decepcion. A Fontana le gustaba el sexo anonimo. En el Tribunale se dice que le gustaba el sexo peligroso. Se peleo con sus dos vecinos, no sabemos por que. Algunos casos presentados ante la jueza Coltellini han sufrido aplazamientos desmesurados. Fontana no queria hablar de ella. Deseaba mudarse, pero probablemente le faltaba el valor.

Vianello descruzo los tobillos y volvio a cruzarlos en sentido inverso. Brunetti volvio a la mesa y se sento.

– Es un puzzle. Tenemos un monton de piezas, pero no sabemos hacerlas encajar.

– Quiza no encajen -observo Vianello.

– ?Que?

– Quiza no tengan que encajar. Quiza encontro a alguien en la calle, se lo llevo al patio. Y la cosa se les fue de las manos.

Brunetti apoyo la cabeza en una mano y dijo:

– Confio en que esa sugerencia no responda a la idea de que el sexo gay siempre ha de ser peligroso. -Su voz era neutra, pero la intencion no lo era.

– Guido -dijo Vianello con exasperacion-, ?vas a concederme un poco de credito? Tenemos muchos pequenos hechos y muchas mas posibles interpretaciones, pero tambien tenemos a una persona a la que le golpearon la cabeza contra una estatua de marmol, tres veces, y eso no es algo que le suceda a un hombre bueno, a no ser que este haciendo algo muy peligroso.

– O que se las vea con alguien que no es bueno y si muy peligroso -replico Brunetti rapidamente.

– Opino que deberiamos… -empezo Vianello, pero lo interrumpio Pucetti, que entro como una exhalacion, con un impulso que lo llevo casi hasta la silla de Vianello.

– El Ospedale -jadeo, y se inclino para aspirar dos bocanadas de aire-. Hemos recibido una llamada… -dijo, pero en aquel momento sono el telefono de Brunetti.

– Comisario -dijo una voz que Brunetti no reconocio-, han llamado del Ospedale. Ha ocurrido algo en el laboratorio.

– ?Que?

– Parece que se trata de una situacion con rehenes.

– ?Una que? -inquirio Brunetti, preguntandose si todos ellos no habrian estado viendo demasiada television.

– Al parecer, alguien se ha encerrado en el laboratorio y lanza amenazas.

– ?Quien ha llamado? -pregunto Brunetti.

– El portiere. Ha dicho que los del laboratorio han escapado y uno de ellos le ha llamado.

– ?Como «escapado»? -pregunto Brunetti. Tapo el micro con la mano y dijo a Vianello-: Baja a avisar a Foa. Necesito una lancha.

Vianello asintio y se marcho. Pucetti se fue con el.

Brunetti volvio la atencion al telefono, a tiempo de oir la explicacion:

– Dice el portiere que eso le ha dicho la persona que le ha llamado.

– ?Que mas ha dicho esa persona?

– No lo se, senor. El portiere ha llamado al 113, pero no le han contestado y nos ha llamado a nosotros. Es todo lo que ha dicho.

– Llamele y diga que vamos para alla -dijo Brunetti colgando el telefono.

Una vez fuera, cuando cruzaba la acera en direccion a la lancha, advirtio que habia dejado la chaqueta en el despacho y, con ella, las gafas de sol. La luz matinal lo deslumbro, y salto a la lancha casi a ciegas. Vianello lo sostuvo agarrandolo del brazo y lo condujo a la cabina, a resguardo de la luz. Aunque dejaron las puertas abiertas y Vianello corrio los cristales de las ventanas, el calor era sofocante.

Foa viro en redondo y los llevo hacia Rio di Santa Marina, haciendo sonar la sirena con intermitencias, para advertir de que una lancha de la policia se acercaba en sentido contrario. Aminoro la velocidad para girar por Rio dei Mendicanti y los dejo en la parada de ambulancias del Ospedale. Brunetti y Vianello saltaron al muelle, y Brunetti se volvio hacia Foa para decir que los esperara.

Entraron en el Ospedale andando deprisa, como si precisaran asistencia medica urgente. El viaje no les habria llevado mas de cinco minutos.

Brunetti iba delante, por un lado del claustro, torcio a la izquierda, despues a la derecha y subio la escalera hacia el laboratorio. El laboratorio estaba al final de un pasillo y, frente a la puerta de acceso al pasillo, vio a cinco personas, tres con la bata blanca del laboratorio y dos con el uniforme azul de los guardias de seguridad. Brunetti reconocio a uno de los ayudantes de Rizzardi, llamado Comei.

– ?Que ocurre? -le pregunto Brunetti.

Los ojos del joven, azules y alarmados, se salian de su cara bronceada. Las vacaciones habian terminado.

Le llevo un momento reconocer a Brunetti, pero entonces desaparecio de su cara parte de la angustia.

– Ah, comisario. -Se agarro al brazo de Brunetti como si estuviera ahogandose y solo el pudiera salvarlo.

– ?Que ha pasado, Comei? -volvio a preguntar Brunetti, confiando en calmarlo con la voz.

– Yo estaba ahi dentro y, de repente, ella se ha puesto a gritar y ha tirado algo. Luego ha barrido la mesa, y las probetas, las sustancias quimicas y las muestras de sangre han quedado esparcidas por el suelo. -Se miro los pies, oprimio el brazo de Brunetti y dijo-: Oddio, mire lo que me ha hecho. -Brunetti siguio la direccion del dedo y vio una mancha roja encima del zueco de plastico verde del tecnico-. Se ha vuelto loca. -En aquel momento, resono en el pasillo un grito que salia del laboratorio refrendando sus palabras.

– ?Quien es? -pregunto Brunetti.

– Elvira, la tecnica.

– ?Montini? -inquirio Brunetti.

Comei asintio distraidamente, como si el nombre no importara, y se agacho. Pellizcando la tela con delicadeza a la altura de la rodilla, se subio el pantalon y se miro el tobillo y el pie descalzo. Cuatro franjas de sangre le corrian por el empeine. El tecnico se apoyo pesadamente en Brunetti.

– Oddio, oddio -susurro, se aparto de Brunetti y se quedo inmovil, sin apartar los ojos de la sangre.

Brunetti iba a decirle algo cuando Comei dio media vuelta y se alejo rapidamente hacia la parte central del hospital.

Entonces se oyo el estrepito de algo pesado que chocaba contra el suelo.

Una mujer con bata blanca se acerco a Brunetti.

– ?Son de la policia? -pregunto.

Brunetti asintio.

– ?Puede usted decirnos que ha pasado?

Era alta, delgada y tenia aspecto de persona capaz.

– Soy la dottoressa Zeno -dijo, sin tender la mano-. Jefa del laboratorio. -Brunetti asintio-. Hara una media hora, pregunte a la signorina por una muestra de sangre que analizo la semana pasada. Los resultados no cuadraban con los de los analisis que se hicieron en el hospital de Mestre tres dias atras, y el medico del paciente habia llamado preguntando si las primeras pruebas se habian hecho correctamente, porque una diferencia tan repentina no le parecia logica. -Hizo una pausa y Brunetti asintio, para indicar que la seguia-. Consulte nuestras listas y vi que la prueba original la habia hecho la signorina Montini. -Callo, miro de Brunetti a Vianello y otra vez a Brunetti-. No es la primera vez que ocurre esto ni que he tenido que pedirle explicaciones. -Brunetti asintio de nuevo, como si comprendiera-. He venido a hablar con ella, pero en cuanto le he dicho lo ocurrido… -Su voz perdio algo de firmeza al decir-: Me ha arrancado de la mano la lista de los nuevos resultados y la ha roto, luego ha empezado a tirar las cosas de la mesa, las probetas, el microscopio. Comei trabajaba a su lado.

Brunetti espero un momento y pregunto:

– ?Y entonces, dottoressa!

– Entonces me ha empujado y se ha puesto a chillar. -Al oirse decirlo, rectifico rapidamente-: No es que me empujara, mas bien me ha agarrado de los brazos y me ha apartado. Pero sin hacerme dano.

– ?Y despues, signora?-Ha tomado uno de los cutters que usamos para abrir las

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