arrestos por conducir bajo los efectos del alcohol en la misma hoja. No me ha parecido bien malgastar tanto papel con el. -Aleteo, aleteo-. En cada ocasion, un juez comprensivo tomo en consideracion su edad y sus sinceros propositos de enmienda, y lo absolvio. -La sonrisa que acompanaba estas palabras era la de una tia benevola, satisfecha al comprobar que las fuerzas del orden habian descubierto, lo mismo que ella, la pureza de corazon de su sobrino preferido. Brunetti observo que solo quedaban dos papeles-. Agresion a un policia -dijo ella, depositando uno de los papeles delante de Brunetti, en lugar de dejarlo caer, como dando a entender que habian terminado las fruslerias-. Una disputa en un restaurante de Bergamo. Empezo cuando entro en el establecimiento uno de esos tamiles que venden rosas. El hijo del ministro, Antonio se llama, le dijo que se fuera y, como el tamil no se iba, se puso a gritarle. Un cliente, un policia que estaba cenando con su esposa, se acerco y trato de calmarlo.
– ?Que paso entonces?
– Segun el informe original, el chico saco una navaja y ataco al tamil, pero este lo esquivo. Lo que paso luego no esta claro, pero el chico acabo en el suelo, esposado.
– ?Y despues?
– Lo que vino despues tampoco esta claro -dijo ella dejando la ultima hoja encima de las otras.
Brunetti miro el papel: un formulario oficial que no reconocio.
– ?Que es?
– Una orden de expulsion. Al dia siguiente, el tamil estaba en un avion con destino a Colombo. -La voz era atona-. Al comprobar sus papeles, vieron que tenia varios arrestos y orden de abandonar el pais.
– ?Y esta vez le ayudaron a marcharse? -pregunto Brunetti innecesariamente.
– Por lo visto.
– ?Y el policia?
– Al dia siguiente, al redactar su informe por escrito, recordo que el tamil estaba borracho, que se mostraba agresivo y que habia amenazado a la muchacha. -Al ver la expresion de Brunetti, anadio-: Son famosos por su agresividad, esos cingaleses. ?O ahora hay que llamarles srilankeses.
Brunetti miraba la mesa, sin hacer comentarios. Al fin dijo:
– Fue una suerte para el chico que el policia lo recordara.
Ella recupero las dos ultimas hojas y las miro, mas por efectismo que por necesidad, observo Brunetti.
– Tambien recordo que no hubo tal navaja, que debia de ser una de las rosas del tamil.
– ?Eso dijo? -pregunto Brunetti, con asombro.
Agitando el papel, ella respondio:
– Asi lo escribio. -Tras una minima pausa, prosiguio-: La policia de Bergamo, al parecer, traspapelo la declaracion que el policia hizo a los agentes que acudieron al restaurante.
– ?Y la muchacha? -pregunto Brunetti-. ?Tambien ella recordo el detalle de la rosa?
La
– Dijo que estaba muy asustada y no recordaba nada.
– Ya.
– ?Cuanto tiempo hace que el sale con la chica Fornari?
– Tengo entendido que varios meses.
– Es el heredero, ?no?
– Si.
– ?Que le paso en realidad al hermano mayor?
– Habia ido a Nueva Caledonia, a hacer una investigacion antropologica y vivia con una tribu, como uno mas. Y la tribu, dicen los informes, fue atacada por otra tribu del valle vecino, y el muchacho desaparecio durante una incursion.
– ?Muerto?
Ella alzo los hombros y los dejo caer.
– Nadie lo sabe a ciencia cierta. Se habia afeitado la cabeza y marcado con las cicatrices tribales, de modo que los atacantes debieron de tomarlo por uno de ellos.
Brunetti meneo la cabeza ante la futilidad de aquella muerte.
– No se supo del ataque hasta meses despues, y ya no habia rastro de el.
– Lo que significa…
– Por lo que he leido, o bien la tribu con la que vivia lo enterro o los que lo mataron se llevaron el cadaver.
Brunetti no quiso saber mas y desvio la conversacion.
– ?Y Antonio paso a ser el heredero?
– Si.
– ?Estaban muy unidos los dos hermanos?
– Mucho. Por lo menos, eso dicen los articulos que se publicaron entonces. «Dos hermanos que eran hermanos de sangre» y todas esas cosas que tanto gustan a la prensa del corazon.
– ?Hermanos de sangre?
– Parece ser que Antonio fue a visitarlo a Nueva Caledonia y se sometio a algun ritual que lo hacia miembro de la tribu, lo mismo que su hermano. -Hizo una pausa, tratando de recordar detalles que habia leido y que no habia creido necesario copiar-. Cazar con arco y flechas y esas cosas de tarzanes que chiflan a los chicos. No se sabe a ciencia cierta si el hermano desaparecido, Claudio, tenia las cicatrices rituales en las mejillas, pero los dos se hicieron tatuajes y comian larvas con miel. -Se estremecio ante la idea, o ante las dos ideas.
– ?Tatuajes? -pregunto Brunetti.
– Si, ya sabe. Eso que tenemos que ver todo el verano. Marcas en los brazos y las piernas, arabescos, dibujos geometricos… Estan por todas partes.
Efectivamente. Tambien en las fotos colgadas de las paredes de las casas. Una melena rojiza y alborotada que agranda la cabeza, y tatuajes en los brazos que parecen rayas.
– El hombre tigre -dijo Brunetti en voz alta.
– ?Que? -pregunto ella y, mas cortesmente-: ?Como dice?
– ?Hay fotos de ese chico?
– De sobra -dijo ella con aire de fatiga.
– Imprima varias. Ahora, por favor. -Brunetti alargo la mano hacia el telefono para pedir una lancha y un coche y luego llamo a Vianello, para que lo acompanara.
CAPITULO 30
– ?Y tu crees que el hombre tigre es el? -pregunto Vianello cuando Brunetti acabo de referir lo que le habia dicho la
– ?Y crees que basta con eso para ir tras el? -pregunto Vianello, alzando la voz a medida que se acercaba al final de la frase, que acabo casi a gritos, levantando las manos al cielo, como para trasladar la pregunta a una autoridad que estaba por encima del hombre que tenia al lado.
Brunetti desvio la mirada de la cara de Vianello hacia la fachada del edificio de la orilla izquierda del Canal. Observo que por fin restauraban el
– ?Y bien? -pregunto Vianello, reclamando la atencion de Brunetti. Como el comisario no respondiera, anadio-: Aunque eso que dices sea verdad y el tal hombre tigre hiciera algo a la nina, no podremos probarlo. ?Me has oido, Guido? No tenemos posibilidad. Cero.