—?Que quieres que te muestre?

—?Que puedes mostrarme?

—Cualquier cosa.

—?Como fanfarroneas!

—No —dijo el, visiblemente picado—. No fanfarroneo, por lo menos, no es mi intencion.

—Muestrame algo, algo que segun tu merezca la pena. ?Cualquier cosa!

El inclino la cabeza y se quedo mirandose las manos. No paso nada. La vela de sebo de la linterna de Arha ardia con una luz tenue pero constante. Las imagenes de los muros, las negras figuras con alas de pajaro abatidas y ojos pintados en rojo y blanco se cernian amenazadoras sobre el y sobre ella. No se oia ningun ruido. Arha suspiro decepcionada y un tanto triste. El era debil; hablaba de grandes cosas, pero no hacia nada. No era mas que un mentiroso, ni siquiera un verdadero ladron. —En fin —dijo, y se recogio las faldas para levantarse. La lana susurro de un modo raro al moverse. Arha se miro y se irguio sobresaltada.

El pesado ropon negro que llevaba desde hacia anos habia desaparecido; tenia ahora un vestido de seda color turquesa, brillante y delicado como el cielo del atardecer, acampanado en las caderas. Y la falda estaba toda bordada con finos hilos de plata, aljofar y gemas de cristal, y relucia levemente como la lluvia de abril.

Miro al mago, sin habla.

—?Te gusta?

—?De donde…?

—Es como el vestido de una princesa que vi en la Fiesta del Retorno del Sol, en el Palacio Nuevo de Havnor —dijo el, mirandola con satisfaccion—. Dijiste que querias ver algo que mereciera la pena. Te muestro a ti misma.

—Haz… hazlo desaparecer.

—Tu me diste tu capa —dijo el en un tono de reproche—. ?No puedo yo darte nada? Bueno, no te preocupes. Es pura ilusion; mira.

Se hubiera dicho que no habia movido un dedo, y desde luego no pronuncio una sola palabra; pero el esplendor azul de la seda desaparecio, y Arha volvio a llevar el rustico vestido negro.

Permanecio un momento inmovil y callada.

—?Como puedo saber —dijo al fin— si eres lo que pareces?

—No puedes —dijo el—. Yo no se lo que parezco a tus ojos.

Arha se quedo un momento pensativa. —Podrias embaucarme, para que yo te viera como…—Se interrumpio, porque el habia levantado la mano y parecia senalar hacia arriba, con el minimo esbozo de un gesto. Ella penso que estaba urdiendo un sortilegio y retrocedio a toda prisa hacia la puerta; pero levantando los ojos descubrio en lo alto de la boveda oscura un pequeno recuadro: la mirilla de la recamara del Templo de los Dioses Gemelos.

No entraba luz por la mirilla y Arha no vio ni oyo a nadie alli, pero el la miraba ahora con ojos interrogantes.

Estuvieron quietos y callados un tiempo.

—Tu magia es mera tonteria, para embaucar ninos —dijo ella con voz clara—. Supercherias y mentiras. Ya he visto bastante. Serviras de pasto a los Sin Nombre. Yo no volvere.

Recogio la linterna y salio, y corrio ruidosamente y a fondo los pasadores de hierro. Luego se quedo un momento al lado de la puerta, consternada. ?Que debia hacer?

?Cuanto habia visto u oido Kossil? ?De que habian hablado? No lo recordaba. Parecia que nunca le decia al prisionero lo que habia pensado decirle. El siempre la enredaba con aquellas historias de dragones y torres, dando nombre a los Sin Nombre, y mostrandole que queria vivir, y agradeciendole la capa sobre la que estaba tendido. El nunca decia lo que tenia que haber dicho. Ella ni siquiera le habia preguntado por el talisman que aun llevaba escondido en el pecho.

Mejor asi, puesto que Kossil habia estado escuchando.

Pero, ?que mas daba, que podia hacer Kossil? Sin embargo, desde el mismo momento que se lo pregunto, supo la respuesta. Nada mas facil de matar que un halcon enjaulado. Encadenado en aquella jaula de piedra, el hombre estaba indefenso. A la Sacerdotisa del Dios-Rey le bastaria mandar a su sirviente Duby a que lo estrangulase aquella misma noche; y si ella y Duby no conocian hasta ese extremo el Laberinto, bastaria con echar veneno en polvo por la mirilla de la Camara Pintada. Kossil tenia cajas y redomas de sustancias nocivas; unas para envenenar los alimentos y el agua, y otras que emponzonaban el aire y mataban a quien lo respirase demasiado tiempo. Y por la manana el hombre estaria muerto. Nunca mas habria una luz bajo las Tumbas.

Arha recorrio de prisa los estrechos pasadizos de ledra hasta la entrada de la Cripta, donde Manan la esperaba, acuclillado y paciente como un viejo sapo en la oscuridad. Las visitas de Arha al prisionero lo inquietaban. Ella no queria que la acompanase hasta el final y habian acordado que el la esperaria alli. Ahora le alegraba tenerlo a mano. En el, al menos, podia confiar.

—Manan, escucha. Iras a la Camara Pintada, ahora mismo. Dile al hombre que lo llevas para enterrarlo vivo bajo las Tumbas. —Los ojillos de Manan se iluminaron.— Dilo en voz bien alta. Sacale la cadena y llevalo a… —Se interrumpio, porque aun no habia decidido cual seria el mejor escondite para el prisionero.

—A la Cripta —dijo Manan, impaciente.

—No, tonto. He dicho que lo digas, no que lo hagas. Espera…

?Donde estaria a salvo de Kossil y de los espias de Kossil? En ninguna parte, a no ser en los subterraneos mas profundos, los lugares mas sagrados y ocultos de los dominios de los Sin Nombre, adonde ni ella se atrevia a ir. Aunque ?no se atreveria Kossil a casi cualquier cosa? Podia, si, temer los lugares oscuros, pero se sobrepondria al miedo si fuera necesario. Era imposible saber hasta que punto conocia ella el plano del Laberinto, por Thar, por la encarnacion anterior de Arha, o incluso por las exploraciones secretas que ella misma podia haber llevado a cabo en otros tiempos. Arha sospechaba que Kossil sabia mas de lo que aparentaba saber. Pero habia un camino que ella sin duda no habia descubierto, el secreto mejor guardado.

—Llevaras al hombre adonde yo te guie, y lo haras a oscuras. Luego, cuando te traiga de vuelta aqui, cavaras una fosa en la Cripta y haras un ataud, y lo meteras vacio en la fosa, y le echaras tierra encima, pero que se note, de modo que el que lo busque pueda encontrarlo. Una fosa profunda. ?Entiendes?

—No —dijo Manan, terco y malhumorado—. Pequena, esa farsa no es sensata. No esta bien. ?No tendria que haber ningun hombre aqui! Nos caera un castigo…

—Si, ?y a un viejo tonto le cortaran la lengua! ?Te atreves a decirme a mi lo que es sensato? Yo obedezco las ordenes de las Potestades Tenebrosas. ?Sigueme!

—Perdon, mi ama, perdon…

Regresaron a la Camara Pintada. Arha espero fuera, en el tunel, mientras Manan entraba y soltaba la cadena del aro del muro. Oyo que la voz profunda inquiria: «?A donde vamos ahora, Manan?», y que la voz de contralto respondia hoscamente: «Vamos a enterrarte vivo, ha dicho mi ama. Bajo las Piedras Sepulcrales. ?Levantate!». Arha oyo que la pesada cadena restallaba como un latigo.

El prisionero salio. Llevaba dos brazos atados con el cinturon de cuero de Manan. Manan asomo detras, como si sujetara un perro tirando de una corta trailla, solo que el collar cenia una cintura y la trailla era de hierro. El prisionero miro a Arha, pero ella soplo la bujia y, sin decir una palabra, se interno en la oscuridad. Pronto se movio con pasos lentos pero regulares como cada vez que andaba a oscuras por el Laberinto, tocando las paredes con las yemas de los dedos a ambos lados. Manan y el prisionero la seguian, mucho mas torpes a causa de la trailla, tropezando y arrastrando los pies. Pero tenian que ir a oscuras, pues Arha no queria que ninguno de los dos aprendiese el camino.

Una vuelta a la izquierda despues de la Camara Pintada,.y dejar atras una abertura, y tomar la siguiente a la derecha, y pasar de largo otra abertura a la derecha; luego un largo trecho curvo y un tramo de escaleras descendentes, largo, resbaladizo y demasiado estrecho para pies humanos normales. Arha nunca habia ido mas alla de esos escalones. Recordaba muy bien las instrucciones y aun el tono de la voz de Thar. Bajar los escalones (detras de ella el prisionero tropezo en la oscuridad, y oyo que jadeaba y que Manan lo obligaba a levantarse, con un fuerte tiron de la cadena) y, al llegar abajo, girar en seguida a la izquierda. Continuar por la izquierda, pasar tres aberturas, luego la primera a la derecha y continuar por la derecha. Los tuneles se alargaban en curvas y angulos; no habia ninguno recto. «Ahora tendras que bordear el Pozo —decia la voz de Thar en la oscuridad de su propia mente—. Y el paso es muy estrecho.»

Aminoro el paso, y agachandose, avanzo tanteando el suelo con una mano adelantada. El pasadizo iba

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