– Exactamente. Por lo tanto, podria tardar una semana.
– ?O mas?
– Quiza.
– ?No se puede pedir con urgencia?
– Estoy seguro de que, mientras estamos hablando, todos los policias de esta ciudad estan haciendo la misma pregunta al
– ?Lo cual quiere decir que no serviria de nada?
Rizzardi se aparto unos pasos de la pila y se paro al lado de la cabeza de una de las figuras. Un subito escalofrio partio del centro de la humeda espalda de Brunetti.
– Una vez mande al laboratorio unas muestras de ADN -dijo el medico-. Eran para un caso de Mestre, y los resultados tardaron dos semanas.
– Comprendo -dijo Brunetti. Se volvio ligeramente, procurando moverse con naturalidad y dio unos pasos hacia la puerta del pasillo. Se paro, tosio ligeramente, como por efecto del frio, y dijo-: Ettore, debo hacerle una pregunta, y le aseguro que tengo un buen motivo para hacerla, creame.
La mirada de Rizzardi era ecuanime.
– ?De que se trata? ?O de quien?
– De la
Brunetti tuvo que esperar la respuesta.
Distraidamente, Rizzardi alargo la mano hacia una punta de la sabana que cubria una de las figuras, y Brunetti sintio una opresion en el pecho, pero el medico no hizo mas que alisar un pliegue de la tela. Con los ojos fijos en la sabana, Rizzardi dijo:
– Es de lo mejor de este hospital. Me ha hecho muchos favores durante anos. Mas de una decada.
– Admiro su lealtad, Ettore, pero puede estar involucrada con quien no deberia estarlo.
– ?Con quien?
Brunetti movio la cabeza negativamente.
– Todavia no estoy seguro.
– ?Pero lo estara?
– Creo que si.
– ?Me promete una cosa? -pregunto Rizzardi mirandolo finalmente. Hacia muchos anos que se conocian y Rizzardi nunca le habia pedido un favor.
– Si es posible.
– ?La avisara, si hay tiempo?
Brunetti no sabia lo que esto podia significar, que componenda ni que subterfugio.
– Si hay tiempo. Si.
– Bien -dijo Rizzardi relajando el gesto, pero solo un poco-. Hace un ano, sus companeros empezaron a notar algo raro. O, por lo menos, empezaron a hablarme de ello. Tiene cambios de humor, unos dias se la ve triste, y otros, euforica, pero nunca durante mas de unos dias. Antes su trabajo era intachable: era un modelo para todo el laboratorio.
– ?Y ahora?
Rizzardi dio la espalda a la figura yacente y, manteniendola entre si y Brunetti, empezo a andar hacia la puerta. Poco antes de llegar, se volvio y miro a los ojos al comisario.
– Ahora llega tarde, o no se presenta. Y comete errores, confunde las muestras, se le caen las cosas. Todavia no ha hecho nada que cause dano a un paciente, pero la gente empieza a temer que eso pueda ocurrir. Uno de los hombres que trabajan con ella me dijo que hace como si no tuviera valor para marcharse y quisiera que la echaran. -Rizzardi callo.
– ?Como es ella? -pregunto Brunetti.
– Es buena persona. Introvertida, solitaria, no muy atractiva. Pero buena. Por lo menos, eso diria yo. Aunque ?quien sabe?
– Si, quien sabe -confirmo Brunetti-. Gracias por decirmelo. -Y, sintiendose en la obligacion de respetar una promesa que no comprendia, anadio-: Hare lo que pueda.
– Bien -dijo Rizzardi. Abrio la puerta y salio dejandola abierta, y Brunetti no se demoro en seguirlo al calorcillo del corredor.
Brunetti se dirigio a la salida andando despacio. Paso por delante de la cafeteria, ocupada por personas en pijama o en ropa de calle, cruzo el cesped de lo que habia sido el claustro de los frailes y se sento en un murete. Como el submarinista que sube a la superficie, necesitaba aclimatarse a la alta temperatura exterior antes de exponerse otra vez al sol. Alli sentado, se puso a pensar en el difunto Fontana, evaluando los hechos desde otro punto de vista. El nunca conoceria los sentimientos de aquel hombre hacia su madre: en ningun hombre eran simples. Pero sus atenciones para con la jueza Coltellini debian interpretarse ahora de otro modo. No se trataba de un amor desdichado ni de afectos no correspondidos. ?Que habia dicho la
Un gato gris cruzo el cesped y trepo al murete. Brunetti extendio la mano y el gato oprimio la cabeza contra ella. El le froto detras de las orejas y el animal se tumbo a su lado. Durante unos minutos, estuvo acariciandole las orejas al gato hasta que este se quedo dormido. Brunetti, sorprendido, lo aparto con suavidad y dijo:
– Ya te adverti que no te pusieras el abrigo de piel -y regreso a la
La
– Siento que le hayan interrumpido las vacaciones, comisario -le dijo.
– Yo tambien lo siento. Mi familia lleva jersey y enciende fuego por la noche.
– ?Iba al Alto Adigio, verdad?
– Si, pero no pase de Bolzano.
Ella movio la cabeza, compadecida, y pregunto:
– ?En que puedo servirle, comisario?
– ?Encontro los nombres de las personas implicadas en los casos de aquella lista? -pregunto el.
– Esta misma manana -dijo ella senalando los papeles que tenia en la mesa, y Brunetti reconocio los documentos que le habian sido entregados-. Iba a subirselos despues.
Brunetti miro el reloj y vio que aun no eran las once.
– Entonces he hecho bien en venir.
Ella le acerco los papeles.
– Dos de los casos se refieren al
– El
– El primero es una demanda presentada por la familia de un joven que sufrio un accidente en uno de los almacenes del
– ?Aqui?
– Si, senor. Todavia tiene dos almacenes cerca del Ghetto. Alli guarda el material de una de sus empresas que hace restauracion de edificios.
– ?Que paso?
– Ese muchacho…, el pobre, era su tercer dia de trabajo…, acarreaba sacos de cemento a una barca que estaba en el canal, detras del almacen. Otro trabajador los apilaba en la barca. En vista de que el chico no volvia, el de la barca entro a buscarlo y lo vio en el suelo; mejor dicho, vio los pies, porque el habia quedado sepultado por una avalancha de sacos de cemento.
– ?Que habia pasado?
– ?Quien sabe? -pregunto ella retoricamente-. Nadie lo vio. La defensa afirma que el chico debio de tirar de uno de los sacos de abajo, o que ya no los habia apilado bien en un principio. -En vista de que Brunetti no preguntaba, ella prosiguio-: Una de esas carretillas motorizadas, toros creo que los llaman, estaba cargando