Se estrecharon las manos, Brunetti le dio las gracias por su atencion, que pidio hiciera extensivas a su esposa, y salio del apartamento. Mientras bajaba la escalera, se preguntaba a cual de sus hijos estaria dispuesto a convertir en espia y como se las apanaria con Paola cuando ella se enterara.
CAPITULO 27
Al llegar a la calle, Brunetti torcio a la derecha e, inconscientemente, emprendio el regreso por el mismo camino que habia seguido al venir. Ya estaba a la mitad de la calle degli Avvocati cuando decidio tomar el
Al llegar, distinguio a alguien -quiza una mujer- que bajaba corriendo por el otro lado del puente, torcia a la derecha y se metia por la calle dell'Albero, Brunetti cruzo el puente, bajo por la
Oyo pasos que se alejaban y los siguio. La calle se estrechaba y, al fondo, quedaba cortada por las altas puertas metalicas de un
Entonces lo vio, en el quicio de una puerta de la izquierda. Al principio le parecio un fardo de ropa usada o una bolsa de basura sobre la que hubieran dejado caer un jersey viejo. Se acerco y el objeto se movio, apretandose contra la puerta y luego se deslizo hacia la derecha, pegado a la pared.
Brunetti aun no estaba seguro de que clase de criatura tenia acorralada. Se inclino para verla mejor y entonces la figura salto hacia el, chocando contra sus piernas. Instintivamente, Brunetti la atrapo, pero era como pretender sujetar a una anguila o una bestezuela salvaje que se debatia dando manotazos y patadas.
Ahora que, por lo menos, ya sabia con que clase de sujeto tenia que haberselas, Brunetti lo levanto en vilo y le dio la vuelta, de modo que los pies apuntaran en direccion opuesta a sus piernas y asi, quiza, causaran menos dano. Luego le rodeo el pecho con los brazos y lo atrajo hacia si, mientras murmuraba las frases que solia decir de nino a los perros de la familia.
– Calma, calma, no voy a hacerte dano. -Unas patadas mas. Brunetti oia un jadeo que, poco a poco, fue calmandose, las patadas cesaron y el cuerpo quedo inerte-. Ahora te dejare en el suelo. Ten cuidado al poner los pies, no vayas a caerte. -La criatura permanecia muda e inmovil-. ?Entiendes lo que digo?
Algo que estaba dentro de la capucha de una sucia sudadera asintio, y Brunetti puso a su presa en el suelo. Noto que los pies tocaban el suelo, primero uno y luego el otro y, todavia con las manos en los brazos, sintio que el nino tensaba el cuerpo, preparandose para echar a correr. Brunetti no tuvo que esforzarse para volver a levantarlo.
– No intentes escapar. Soy mas rapido que tu. -La tension se relajo y Brunetti volvio a bajar al nino. La parte superior de la capucha le quedaba unos centimetros por encima del cinturon-. Ahora te soltare y me apartare de ti. -Asi lo hizo y entonces dijo a la espalda de la sudadera-: Cuando quieras puedes hablarme. -No hubo respuesta-. ?Por eso me seguias? ?Quieres decirme algo? -La cabeza hizo un movimiento, pero podia significar cualquier cosa-. Esta bien. Hablemos.
De la bocamanga de la sudadera asomo una mano pequena y sucia que hizo sena a Brunetti de que se alejara mas. Como la calle no tenia salida y el bloqueaba la entrada con el cuerpo, Brunetti retrocedio dos pasos.
– Ya estoy lejos. Ahora hablemos.
Brunetti se apoyo en la pared de una casa, cruzo los brazos y miro la pared de enfrente, pero concentrando toda su atencion en el nino.
Al cabo de un minuto, o quiza mas, el nino se volvio. Bajo la sombra de la capucha, Brunetti distinguia ojos, boca y poco mas. Puso las manos en los bolsillos y se alejo un paso mas, dejando un hueco por el que el nino podia tratar de escapar. Le vio considerar la posibilidad y descartar la idea.
El nino hundio en el bolsillo de la sudadera la mano con que habia hecho la sena. Cuando la saco, dio un paso hacia Brunetti y extendio los dedos. En la palma, Brunetti distinguio unos objetos pequenos. Lentamente, dio un paso adelante y se inclino, para verlos mejor. Eran un anillo y un gemelo.
Brunetti se puso en cuclillas y extendio la mano hacia el nino, que dio un paso corto hacia el. Brunetti sabia que el hermano de la nina muerta tenia doce anos, pero observo que no aparentaba mas de ocho. El nino dejo caer los objetos en la mano que extendia Brunetti.
El comisario los examino. El gemelo tenia un pequeno rectangulo de lapislazuli montado en plata. Hasta Brunetti podia apreciar que la piedra roja del anillo era un trozo de vidrio. Miro al nino, que estaba observandolo.
– ?Quien te ha enviado? -pregunto Brunetti.
–
Brunetti movio la cabeza de arriba abajo.
– Eres un buen chico -dijo-. Y valiente. -No sabia en que medida lo entendia el nino, pero lo supo al verle sonreir-. Y muy listo -agrego Brunetti golpeandose la frente con el dedo, y la sonrisa se ensancho-. ?Que paso? - pregunto y, como el nino no respondiera, insistio-: ?Que paso aquella noche?
– Hombre tigre -dijo el nino.
Brunetti ladeo la cabeza en senal de confusion.
– ?Que hombre tigre?
– En la casa -dijo el nino senalando con la mano en direccion a las casas de la izquierda de Brunetti, donde estaba el
Brunetti extendio las manos con las palmas hacia arriba, el gesto universal del desconcierto.
– No se de ningun hombre tigre -dijo-. ?Que hacia?
– El nos ve. El entra. Sin ropa. Hombre tigre. -Para ilustrar su descripcion, el nino se revolvio el pelo y se paso los dedos por los brazos, como aranandolos, primero con una mano y luego con la otra-. Tigre. Tigre malo. Mucho ruido. Ruido de tigre.
– ?El hombre tigre te dio estas cosas? -pregunto Brunetti sosteniendo las piezas frente al nino.
El pequeno las miro, confuso.
– No, no -dijo moviendo la cabeza con energia-. Nosotros cogemos. Hombre tigre ve. -Entorno los ojos como si tratara de recordar, o de no recordar. Entonces agrego-: Ariana. El coge a Ariana. -Para mostrar a Brunetti lo que queria decir extendio los brazos hacia adelante e hizo como si agarrara algo-. Como tu coges a mi -explico y levanto los brazos con un cuerpo invisible suspendido entre ellos. Se quedo quieto.
Brunetti esperaba.
– Puerta. Ariana afuera -dijo haciendo ademan de empujar y abriendo las manos. Brunetti vio que lloraba.
Empezaban a dolerle las rodillas, pero siguio agachado, temiendo intimidar al nino si se ponia en pie. Le dejo llorar y, cuando se calmo, le pregunto:
– ?Quien estaba con vosotros?
– Xenia -dijo el nino, levantando una mano al nivel de su hombro.
– ?Vio ella al hombre tigre?
El nino asintio.
– ?Vio lo que hizo?
El nino volvio a mover la cabeza afirmativamente.
– ?Vuestra madre sabe esto?
Otra vez si.
– ?Querra hablar conmigo?
El nino miro a Brunetti sin pestanear y movio la cabeza negativamente.
– ?Tu padre no la dejara?