principio, tenian algun dinero, pero la madre lo gasto muy pronto, empleandolo en mantener las apariencias. Araldo pensaba ir a la universidad: los dos queriamos estudiar Leyes. Pero, cuando se acabo el dinero, el tuvo que ponerse a trabajar, y su madre penso que el trabajo mas seguro era el de funcionario, como su padre.

– ?Y el entro en el Tribunale, de ujier? -apunto Brunetti.

– Si. Y, a fuerza de mucho trabajar, fue ascendido y se convirtio en un personaje comico por la seriedad con que se tomaba sus funciones. Esto hasta el lo sabia. Pero el dinero nunca era suficiente y, hace cinco anos, la madre enfermo, o creyo enfermar, y necesitaron mas dinero para medicos, pruebas y tratamientos.

»A el le era cada vez mas dificil pagar las facturas y el alquiler. Yo le ofreci ayuda, pero no la acepto. Yo sabia que no la aceptaria, pero quise intentarlo. Asi pues, tuvieron que mudarse de Cannaregio a un apartamento de Castello, pequeno y oscuro. Ella se sentia cada vez mas enferma, y tenian que hacerle mas y mas pruebas.

– ?Tiene algun mal? -pregunto Vianello.

Penzo se encogio de hombros con elocuencia.

– Si lo tiene, los medicos no lo han encontrado. -Estuvo callado tanto tiempo que, finalmente, Brunetti tuvo que preguntar:

– ?Que paso?

– El pidio un prestamo al banco para pagar las facturas. Conocia a mucha gente y consiguio que lo recibiera el director. Pero el director le dijo que el banco no podia prestarle dinero porque no existia garantia de que pudiera devolverlo.

– ?Era el signor Fulgoni el director del banco? -pregunto Brunetti.

– ?Y quien si no? -dijo Penzo con una risa acida.

– Comprendo. ?Y despues?

– Despues, un dia, creo que fue hace tres anos, aparecio en la oficina de Araldo, como Venus surgiendo del mar o descendiendo en una nube, la jueza Coltellini, quien le dijo que se habia enterado de que el buscaba apartamento. -Penzo los miro para ver si advertian el significado del nombre y, al ver que asi era, prosiguio-: Araldo respondio que no, en absoluto, y ella dijo que era una lastima, porque un amigo suyo tenia un apartamento en la Misericordia que deseaba alquilar a lo que el llamaba «personas decentes». Dijo que el alquiler era lo de menos, que lo que le importaba era que fueran personas de confianza. -Penzo les miro como preguntando si habian oido en su vida algo semejante-. Araldo cometio el error de decirselo a su madre antes de hablar conmigo.

– ?Ella queria mudarse?

– Es un apartamento de cincuenta metros cuadrados; dos habitaciones para dos personas. Y, una de ellas, enferma. La caldera tenia mas de cuarenta anos: Araldo decia que nunca estaban seguros de si tendrian agua caliente.

– ?Usted no estuvo alli?

– Yo no he estado en ninguno de sus apartamentos -dijo Penzo con una voz que corto toda discusion-. El de la Misericordia, que tenia un alquiler mas bajo que el que estaban pagando en Castello, habia sido restaurado hacia dos anos, tenia un sistema de calefaccion nuevo, y electrodomesticos. Por la forma en que ella se lo ofrecia, parecia que le harian un favor al dueno si aceptaban. Y esta era justamente la manera de plantear las cosas a la madre de Araldo, que siempre se ha considerado superior al resto de los mortales. -La voz de Penzo tenia un filo aspero al decir-: La clase de persona que trata al casero con condescendencia.

– ?Asi pues, el acepto? -dijo Brunetti.

– Una vez se lo hubo dicho a ella, no tenia alternativa -dijo Penzo moviendo la cabeza con resignacion-. Ella no le habria dejado vivir, si no llega a aceptar.

– ?Y que paso despues de que se mudaran?

– Ella estaba contenta; por lo menos, al principio. -Penzo tomo el emparedado que habia abandonado, mordio una punta y volvio a dejarlo en la fuente-. Pero esa mujer nunca ha sido capaz de estar contenta mucho tiempo. Oprimio el pan con la yema del dedo dejando impresa la huella en la miga blanca. Empujo la fuente hacia la parte posterior del mostrador y bebio un sorbo de agua.

Brunetti y Vianello esperaban.

– Cuando llevaban unos seis meses viviendo alli, la jueza Coltellini devolvio una carpeta a Araldo despues de una sesion. El la llevo a su despacho y repaso el contenido, para comprobar que no faltaba ningun documento. Creo que es la unica persona del Tribunale que se molesta, es decir, se molestaba, en hacer eso. Faltaba un papel: la escritura de una casa. El llevo la carpeta a la jueza y se lo dijo. Ella contesto que no sabia nada, que cuando habia leido el expediente no estaba o, por lo menos, no recordaba haberla visto.

– ?Como reacciono el?

– La creyo, desde luego. Al fin y al cabo, ella era jueza y el habia sido educado en el respeto a las personas de rango y autoridad.

– ?Y entonces? -pregunto Vianello.

– Meses despues, la jueza aplazo una vista porque faltaba el sumario -dijo Penzo, y callo.

– ?Y donde estaba? -pregunto Brunetti.

– En el despacho de la jueza, debajo de otras carpetas. Araldo lo encontro cuando volvio por la tarde a recoger los antecedentes del caso.

– ?Se lo dijo a la jueza?

– Si, y ella le pidio disculpas y dijo que no lo habia visto, que se habria metido dentro de otra carpeta.

– ?Y esta vez? -Ahora era Vianello quien preguntaba.

– El seguia sin sospechar. O eso me dijo.

– ?Y despues? -pregunto Brunetti.

– Despues dejo de hablarme de ello.

– ?Como sabe usted que habia algo que decir?

– Comisario, ya le he dicho que fuimos juntos al instituto. Cuarenta anos. Despues de tanto tiempo, te das cuenta de cuando algo preocupa a una persona.

– ?Usted le pregunto?

– Si; mas de una vez.

– ?Y?

– Y el me dijo que lo dejara, que pasaba algo pero no queria hablar de ello. -Penzo volvio a centrar la atencion en el emparedado abandonado, trazo una X con la una del pulgar en la huella que habia impreso antes y miro a Brunetti-. No volvi a hablarle del tema y tratamos de hacer como si no pasara nada.

– ?Pero?

Penzo tomo el vaso, hizo girar varias veces el agua que quedaba en el y se la bebio.

– Deben ustedes comprender que Araldo era un hombre honrado. Un hombre bueno y honrado.

– ?Lo que significa? -pregunto Brunetti.

– Lo que significa que la idea de que una jueza le mintiera o le utilizara le disgustaba. Y le indignaba.

– ?Que iria a hacer al respecto? -pregunto Brunetti.

Penzo se encogio de hombros una vez mas.

– ?Que podia hacer? Estaba atrapado. Su madre era todo lo feliz que era capaz de ser. ?Iba el a destruir su felicidad?

– ?Estaba seguro de que perderian el apartamento?

Penzo no se digno responder a esto.

– ?Tan importante era el apartamento para ella?

– Si -respondio Penzo rapidamente-. Porque estaba en un buen barrio y podia invitar a sus amistades, las pocas que tenia, a visitarla y ver lo bien que vivian ella y su hijo, que no era mas que un funcionario. No un abogado.

– ?Asi pues? -pregunto Brunetti.

Penzo froto el borde del vaso con el dedo.

– Asi pues, el no hablaba de eso. Y yo no le preguntaba.

– ?Y asunto concluido?

La mirada de Penzo fue subita y grave, como si el no supiera si ofenderse o no.

– Si. Asunto concluido -dijo Penzo. El calor ponia una lamina de sudor en la cara y los brazos de la gente, por lo que, en un principio, Brunetti no distinguio las lagrimas que habian empezado a correr por las mejillas de

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