Penzo. Tampoco el parecia notarlas o, en todo caso, no hacia nada por enjugarlas. Brunetti veia como le goteaban de la barbilla y desaparecian en la blanca pechera de la camisa-. Me ire a la tumba deseando haber hecho algo. Haberle obligado a hablar, a decirme lo que hacia. Lo que ella le pedia que hiciera -dijo Penzo, llevandose las lagrimas con la mano maquinalmente-. Pero queria evitar problemas.
– ?Lo vio aquel dia? -pregunto Brunetti-. ?O hablo con el?
– ?El dia en que lo mataron?
– Si.
– No; yo estaba en Belluno. Habia ido a visitar a un cliente y no regrese hasta la manana siguiente.
– ?Que hotel? -pregunto Vianello con suavidad.
La cara de Penzo se cerro, y tuvo que hacer un esfuerzo para volverse hacia el inspector.
– El hotel Pineta -dijo forzando la voz. Se agacho, recogio la carta y salio del bar con tanta rapidez que ni Brunetti ni Vianello habrian podido detenerlo de haberlo intentado.
23
Brunetti fue a la barra y volvio con otras dos copas de vino blanco. Dio una a Vianello y bebio de la suya. Tomo lo que quedaba de su segundo emparedado y lo mordio.
– ?Y bien? -pregunto a Vianello.
El inspector agarro el mondadientes que habia usado para comer una alcachofa y empezo a romperlo distraidamente, dejando los trozos, uno a uno, en la fuente, al lado del emparedado de Penzo.
– Pues si -dijo finalmente-. Me parece que vamos a tener que investigar en su vida.
– ?La de Fontana o la de Penzo?
Vianello levanto la mirada rapidamente.
– La de Penzo. La de los dos, pero con Fontana ya hemos empezado. Primero, descubrimos que es gay y, despues, el hombre que, si no me equivoco, pudo ser su amante, nos hace un lacrimoso relato de su triste vida. Pienso que conviene averiguar donde estaba Penzo la noche en que mataron a Fontana.
– ?Quieres decir con eso que su lastimera historia no te convence? -pregunto Brunetti en un tono mas cinico que el habitual en el.
Vianello partio otro trozo de palillo y respondio:
– Me convence, si. Es evidente que el amaba a Fontana.
– ?Pero?
– Todos los dias hay personas que matan a sus seres queridos -dijo Vianello.
– Exactamente -afirmo Brunetti.
– ?Eso quiere decir que lo consideramos sospechoso?
Brunetti arrojo a la fuente el ultimo trozo de emparedado y dijo:
– Eso quiere decir que debemos considerarlo sospechoso. -Miro al inspector y pregunto-: ?Tu que opinas?
– Como te he dicho, deduzco que Penzo lo amaba. -Vianello hizo una pausa y prosiguio con una voz que sonaba casi a decepcion-: Pero no creo que lo matara el.
Brunetti tuvo que mostrarse de acuerdo en ambos puntos, pero finalmente dio voz a una inquietud que habia despertado en el su conversacion con el abogado:
– ?De verdad te parece que Penzo fuera su amante?
– Ya has oido como hablaba -insistio Vianello.
– Que ames a una persona durante cuarenta anos no significa que seas su amante. -Brunetti vio el gesto de tenaz escepticismo de Vianello y anadio-: No es lo mismo, Lorenzo. -Penso en agregar que tambien el y Vianello se querian; pero a Vianello no podias decirle algo asi. Tampoco le gustaria que Vianello se lo dijera a el, reconocio.
– Puedes considerar que lo uno no implica lo otro, si quieres -dijo Vianello, dando a entender que el no haria tal cosa-. Y si resulta que el no estaba en Bellino esa noche, ?entonces que haremos?
Brunetti no pudo menos que descartar esa posibilidad.
De nuevo en su despacho, un agotado Brunetti estaba frente a la ventana, buscando un soplo de brisa mientras consideraba nuevas conexiones y las posibilidades que entranaban. Penzo y Fontana, dos amigos que se querian, fuera lo que fuera lo que esto significaba. O dos amantes: el no excluia la posibilidad. Fontana y la jueza Coltellini, enfrentados por el extravio de documentos legales, Fontana, enzarzado en sendas
Abandonando todo intento de combatir el calor, Brunetti bajo al despacho de la
El cerro la puerta rapidamente.
– ?Como lo ha conseguido Patta? -inquirio y, sin poder reprimir un gesto de sorpresa, agrego-: ?Le ha ayudado usted?
– Por favor, comisario -dijo ella con indignacion-, usted sabe lo que pienso del aire acondicionado.
Lo sabia, si. Casi habian discutido a causa del tema: el mantenia que, para ciertas personas y en ciertas circunstancias, en las que incluia su propia casa en los meses de julio y agosto, era necesario, y ella opinaba que era un despilfarro y una inmoralidad.
– ?Que ha pasado?
– El teniente Scarpa -dijo ella con evidente desden-. Tiene un amigo que reconstruye aparatos de aire acondicionado y esta manana le ha hecho venir y han instalado uno en el despacho del
En este momento, la puerta situada detras de la mesa de la
– ?Ah, esta usted aqui! Hace horas que llamo a su despacho. Entre. -No gritaba; no hacia falta: la intensidad de su furor casi neutralizaba el efecto del aire acondicionado.
El
Brunetti tuvo tiempo de lanzar una mirada a la
– ?Es que ha perdido el juicio? -inquirio Patta cuando se hubo situado de pie detras de su mesa. Se sento, pero no indico una silla a Brunetti, lo que significaba que la situacion era grave y Patta iba en serio.
Brunetti se acerco a la mesa, con los brazos caidos a lo largo del cuerpo.
– ?Ha ocurrido algo malo, senor?
– ?Algo malo? -repitio Patta y, otra vez, por si alguien que estuviera escondido detras del archivador no le habia oido-: ?Algo malo? -Entonces, seguro ya de que todo el mundo le seguia, dijo-: Lo malo es que esta manana he recibido dos llamadas telefonicas para informarme de su comportamiento casi delictivo. Eso es lo malo.
– ?Puedo preguntar quien le ha llamado, senor? -dijo Brunetti, que ya se temia lo peor.
– Me ha llamado el marido de la