17

– Oh, Guido, que absurdo. Me temo que te ha afectado el calor. En serio.

Al parecer, su suegra iba a poner obstaculos a su proposicion. Brunetti, al verla con su camisa de lino blanco y su pantalon de seda negro y aquel corte de pelo a lo chico que le habian hecho ultimamente, tenia la impresion de que, vista de espaldas, pareceria una adolescente de pelo blanco. Sus movimientos eran agiles y decididos, de persona joven. Muchas veces, a el le habia costado seguirla, circunstancia que Brunetti atribuia a que el pequeno tamano de la contessa le permitia sortear mas facilmente a la gente en las congestionadas calles de Venecia, que ahora eran todas.

Sentado frente a ella, la misma tarde, con su segundo spritz en la mesita que tenia delante, contemplando el reflejo del sol poniente en las ventanas del palazzo situado frente al Palazzo Falier, Brunetti se relajaba por primera vez en muchas horas, circunstancia que el atribuia a la helada bebida, a los altos techos que mantenian frescas las estancias por torrida que fuera la temperatura exterior y a la brisa que entraba por las ventanas y hacia ondear las cortinas. Mirando su vaiven, Brunetti trataba de hallar argumentos para convencerla de que fuera a consultar al signor Gorini.

– Eso ayudaria a Vianello -dijo el, aun sabiendo que su suegra habia visto al ispettore una sola vez, en la calle, y durante apenas dos minutos.

Ella lo miro y no se molesto en contestar. Se inclino hacia adelante, tomo un sorbo de su spritz, el primero, y dejo el vaso en la mesa. De sus ojos irradiaban finas arruguitas, pero la piel estaba tersa sobre los pomulos y debajo del menton. Brunetti sabia por Paola que ello se debia a los genes, no al bisturi.

– Y tambien ayudaria a esa anciana.

– ?Una anciana que ayuda a otra anciana? -pregunto ella con desenfado.

El se rio, sabiendo que a ella no la preocupaba la edad.

– Nada de eso. Mas bien seria una mujer de la clase alta que ayuda a una mujer de una clase desfavorecida.

– Y yo, sin los impertinentes ni la tiara.

– Hablo en serio, Donatella. Nadie va a ayudar a esa mujer. La estan manipulando, no quiere escuchar a su familia y ellos no pueden hacer nada. El director del banco no ha podido hacerla entrar en razon. Y, si se enterase de que estamos investigando a ese Gorini, lo cual va contra las normas, estoy seguro de que romperia con Vianello. Y eso a el le doleria terriblemente, lo se.

– ?Entonces es responsabilidad de la aristocracia salvar a un miembro de las clases inferiores? -pregunto ella, recalcando ironicamente las ultimas palabras.

– Mas o menos, imagino -dijo Brunetti, tomando otro sorbo del vaso.

– ?Tienes pruebas de que el tal Gorini es un charlatan?

– Tiene un largo historial de fraude.

– Ah -suspiro ella-, lo mismo que nuestros queridos gobernantes.

Brunetti dejo pasar la observacion.

– ?Quieres otro? -pregunto ella, mirando el vaso.

– No, gracias. Ire a casa, comere algo, llamare a Paola y me metere en la cama. Hoy he pasado muchas horas en trenes. -Opto por no hablar de la investigacion de asesinato que acababa de empezar; ya lo leeria ella en el periodico de manana.

– ?Crees que ese signor Gorini es un mal hombre?

El consulto con las ventanas de enfrente y se alegro al ver que el reflejo se apagaba.

– Hasta ahora no hay indicios de que sea violento -dijo al fin-. Nunca ha sido acusado de eso. Pero si, creo que es un mal sujeto. Se aprovecha de la debilidad de las personas. Antes timaba a la gente y al Estado, pero al parecer ahora se ha dado cuenta de que es mas facil timar a la gente. El Estado se defiende, pero tiene muy poco tiempo para defender al ciudadano. -Penso en parar aqui, pero decidio seguir-: Y aun menos interes.

– Y eso lo dice un empleado del Estado.

De no haberse sentido tan cansado, Brunetti habria bromeado con ella sobre esto, como habian hecho infinidad de veces. La sardonica vision del mundo que tenia Paola la habia heredado de su padre, esto era seguro. Y la madre le habia transmitido tambien la ironia con la que suavizaba los despropositos que veia.

Brunetti apoyo las manos en los brazos de su sillon e iba a levantarse cuando ella lo sorprendio diciendo:

– Esta bien.

– ?Como?

– Esta bien. Lo hare. Ire a hablar con ese hombre para ver que pretende. Pero tu tendras que encontrar una razon que justifique mi visita. No puedo presentarme en su casa diciendo que, al pasar por delante de la puerta, he visto su nombre y he pensado que quiza el pudiera encontrar en los astros una solucion para mis problemas, ?no te parece?

– Desde luego -reconocio Brunetti dejandose caer en el sillon-. Pedire a la signorina Elettra que mire si se anuncia en algun sitio o donde pueden informarse sobre el las personas interesadas.

– ?Con el ordenador? -pregunto ella sin disimular el asombro.

– Es la nueva era, Donatella.

Lo primero que hizo Brunetti al llegar a casa fue abrir todas las ventanas y salir a la terraza, adonde el esperaba que lo siguiera el aire caliente del interior. La cortina le rozo la pierna al abombarse hacia afuera impulsada por el aire que escapaba, senal de que se cumplia su deseo. Al cabo de unos diez minutos, Brunetti entro en un apartamento mas fresco.

Paola, previendo que iban a estar dos semanas fuera, habia despejado el frigorifico. Al abrirlo, el vio unas cebollas en el cajon inferior. Dos yogures naturales. Un trozo de parmigiano envasado al vacio. Abrio un departamento y encontro un tarro pequeno de pesto, un pack de seis latas de tomate y un bote de aceitunas negras.

Marco el numero del telefonino de Paola. Ella contesto diciendo:

– Frie las cebollas y echales el tomate y las aceitunas. No tienen hueso. Guarda elparmigiano en una bolsa de plastico nueva con autocierre.

– Tambien yo te echo de menos desesperadamente -dijo Brunetti.

– No te pases conmigo, Guido Brunetti, o te digo que estamos a catorce grados y que llevo jersey dentro de casa. -El iba a defenderse, pero ella, sin dejarle hablar, remacho-: Y hemos encendido fuego en la chimenea.

– Conozco a un monton de abogados que llevan casos de divorcio, ?sabes?

– Y esta tarde hemos dado un paseo de tres horas, a pleno sol, y el Ortler aun esta nevado.

– Esta bien, esta bien. Sacudire a Patta hasta hacerle confesar que el ha cometido el crimen y manana estare ahi.

– Hablame de esa llamada. ?A quien han matado? -esto, ya sin asomo de humor en la voz.

– A un hombre que trabajaba en el Tribunale. Pudo ser un atraco que acabo mal.

Ella, que no en vano llevaba mas de veinte anos casada con este hombre, pregunto:

– ?«Pudo ser»? ?Quieres decir que fue atraco o que Patta tratara de hacerlo pasar por atraco?

– Pudo ser atraco. Lo han matado en el patio de entrada de su casa y no lo han encontrado hasta esta manana. No se lo que hara Patta.

– ?Tienes alguna idea?

– Vagamente. -Ella habia preguntado solo por el asesinato, y Brunetti no creyo necesario decir que habia pedido a su madre que ayudara a la policia a investigar lo que podia ser otro delito. Desviando la conversacion de asuntos profesionales, pregunto-: ?Como estan los chicos?

– Cansados. Les he dado de cenar y estan tratando de mantenerse despiertos hasta las nueve. Supongo que aun piensan que solo los ninos pequenos se acuestan antes de las nueve.

– Quien fuera nino pequeno -suspiro Brunetti.

– Basta de lamentaciones. Ahora preparas la salsa y cenas. Despues te vas a la cama. Para entonces ya seran mas de las nueve.

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