pero en ellas solo vio la herrumbre de los barrotes, no la sangre de Fontana.
Brunetti cerro los ojos, sintiendo de pronto el calor de la jaula en la que ambos estaban atrapados.
– Quiero que vea una cosa, comisario -dijo Fulgoni con voz totalmente normal.
Brunetti lo miro y vio que se limpiaba las manos con el panuelo del bolsillo del pecho. Lo sorprendio ver como sus manos se aclaraban sin que el panuelo se oscureciera.
Fulgoni se aparto de Brunetti para volver al otro lado del trastero, donde estaban apiladas las jaulas. Las contemplo un momento, se agacho y miro al interior de la que estaba en la fila de mas abajo. Puso una mano a cada lado de la jaula, agitandola para desprenderla de las que tenia encima y a los lados.
Cuando la hubo extraido, las jaulas, lo mismo que antes las cajas, descendieron para llenar el hueco y quedaron torcidas, pero sin caer al suelo.
Fulgoni llevo la jaula a la mesa y la puso al lado de la caja.
– Eche una mirada, comisario -dijo retrocediendo un paso para quitarse de la luz.
Brunetti se inclino a mirar: vio una jaula de madera y tiras de bambu, el clasico articulo
En la parte superior de la manga se veia otra flor, mas pequena y mas oscura. Mas seca.
Brunetti fue a abrir la puerta de la jaula, pero Fulgoni lo detuvo, poniendole la mano en el antebrazo.
– No lo toque, comisario. No creo que quiera contaminar una prueba. -En su voz no habia ni asomo de sarcasmo, solo preocupacion.
Brunetti miro el jersey durante un rato antes de preguntar:
– ?Tomo precauciones al ponerlo ahi?
– Lo recogi sosteniendolo con el panuelo cuando ella subio. Yo no sabia lo que ocurriria, pero queria tener algo que…
– ?Algo que?
– Que demostrara lo que habia pasado.
– ?Querra decirme que fue?
Fulgoni se acerco a la puerta, quiza en busca de aire mas fresco. Ambos estaban sudando, y las jaulas, desde que Fulgoni las habia tocado, olian a guano y a polvo.
– Araldo y yo nos utilizabamos mutuamente. Creo que podriamos decirlo asi. Al parecer, a el le gustaban los encuentros rapidos y anonimos, y yo tenia que conformarme con eso. -Fulgoni suspiro y debio de aspirar algo del polvo que habian despedido las jaulas, porque se puso a toser. Los espasmos le hacian doblar el cuerpo, y se tapo la boca con la mano, esparciendo la herrumbre que tenia en los labios. Cuando remitio el acceso de tos, se irguio y prosiguio-: Nos encontrabamos aqui. Araldo lo llamaba nuestro nido de amor -dijo con deliberado acento melodramatico, indicando con un ademan el techo bajo y las vigas con telaranas. Saco el panuelo y lo paso por la cara manchandose la frente de herrumbre-. Mi esposa lo sabia, imagino. Mi error fue pensar que no le importaba.
Dicho esto, estuvo tanto rato sin hablar que Brunetti le insto:
– ?Y aquella noche?
– Todo ocurrio casi como le ha dicho mi esposa, salvo que el jersey que se extravio era de ella. Un jersey de algodon rojo. Dije que saldria a buscarlo. No tuve que ir hasta Santa Caterina; lo encontre al otro lado del primer puente. Al salir, vi que el buzon de Fontana estaba abierto: era nuestra senal. Si yo veia el buzon abierto al regresar a casa con mi esposa, buscaria un pretexto para volver a salir, bajaria y llamaria a su timbre desde la calle, con lo que el tendria una excusa para bajar. Entonces nos iriamos a nuestro rincon romantico.
– ?Y asi fue como ocurrio?
– Si. Yo deje el jersey en la barandilla de la escalera, donde estaria seguro. Entonces bajo Araldo. Nunca estabamos mucho rato. Araldo no queria perder tiempo en conversacion ni en nada mas. Despues, el era casi siempre el primero en salir, por prudencia.
– ?Pero no siempre? -pregunto Brunetti.
– ?Se refiere al
– Si. -Fulgoni movio la cabeza al recordarlo-. Abrio la puerta cuando estabamos en el patio. No haciamos nada, pero el debio de sospechar. -Se encogio de hombros-. Otro motivo para ser precavidos. A partir de entonces, se entiende.
– ?Y aquella noche?
– Araldo salio el primero y estaba cruzando el patio cuando oi la voz de mi mujer. Aqui dentro la luz estaba apagada, y pense que, si no me movia, no pasaria nada.
Y que seria la ultima vez. Siempre he querido dejarlo -dijo con tristeza-. Pero sabia que no podria. -Fulgoni volvio a enjugarse la cara, y Brunetti iba a proponer que salieran al patio cuando el otro prosiguio-: Asi que me quede aqui y les oi discutir. Nunca la habia oido hablar de aquel modo, tan fuera de si. -Fulgoni se volvio y se puso a enderezar las jaulas que, al encajar, despedian polvo y el volvio a toser-. Entonces oi un ruido -prosiguio-, no una voz, un ruido, y luego otros, y una voz, pero solo un momento, y mas ruidos.
Y ya nada mas. -Fulgoni senalo el sofa-: Yo estaba echado ahi, con el pantalon en los tobillos, y me llevo tiempo salir a ver lo que habia pasado. -Entonces, forzando la voz, dijo-: No; no es eso. La verdad es que me daba miedo pensar en lo que encontraria.
»Oi pasos que subian la escalera, pero segui esperando. Cuando por fin llegue a la puerta…, ahi -dijo senalando la verja que aun los separaba del patio-, la luz de fuera estaba encendida y lo vi a el en el suelo. Pero la luz funciona con temporizador y entonces se apago. Tenia que volver atras para accionar el interruptor, y cruce el patio a oscuras, sabiendo que el estaba alli, en el suelo. -Callo durante lo que parecio mucho tiempo-. Entonces vi lo que ella habia hecho. Al bajar, debio de ver el jersey en la barandilla y comprendio que yo estaba aqui. Y entonces vio salir a Araldo, y fue…
– ?Y el jersey?
– Estaba en el suelo, al lado de el. Ella debia de tenerlo en la mano cuando… -Parecia que Fulgoni iba a vomitar, pero se rehizo y prosiguio-: Saque el panuelo. Me figuraba lo que podria ocurrir. No queria que le pasara nada a ella. -Entonces, como el que descubre en si mismo honradez, o valor, anadio-: Ni a mi. -Aspiro profundamente dos veces despues de decir esto y agrego-: Me envolvi la mano con el panuelo, cogi el jersey y lo meti en la jaula agitandola para que quedara plano.
– ?Y que hizo despues,
– Cerre el trastero y subi a acostarme.
30
Paola, que carecia de la legitimacion que otorga la posesion del permiso de conducir, pero contaba con la impunidad que confiere un marido comisario de policia, bajo el coche hasta la estacion de Malies para recoger a Brunetti, con peligro no ya de su propia vida sino tambien de la de sus hijos. Desde la estacion fueron directamente a La Posta de Glorenza, donde los chicos demostraron que habian pasado la mayor parte del dia andando por la montana, al devorar una fuente de
Raffi y Chiara estaban comatosos cuando llegaron a la granja y hubo que azuzarlos para que salieran del coche y entraran en casa, donde desaparecieron hacia sus habitaciones, aunque no sin que antes Chiara se abrazara al cuello de su padre y murmurara lo contenta que estaba de tenerlo alli.
Poco despues, tumbado delante de la chimenea, Brunetti degustaba una copita de
– Cuenta -dijo ella sentandose a su lado.