprano, despues de una noche de escaso reposo y malos suenos, volvio a la mirilla del pequeno templo. Miro y no vio nada: una negra oscuridad. Descolgo una cadena con una vela encendida dentro de una pequena linterna de estano. El hombre estaba alli, en la Camara Pintada. Al resplandor de la bujia, alcanzo a verle las piernas y una mano inerte. Hablo por la abertura, que era grande, del tamano de una baldosa: —?Hechicero!

El hombre no se movio. ?Estaria muerto? ?Era esa toda la fuerza que el tenia?

Arha torcio la cara en una mueca de desprecio; el corazon le latia con violencia. —?Hechicero! —grito, y la voz vibrante resono abajo, en la oquedad. El nombre se estremecio, se incorporo lentamente y miro en torno, azorado. Al cabo de un momento alzo los ojos, parpadeando a la luz de la linterna que pendia del techo. Daba miedo verle la cara, hinchada y oscura como la de una momia.

Alargo la mano en busca de la vara, que tenia al lado, en el suelo, pero la luz no florecio en la madera. No le quedaba ningun poder.

—Tu quieres ver el Tesoro de las Tumbas de Atuan, ?eh, hechicero?

El hombre alzo la cara, fatigado, mirando de soslayo la luz de la linterna, que era lo unico que veia. Al cabo de un rato, con una mueca que podia haber empezado como una sonrisa, inclino la cabeza, asintiendo.

—Sal de esta camara hacia la izquierda. Toma el primer corredor a la izquierda… —De prisa y sin pausa, Arha recito la larga serie de indicaciones, y por ultimo dijo:— Alli encontraras el tesoro que has venido a buscar. Y alli, quiza, tambien encuentres agua. ?Que preferirias en este momento, hechicero?

El se levanto, apoyandose en la vara. Busco a Arha con los ojos, que no podian verla, y quiso decir algo, pero tenia la garganta reseca y no le salio la voz. Se encogio ligeramente de hombros y dejo la Camara Pintada.

Arha no pensaba darle agua. De todos modos, nunca acertaria con el camino de la Camara del Tesoro. Las instrucciones eran demasiado largas para que el las recordase; y alli estaba el Pozo, si es que llegaba tan lejos. Y ahora iba a oscuras. Se extraviaria y al fin caeria exanime y moriria en cualquier rincon de las galerias angostas, secas y resonantes.

Y Manan lo encontraria y lo sacaria a la rastra. Y ese seria el fin. Arha apreto entre las manos la tapa de la mirilla y balanceo el cuerpo acuclillado, de atras hacia adelante, de adelante hacia atras, mordiendose el labio como para soportar un dolor terrible. No le daria agua. No le daria agua. Le daria muerte, muerte, muerte, muerte.

En aquella hora triste de la vida de Arha, Kossil vino a verla. Entro en la recamara con pasos pesados, envuelta en las negras y abultadas ropas invernales.

—?Ha muerto ya el hombre? Arha alzo la cara. No tenia lagrimas en los ojos, nada que ocultar.

—Creo que si —dijo, levantandose y sacudiendose el polvo de las faldas—. La luz se ha extinguido.

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