acondicionado, dijo-: Una nina, Brunetti. ?Se da cuenta de los problemas que esto puede causarme?

– ?De quien era la otra llamada, senor? -pregunto Brunetti.

– A eso iba. De la directora de los Servicios Sociales. Ha recibido una queja por acoso policial a una nina y me ha preguntado que ocurria.

Brunetti reprimio el deseo de preguntar quien habia formulado la queja, porque sabia que Patta no se lo diria.

Patta se sento en su sillon y dijo, con voz mas serena:

– Afortunadamente, conozco bastante bien al marido, del Lion's Club. Le he asegurado que tenia que ser un malentendido y parece que me ha creido. Por lo menos, no habra una investigacion oficial. -Su alivio era evidente-. Una cosa menos de que preocuparse.

Brunetti estaba inmovil, pensando que la mejor tactica seria dejar que las olas de la colera de Patta se estrellaran contra el y esperar a que bajara la marea antes de dar una explicacion.

– Fulgoni es director de banco -dijo Patta-. ?Tiene usted idea de lo influyente que puede ser un hombre como el? Tambien es amigo del questore. -Patta hizo una pausa, para que calara la enormidad del hecho, y dijo con voz mas tranquila-: Pero creo que le he convencido para que no curse demanda.

Patta callo, cerro los ojos y aspiro profundamente, para hacer comprender a Brunetti hasta que extremo habia puesto a prueba su paciencia la imprudencia y la irresponsabilidad de su subordinado: una muestra mas de los sufrimientos que debia soportar en el desempeno de sus funciones.

– Esta bien -dijo con fatiga-. No se quede ahi de pie. Sientese y cuenteme su version de lo ocurrido.

Brunetti obedecio y procuro mantenerse bien erguido en la silla, piernas juntas y manos en las rodillas, evitando toda actitud de agresiva pasividad, como la de cruzarse de brazos.

– En efecto, vicequestore, hable con la signora Fulgoni. Segun consta en el informe del teniente Scarpa, ella y su marido determinaron la hora antes de la cual no podia haberse cometido el crimen. Yo queria saber si habian observado algo insolito o fuera de lugar. Sentia curiosidad por los cuatro trasteros: alguien podia esconderse alli.

– Fulgoni no me dijo nada de eso -dijo Patta, con la suspicacia del hombre acostumbrado a ser engana-do-. Dijo que usted hizo preguntas de caracter personal.

Brunetti enarbolo una expresion de asombro, como si semejante sugerencia le ofendiera, como si solo el tuviera derecho a ofenderse.

– No, senor; tan pronto como la senora hubo respondido a mi pregunta sobre la hora en que ella y su marido llegaron al domicilio, me limite a felicitarla por la decoracion de la casa y preguntar si se trataban con los Fontana. Dijo que no, y Vianello y yo nos fuimos.

– Y bajaron a interrogar a la nina -dijo Patta con renovado furor.

Brunetti levanto una mano, para defenderse de una acusacion inmerecida.

– Eso es un malentendido o una exageracion, senor. Bajamos la escalera y pulsamos el timbre. Una nina contesto desde dentro y yo dije que deseaba hablar con su madre. Cuando se abrio la puerta, vi a una mujer en el fondo del apartamento. -Brunetti no creyo necesario hacer una descripcion de su fisico-. Pense que era la madre y entre con intencion de hablar con ella, pero tan pronto como descubri que la mujer no era la madre de la nina, Vianello y yo nos fuimos. Inmediatamente, senor. Vianello puede confirmarlo.

– No lo dudo -dijo Patta con uno de esos destellos de lucidez que desde hacia anos impedian a Brunetti considerarlo un cretino integral.

– ?Como vamos a presentar esto? -pregunto Patta-. He leido el informe de la autopsia -agrego-. Seguro que la prensa no tardara en enterarse.

– No por Rizzardi -dijo Brunetti con ardor, y Patta le lanzo una mirada de advertencia.

– El dottor Rizzardi no es la unica persona que trabaja en el laboratorio de patologia, como usted recordara, ni la unica persona que tiene acceso al informe -dijo Patta-. Cuando esto trascienda, ?como lo gestionamos?

Brunetti examino las patas de la mesa, pensando en la signora Fontana y en cuanto tiempo se habria mantenido ignorante de ciertas cosas y como lo habia conseguido. ?Con que suenan las madres para sus hijos? ?Y que esperan de ellos? ?Una vida feliz? ?Unos nietos? ?Motivos de orgullo? Brunetti conocia a mujeres que solo deseaban que sus hijos no cayeran en la droga ni fueran a la carcel; otras querian que se casaran con una mujer hermosa, hicieran fortuna y adquirieran una buena posicion social; otras mas, muy pocas, solo querian que fueran felices. ?Que se habia permitido la signora Fontana desear para su hijo?

– ?Y bien? -La voz de Patta hizo volver a Brunetti de sus divagaciones.

– Dice Rizzardi que los resultados de las pruebas del laboratorio aun tardaran unos dias, senor.

– ?Que hacemos entonces?

– Creo que deberiamos buscar a la persona que pudiera querer matar a…

Antes de que Brunetti nombrara a Fontana, Patta lo interrumpio diciendo:

– No parece la clase de hombre al que alguien desea matar. Pudo ser un crimen callejero.

Brunetti estuvo tentado de preguntar quien podia haberlo golpeado con tanta furia hasta matarlo, pero la prudencia freno el impulso, y solo dijo:

– Eso parece, vicequestore. Pero alguien deseaba matarlo, y lo ha matado. -Conocia a Patta y sabia que ahora sugeriria que la policia atribuyera el crimen a un atraco, lo cual, pensaba Patta, tranquilizaria a los ciudadanos. Por consiguiente, Brunetti dijo en prevencion-: Podria ser una imprudencia hablar de violencia callejera, vicequestore. Nadie desea visitar una ciudad en la que te atracan y te matan.

Aunque Patta era siciliano, no veneciano, Brunetti sabia que el vicequestore habia frecuentado a los politicos y las llamadas altas esferas de la ciudad lo suficiente como para haber absorbido su fe en el turismo. Sacrificad a los ninos, capturad a los ciudadanos y vendedlos como esclavos, degollad a todos los hombres en edad de voto, violad a las virgenes sobre los altares de los dioses, haced esto y mas, pero no toqueis a un turista, ni al turismo. La espada de Marte es menos poderosa que sus tarjetas de credito; sus compras todo lo pueden.

– ?… me escucha, Brunetti?

– Por supuesto, signore. Trataba de pensar en la manera de presentar esto a la prensa. -Tambien Brunetti habia aprendido a contemporizar.

Patta cruzo los brazos y contemplo la superficie de la mesa, tan limpia de papeles como limpia de incertidumbre estaba su cabeza.

– Antes o despues, los resultados de la autopsia tendran que ser hechos publicos, y pienso que hay que decir que empezamos a sospechar que su muerte esta relacionada con su vida privada.

– ?Sin prueba alguna? -pregunto Brunetti, pensando aun en la madre de Fontana.

– Hay una prueba: el semen de otro hombre.

– No es eso lo que lo mato -replico Brunetti con osadia.

Patta apoyo los codos en la mesa y oprimio los labios contra sus dedos entrelazados, como si de este modo confiara en poder reprimir la respuesta que deseaba dar a Brunetti. Los dos hombres se quedaron un rato en silencio, y Patta pregunto:

– ?Querra usted hacer esta declaracion a la prensa o debo pedirselo al teniente Scarpa?

Con su voz mas templada y razonable, Brunetti dijo:

– Creo que es preferible que lo haga el teniente, senor.

– ?Esta seguro de que no quiere hacerlo usted, Brunetti? Al fin y al cabo, algunos de esos periodistas son amigos suyos.

– Gracias, senor; pero, si les pidiera que publicaran eso, tendria que decirles que no es lo que yo creo. El teniente tiene mucho mas aplomo para mentir a la prensa. -Brunetti sonrio y se levanto. Fue a la puerta, la abrio y la cerro suavemente, tirando de ella, para asegurarse de que quedaba bien encajada: no queria que escapara mucho frio del despacho del vicequestore.

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