– ?Crees que tanto le importa lo ocurrido a su hija?

– No; pero puede ver en ello la oportunidad de sacarles dinero.

– Supones que el sabe lo que le ocurrio a la nina, ?no? -pregunto Vianello-. Y tambien los Fornari.

Antes de responder, Brunetti recordo su primera visita, en la que la esposa de Fornari habia mostrado curiosidad pero no preocupacion por la visita de la policia; y la segunda, en la que tanto ella como su marido habian dado senales de ansiedad. Algo debian de haber averiguado entretanto, y Brunetti queria saber que era y quien les habia dado la informacion.

Se hizo el silencio mientras los dos hombres estudiaban las posibilidades de actuacion. Al fin, Brunetti dijo, procurando que sonara como si fuera la cosa mas natural que podia pedir un padre:

– Podria preguntar a mis hijos.

– ?Preguntarles que? -dijo Vianello sin poder disimular el asombro.

– Si conocen a alguno de los chicos. Y si han oido hablar de ellos.

La mirada de Vianello, larga y severa, hizo que Brunetti se sintiera incomodo.

– Tienen la misma edad -explico, y anadio-: Bueno, mas o menos.

– Gracias a Dios que los mios aun son pequenos -dijo Vianello con una indiferencia sospechosa.

– ?Para que? -pregunto Brunetti, aunque ya sabia la respuesta.

– Para trabajar para nosotros -dijo el inspector.

Brunetti reprimio el impulso de defenderse. Miro el reloj y vio que eran casi las tres.

– Me voy a casa -dijo levantandose.

Al parecer, tambien Vianello habia dicho ya todo lo que tenia que decir.

– Si preguntan por mi, di que he tenido que salir, ?quieres? -dijo Brunetti.

– Por supuesto.

Ni el Supremo Augur habria podido detectar un mensaje oculto en la voz de Vianello, pero Brunetti sabia que lo habia. El comisario se levanto y, al dar la vuelta a la mesa, descargo una palmada en el hombro de Vianello. Luego salio de la questura y se fue a casa.

Abordo el tema durante la cena, entre el risotto con espinacas y el cerdo con setas. Chiara, que esta noche tenia un aspecto diferente y, por lo visto, habia abandonado la dieta vegetariana, dijo que no conocia a Ludovica Fornari, pero habia oido hablar de ella.

– ?Has oido hablar de ella? -pregunto Brunetti sirviendose otro trozo de cerdo.

– Y hasta yo -dijo Raffi, volviendo a concentrar la atencion en la fuente de zanahorias con jengibre.

– ?Que has oido? -pregunto Brunetti con indiferencia.

Paola le lanzo una mirada tan penetrante como suspicaz y se adelanto a preguntar:

– Chiara, ?llevas mi Flor de Pasion?

Brunetti no sabia a que se referia el nombre, pero, como Chiara llevaba un jersey de algodon blanco, dedujo que no podia ser una prenda de vestir. Quedaba el lapiz de labios u otra cosa que hubiera podido ponerse en la cara. O un perfume, aunque el no lo habia percibido, y Paola no solia usarlo.

– Si -dijo Chiara, titubeando.

– Ya me parecia a mi -dijo Paola con una amplia sonrisa-. Te queda muy bien. -Ladeo la cabeza y contemplo la cara de su hija-. Probablemente, mejor que a mi, de modo que puedes quedartelo.

– ?No te importa, mamma?

– En absoluto. -Paseando una alegre mirada alrededor de la mesa, Paola dijo-: De postre no hay mas que fruta, pero esta noche podriamos empezar la temporada del gelato. ?Algun voluntario para ir a buscarlo a San Giacomo dell'Orio?

Raffi pincho las rodajas de zanahoria que quedaban en el plato, se las puso en la boca, dejo el tenedor y levanto la mano.

– Yo ire.

– ?Pero que sabor? -Paola, que nunca habia mostrado preferencia por el sabor del helado que comia, mientras la racion fuera abundante, pregunto ahora con fingida vivacidad-: Chiara, ?por que no vas con tu hermano para ayudarle a decidir?

Chiara echo la silla hacia atras y se levanto.

– ?Cuanto traemos?

– La caja grande; el primer dia hay que ser esplendidos. -Y a Raffi-: Coge dinero de mi portamonedas. Esta al lado de la puerta.

Antes de que Brunetti terminara su cena, y en franco desafio a la norma familiar, los chicos ya habian salido del apartamento y trotaban escalera abajo.

Brunetti dejo el tenedor y, al oir el golpe del cubierto en la madera de la mesa, noto el silencio de la cocina.

– ?Puedo preguntar a que viene eso? -dijo.

– Eso viene a que no quiero que mis hijos hagan de espias -dijo Paola con vehemencia. Y, sin dejarle empezar siquiera a defenderse, anadio-: Y no me digas que preguntabas solo para tener de que hablar durante la cena. Te conozco, Guido. Y no lo consiento.

Brunetti miro el plato que tenia delante. De pronto, se sentia tan repleto que no se explicaba como habia podido comer tanto. Apuro el vino y dejo la copa en la mesa.

Comprendia que ella tenia razon, pero le dolia que se lo hiciera ver con tanta crudeza. Volvio a mirar el plato, tomo el tenedor y lo puso encima de el, atravesado, y despues el cuchillo, en simetrico paralelo.

– Y, Guido, tu tampoco querrias eso -dijo ella en tono mas suave-. Te conozco, ya te lo he dicho. -Hizo una pausa y anadio-: Y, porque te conozco, se que te pesaria haberlo hecho.

El echo la silla hacia atras y se levanto. Tomo el plato para llevarlo al fregadero. Al pasar por detras de ella, le puso la mano en el hombro, y Paola la cubrio con la suya inmediatamente.

– A ver si traen chocolate -dijo el, que habia recuperado el apetito.

CAPITULO 29

A la manana siguiente, Brunetti seguia en la cama mucho despues de que Paola se levantara y se fuera a dar su clase de primera hora. Repasaba sus opciones, contemplando el caso de la nina gitana desde otra perspectiva, o lo que le parecia otra perspectiva. En realidad, no tenia nada. La unica prueba tangible de que la nina no se habia caido al escapar de la escena de un robo era el testimonio de un nino que afirmaba que a su hermana la habia matado el hombre tigre. Como prueba de ello, Brunetti tenia un gemelo y un anillo con un trozo de vidrio rojo.

No habia en el cadaver de la nina mas senales de violencia que las que podia haberle producido resbalar por un tejado de terracota, y la causa de la muerte era ahogamiento.

Su percepcion de que los Fornari se habian enterado de algo incriminatorio era totalmente subjetiva. Su primera impresion -y la de Vianello- era la de que la sorpresa manifestada por la esposa de Fornari al enterarse del robo era sincera.

El propio Fornari parecia preocupado cuando Brunetti hablo con el, pero a un empresario que hacia transacciones en Rusia no le faltarian motivos de preocupacion. Su mujer tambien estaba nerviosa esta vez. ?Y que? La hija parecia perfectamente tranquila al saludar a Brunetti. Pero ahora recordo la tos. Tuvo aquel acceso de tos cuando el dijo que ya se iba y que avisaria a Vianello. «Al ispettor Vianello», habia dicho.

Pero tampoco esto significaba nada: la gente tose.

Brunetti se puso boca arriba y estuvo mirando al techo hasta que la luz que iba entrando en la habitacion le hizo comprender que ya no podia seguir remoloneando en la cama. Lo unico que cabia era hablar con Patta, para ver si, por una vez, el vicequestore era capaz de descubrir una trama en todos estos hechos.

– Otra vez se esta dejando llevar por la imaginacion, Brunetti -dijo Patta horas despues, tal como Brunetti habia previsto. El comisario no habia malgastado el tiempo en tratar de adivinar cuales serian las palabras que utilizaria su superior, pero conocia de antemano su reaccion-. Esta claro que ellos no sospechaban lo ocurrido -

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