Ella no tenia que preocuparse por la agobiante mezquindad de la vida cotidiana, los dias cuyo unico placer era con frecuencia el de recibir una racion de lentejas con mas grasa de cordero que la vecina… Ella estaba mas alla de los dias. Bajo tierra no habia dias. Alli habia solo noche, siempre.

Y en esa noche interminable, el prisionero: el hombre negro, el nigromante, encadenado por el hierro y enclaustrado en piedra, esperando a que ella fuese o no fuese, a que le llevara el agua y el pan y la vida, o bien el cuchillo y la jofaina del matarife y la muerte, segun su capricho.

Solo a Kossil le habia hablado del hombre y Kossil no se lo habia contado a nadie mas. El hombre llevaba ya tres dias y tres noches en la Camara Pintada y Kossil no le preguntaba a Arha por el. Quiza lo daba por muerto y suponia que Arha habria encargado a Manan que llevara el cadaver a la Camara de las Osamentas. No era muy de Kossil dar las cosas por supuesto pero Arha se decia que su silencio no tenia nada de extrano. Kossil queria guardar el secreto y detestaba hacer preguntas. Y ademas, Arha le habia dicho que no se entrometiera. Kossil se limitaba a obedecer.

Sin embargo, si se daba al hombre por muerto, Arha no podia pedir comida para el. De modo que, salvo las manzanas y cebollas secas que hurtaba en la despensa de la Casa Grande, Arha apenas comia. Hacia que le enviaran la comida y la cena a la Casa Pequena, pretextando que deseaba comer a solas, y por la noche bajaba todo, excepto la sopa, a la Camara Pintada del Laberinto. Estaba habituada al ayuno, hasta durante cuatro dias consecutivos, y no era para ella un problema. El hombre del Laberinto devoraba las magras porciones de pan, queso y alubias, como un sapo devora una mosca: de un solo bocado. Era evidente que hubiera comido cinco o seis veces mas; sin embargo le daba las gracias con parsimonia como si el fuese el invitado y ella la anfitriona, sentados a una mesa, como las que se mencionaban en los cuentos sobre los festines del Palacio del Dios-Rey, cubierta de carnes asadas, panes untados con mantequilla, y vino en copas de cristal. Era un hombre muy raro.

—?Como son los Paises del Interior?

Habia llevado abajo un pequeno taburete de marfil, con patas plegadizas, para no tener que estar de pie mientras lo interrogaba, ni tampoco sentarse en el suelo, al mismo nivel.

—Bueno, hay muchas islas. Cuatro veces cuarenta, dicen, solo en el Archipielago, y ademas estan los Confines; ningun hombre ha recorrido jamas todos los Confines ni ha contado todas las islas. Y todas son diferentes. Pero la mas hermosa de todas tal vez sea Havnor, la gran isla del centro del mundo. En el corazon de Havnor, en una amplia bahia llena de embarcaciones, esta la ciudad de Havnor. Las torres de la ciudad son de marmol blanco. Las casas de los principes y de los mercaderes tienen torres que se alzan por encima de las demas. Los techos son de tejas rojas, y los puentes sobre los canales estan recubiertos de mosaicos, rojos, azules y verdes. Y las banderas de los principes, de todos los colores, ondean sobre las torres blancas. En la mas alta de todas las torres esta clavada, como un pinaculo, la espada de Erreth-Akbe, apuntando al cielo. Cuando el sol sale en Havnor, primero se refleja en la espada y la hace centellear, y cuando se pone, la hoja brilla como el oro sobre el crepusculo, durante un rato.

—?Quien fue Erreth-Akbe? —pregunto Arha, con aire de burla.

El la miro en silencio, pero le sonrio. Luego dijo, como si se le ocurriera en ese momento: —Cierto que poco podeis saber aqui de el. Nada, quiza, aparte de que vino a los paises kargos. ?Y que sabes tu de esa historia?

—Que perdio su vara de hechicero, su amuleto y sus poderes, lo mismo que tu —respondio ella—. Que escapo del Sumo Sacerdote y huyo hacia el Oeste, y que lo mataron los dragones. Pero si hubiese venido a las Tumbas, no habria habido necesidad de dragones.

—Es verdad —dijo el prisionero.

Arha no queria hablar mas de Erreth-Akbe, presintiendo que el tema era peligroso. —Era senor de dragones, dicen. Y tu dices que tambien lo eres. Cuentame: ?que es un senor de dragones?

El tono de Arha era siempre burlon; las respuestas del hombre, llanas y directas, como si creyera en la buena fe de las preguntas.

—Una persona con quien los dragones aceptan hablar —dijo—, eso es un senor de dragones, o al menos eso es lo que importa. No se trata de domar a los dragones, como cree la mayor parte de la gente. Los dragones no se dejan domar por nadie. Con un dragon, el problema es siempre el mismo: o habla contigo o te devora. Si puedes contar con que haga lo primero, y no lo segundo, entonces eres un senor de dragones.

—?Hablan los dragones?

—?Por supuesto que hablan! En la Lengua Antigua, la misma que nosotros los hombres aprendemos con tanta dificultad y usamos con tanta torpeza en nuestros hechizos de magia y de transformacion. Ningun hombre conoce bien esa lengua, ni siquiera una decima parte. Aprenderla lleva demasiado tiempo. Pero los dragones viven mil anos… Vale la pena hablar con ellos, como puedes suponer.

—?Hay dragones aqui, en Atuan?

—No, desde hace muchos siglos, creo, ni en Ka-rego-At. Pero en vuestra isla mas septentrional, Hur-at-Hur, se dice que aun quedan grandes dragones en las montanas. Los de los Paises del Interior estan ahora todos muy al Oeste, en el remoto Confin del Poniente, en islas donde no hay hombres y que muy pocos conocen. Cuando tienen hambre, llega a verselos en los territorios del Este; pero eso no es frecuente. He visto la isla donde se reunen para bailar juntos. Vuelan en circulos con alas enormes, yendo y viniendo, elevandose cada vez mas sobre el mar de poniente, como un torbellino de hojas amarillas en el otono.

Arrebatado por esta vision, el hombre miraba a traves de las negras pinturas de las paredes, a traves de los muros, la tierra, y las tinieblas, y veia el mar abierto, que se extendia hacia el ocaso, y los dragones dorados en el viento dorado.

—Mientes —dijo la joven con vehemencia—, son invenciones tuyas.

El la miro sorprendido. —?Por que habria de mentir, Arha?

—Para que yo me sienta como una tonta y estupida y miedosa. Para hacerte pasar por sabio y valiente y poderoso, y senor de dragones, y esto y aquello y lo de mas alla. Tu has visto bailar a los dragones, y las torres de Havnor, y lo sabes todo. Y yo no se nada de nada y no he ido a ninguna parte. ?Pero todo lo que sabes son mentiras! No eres nada mas que un ladron y un prisionero, y no tienes alma, y nunca volveras a salir de aqui. Que importa que haya oceanos y dragones y torres blancas y todo lo demas, porque nunca volveras a verlos, nunca veras nada, ni siquiera la luz del sol. Todo cuanto yo conozco es la oscuridad, la noche subterranea. Y eso es lo unico que realmente existe. Eso es, al fin y al cabo, cuanto hay que conocer. El silencio y la oscuridad. Tu lo sabes todo, hechicero. Pero yo se una cosa: ?la unica cosa que es cierta!

El agacho la cabeza. Las manos largas y cobrizas le descansaban sobre las rodillas. Arha le miro las cicatrices de la cara. Habia ido mas lejos que ella en la oscuridad; conocia la muerte mejor que ella, incluso la muerte… Sintio que un arrebato de odio subia a ella y le apretaba la garganta. ?Como podia estar alli tan desvalido y ser tan fuerte a la vez? ?Por que no podia vencerlo?

—Por eso te he dejado vivir —dijo de repente, sin ninguna premeditacion—. Quiero que me ensenes los trucos de los hechiceros. Mientras tengas algo que ensenarme seguiras con vida. Si no tienes nada que ensenarme, si tus artes no son mas que bufonadas y mentiras, entonces acabare contigo. ?Has entendido?

—Si.

—Muy bien. Adelante.

El hundio un momento la cabeza entre las manos y cambio de postura. El cenidor de hierro le impedia ponerse comodo, a menos que se tendiera boca abajo.

Por ultimo levanto la cara y hablo con gran seriedad: —Escucha, Arha. Yo soy un Mago, lo que tu llamas un hechicero. Domino ciertas artes y poderes. Eso es verdad. Tambien es verdad que aqui, en el Lugar de las Antiguas Potestades, mi fuerza es muy escasa y mis artes de poco sirven. Aunque podria obrar para ti sortilegios de ilusion y mostrarte toda suerte de maravillas. Es la parte mas sencilla de la magia. He hecho sortilegios desde nino, y podria hacerlos aun aqui. Pero si crees en ellos, te aterrorizaran, y quiza quieras matarme si el miedo te enfurece. Y si no crees, no veras mas que mentiras y bufonadas, como tu dices; y en ese caso tambien pierdo la vida. Y mi deseo y mi proposito, por el momento, es seguir vivo.

Esto la hizo reir, y dijo: —Oh, viviras algun tiempo, ?no te das cuenta? ?Pareces tonto! Esta bien, ensename esas ilusiones. Se que son artificios y no me asustaran. En verdad, tampoco me asustarian si fuesen reales. Pero empieza de una vez. Tu precioso pellejo esta a salvo, al menos por esta noche.

El se rio al oirla, como ella un momento antes. Se pasaban del uno al otro la vida de el como si jugasen con una pelota.

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