Vianello abrio las manos en ademan de incertidumbre.
– Solo ha dicho que vendria a hablar.
– ?Y que le has dicho tu?
– Que tu llegarias a las nueve.
– Bien -dijo Brunetti, alegrandose de no haberse retrasado-. Sube conmigo.
Antes de que Vianello pudiera alejarse de su mesa, sono el telefono y, a una sena de Brunetti, el inspector contesto dando su nombre. Escucho un momento y dijo:
– Haga el favor de acompanarlo al despacho del comisario Brunetti. -Colgo el telefono-: Ya esta aqui.
Subieron la escalera rapidamente. Brunetti abrio las ventanas de par en par, pero no se noto: el aire siguio tan caliente y viciado como antes. Minutos despues, Zucchero golpeo con los nudillos el marco de la puerta y dijo:
– Comisario, una visita: el
Araldo Fontana habia sido descrito como un hombre insignificante, un personaje secundario de una novela pesada. Brunetti habia tenido la ocasion de ver a Fontana la vispera, pero la cobardia -no hay otro nombre para su sentimiento- le habia impedido pedir a Rizzardi que se lo ensenara.
El hombre que entro en el despacho de Brunetti parecia un personaje que hubiera intentado salir de las paginas de la misma novela, sin conseguirlo: estatura mediana, complexion mediana, pelo castano, ni claro ni oscuro y no muy abundante. Se paro en la puerta y, cuando Zucchero la cerro, dio un rapido paso al frente.
– ?El comisario Brunetti? -pregunto.
Brunetti salio de detras de la mesa y se adelanto para estrecharle la mano.
– Giorgio Fontana -dijo el hombre, dando la mano a Brunetti.
El apreton fue ligero y fugaz. Miro a Vianello y se acerco a el con la mano extendida. Vianello se la estrecho y dijo:
– Hemos hablado antes. Soy Vianello, el ayudante del comisario.
Vianello senalo la silla que estaba junto a la suya y la movio hacia un lado, de manera que Fontana pudiera verlos a ambos mientras hablaban. El inspector espero a que el hombre se sentara antes de ocupar su propia silla. Brunetti volvio a su sitio, detras de la mesa.
– Le agradezco que haya venido a hablar con nosotros,
Fontana asintio varias veces con rapidez y movio los labios en lo que podia ser una sonrisa.
– Lo siento, pero no hay nadie mas. -Al observar sus expresiones, prosiguio-: Mi padre era el unico hermano del padre de Araldo, y yo soy hijo unico. O sea que no podran encontrar a mas parientes -termino con una sonrisa muy pequena.
– Entiendo -dijo Brunetti-. Gracias por advertirnos. -Fontana asintio y Brunetti anadio-: Le estaremos agradecidos por toda la ayuda que pueda prestarnos.
– ?Que clase de ayuda? -pregunto Fontana, casi como si temiera que pudieran pedirle dinero.
– Que nos hable de su primo, su vida, su trabajo, los amigos de los que tenga usted conocimiento. Todo lo que crea que puede tener importancia para nuestra investigacion.
Fontana volvio a ofrecer su sonrisita nerviosa, miro a uno y otro, se miro los zapatos y, sin levantar la mirada, pregunto:
– ?Saldra en los periodicos?
Brunetti y Vianello intercambiaron una rapida mirada y Vianello apreto los labios en el gesto del que acaba de hacer un descubrimiento que puede resultar interesante.
– Todo lo que nos diga,
Sus seguridades no provocaron ni la menor senal de relajamiento en Fontana, y Brunetti empezo a sospechar que aquel hombre o no sabia relajarse o no era capaz de hacerlo delante de otra persona.
Fontana carraspeo y no dijo nada.
– Ya hable con la tia de usted, pero, en este trance tan doloroso, me parecio una falta de delicadeza pedirle que me hablara de su hijo. -Sin esfuerzo, Brunetti transformo sus omisiones en realidad diciendo-: Esta tarde hemos citado a companeros de trabajo. Y amigos.
– ?Amigos? -pregunto Fontana, como si no estuviera seguro del significado de la palabra.
– Personas de su entorno laboral -explico Brunetti.
– Oh -dijo Fontana desviando la mirada.
– ?Cree que seria mas apropiado llamarlos colegas,
– Quiza -dijo Fontana al fin.
– ?Hablaba su primo de las personas con las que trabajaba? -pregunto Brunetti y, como Fontana no respondiera, anadio-: Evidentemente, ignoro si habia entre ustedes mucha relacion.
– Bastante -fue toda la respuesta que obtuvo el comisario.
– ?Hablaba con usted de su trabajo,
– No, no mucho.
– ?Me permitira que le pregunte de que hablaban entonces? -pregunto Brunetti con su sonrisa pronta.
– Oh, de cosas, cosas de familia -fue la escueta respuesta.
– ?De la familia de el o de usted? -pregunto Vianello con suavidad.
– Es la misma familia -respondio Fontana con un deje de aspereza.
Vianello se inclino hacia adelante y sonrio en direccion a Fontana.
– Claro, claro. Yo me referia a si hablaban de su lado de la familia o del lado de el.
– De los dos.
– ?Le hablaba de su madre? -pregunto Brunetti, a quien extranaba que hubieran estado tanto rato hablando de una familia tan pequena.
– Raramente -dijo Fontana. Sus ojos iban del uno al otro, mirando siempre al que preguntaba y no desviaba la mirada al responder, como si se lo hubieran ensenado de nino y no supiera comportarse de otro modo.
– ?Le hablaba de si mismo? -pregunto Brunetti, esforzandose por mantener la voz suave, firme e impregnada de un cordial interes.
Fontana miro a Brunetti un rato, como buscando la celada o la artimana que estaba esperando.
– A veces -respondio finalmente.
A este paso, penso Brunetti, aun estarian aqui a la llegada de las primeras nieves, y Fontana seguiria mirandolos, ora al uno, ora al otro.
– ?Eran intimos?
– ?intimos?
– En el sentido de amistad -explico Brunetti con infinita paciencia-. ?Hablaban libremente de todo?
En un principio, Fontana lo miro fijamente, como desconcertado por la posibilidad de que entre dos hombres pudiera existir semejante relacion; pero, despues de reflexionar, dijo en voz mas baja:
– Si.
– ?El hablaba con usted de su vida privada? -pregunto Brunetti imitando la voz del sacerdote que habia oido su primera confesion, decadas atras. Creyo observar que Fontana se relajaba minimamente y dijo-:
Fontana miro de Brunetti a Vianello y otra vez a Brunetti, despues se miro las rodillas.
– Si -dijo con una voz apenas audible.
– ?Por eso ha venido a vernos,
Sin levantar la mirada, Fontana dijo:
– Si.