Descubri que me secaba con el tanga de Nina, que no habia vuelto a guardar.

Lo doble con cuidado y lo meti en mi bolsillo.

– No es lo que pensas.

– No me imagino que otra cosa puede ser -replico como lo haria una hermana mayor con su hermanito tarambana. Tenia dos anos menos que yo, pero siempre me trataba como a un nene travieso. Casi todas las mujeres lo hacian. Y parecia gustarles. A mi no me molestaba, pero a veces me desconcertaba.

– ?En que lio estas metido, bebe? -pregunto abandonando la broma.

Hable durante cuatro vinos y no me interrumpio.

– Dame los nombres y las direcciones -exigio. Se los di.

– No conozco el apellido del grandote, pero trabaja para un tal El Muerto. Por lo que dice el otro, es un tipo peligroso.

– Aja. ?El telefono de la putita?

– ?Eh! Que no es para tanto…

– ?Como llamas a una que al minuto de conocerte se abre de piernas: novicia?

– Mujer normal -respondi-. No es su culpa si soy irresistible…

– Eso ya lo se, bebe -dijo secamente.

Conocia a Lidia desde la facultad. Eramos amigos. Tan amigos que cuando quisimos mas, supimos que no funcionaria. Yo lo supe y ella lo acepto, no muy conforme. Ahora, a varios anos de aquella camaraderia, era la unica persona en Madrid que se preocuparia si una boca de metro me tragaba para siempre. Cambie de tema.

– ?Que tal la fiesta?

– Bien. Lo de siempre: unos contando exitos y otros fabulando grandes negocios para no quedarse atras.

Eran periodistas o publicistas, casi todos con su pequena empresa y su gran miedo al fracaso. La mayoria habia tenido que salir del pais despues del 76 y todos tenian en su pasado un familiar o un amigo muerto y sin tumba, desaparecido. Muchos habian estado presos por militar en partidos de izquierda o simpatizar con organizaciones de las llamadas «subversivas» por sus verdugos de uniforme. Y sin embargo, no terminaba de entenderlos ni pretendia juzgarlos. Al menos sabian por que se fueron. Intercalados entre ellos, pero tan aislados como si estuvieran en un cine viendo una pelicula que se sabian de memoria, chicos y chicas de mi edad y otros menores. Cuando hablaban, la «z» que salpicaba sus palabras advertia que se habian criado aca. Eran la segunda generacion, los hijos de los exilados que no habian conocido el horror y solo habian tenido acceso a las batallitas de sus mayores. Todo ese argentinismo desatado en el local era para ellos figurita repetida. Aunque por edad estaba mas cerca de ellos que de sus mayores, tampoco encajaba en su grupo.

Siempre fui un argentino raro.

Naci en 1978, el ano en que ganamos el Mundial de Futbol y perdimos la memoria. Despues supe que era la primera vez que levantabamos la Copa de la FIFA, pero que teniamos mucha experiencia en amnesias colectivas.

Cuando quiero recordar mi infancia me viene a la memoria la imagen de mi viejo saltando de alegria frente a la tele y gritando:

– ?Alfonsin, macho viejo y peludo!

Yo tenia cinco anos y crei que habiamos ganado otro Mundial. Pero el senor regordete y de bigote que aparecia saludando en la tele con traje y corbata no tenia pinta de futbolista. Ni mirada de goleador. Despues me explicaron que no se trataba de un partido sino de las Elecciones, y lo decian asi, con «E». Y que «habiamos» ganado. Los perdedores fueron los peronistas y me hice un lio, porque tenia la vaga sensacion de que mi viejo, antes, era peronista. Pero como todo me sonaba a futbol y yo cambiaba de cuadro cada ano, segun el que fuera ganando, crei que el viejo habia hecho lo mismo, aunque no entendia un carajo.

Cuando creci, tuve mas datos. Pero seguia sin entender un carajo. Supongo que habia llegado demasiado tarde o demasiado temprano a todo lo importante.

La generacion de mi viejo crecio convencida de que Dios era argentino.

La de mi tio creia que Dios no existia, pero si existiera, seria argentino.

Mi generacion crecio sabiendo que Dios no existe. Y la Argentina, ya veremos.

El resto fue acumular anos y mudanzas, hasta que, cansado de sentirme siempre afuera, decidi salir a buscarme en Espana.

Ajenos al hastio de sus cachorros, los mayores hablaban de la politica «de alla», discutian en la frontera del grito y de la broma. Era como si no se creyeran su propia vehemencia. Un tipo de bigotes, con el pelo agobiado de gomina, que dijo llamarse Jorge o algo asi, se pego a nosotros al saber que yo llevaba pocos meses en Espana. Jorge queria conocer mi opinion sobre el pais, aquel pais que no visitaba desde hacia muchos anos. Trate de escapar, pero insistio. Queria la opinion de la «nueva generacion», mi opinion. Se la dije. Y no le gusto.

Empezo un discurso sobre lo que «nosotros» habian hecho y lo que «nosotros» habian luchado por el pais, para que, para que los trataran como asesinos, los torturaran y los echaran como a perros sarnosos, y que se metieran el pais en el culo, eso, en el culo.

Lidia me hizo una sena de que no le hiciera caso. El tal Jorge paso del discurso del rencor al del mundano pesimista con solo un vaso de vino, que debia de completar por lo menos la docena. Yo habia hecho bien, dijo, en dejar atras «toda esa mierda», porque «alla» nada era posible, no habia cambio, que mierda iba a haber cambio, si «nosotros» no pudieron, nadie podria. De modo que lo mejor era buscar el futuro en otra parte y que cada uno fuera a lo suyo, y que el pais se hundiera y, desde luego, que se lo metieran en el culo, eso, en el culo.

A medida que hablaba se cargaba de rabia y de ironia, como si yo tuviera la culpa de sus contradicciones, como si mi exilio fuera egoista y el suyo algo digno de los libros de Historia. Lleno otros dos vasos, me dio uno y volvio al ataque. Yo habia hecho lo correcto, porque, pibe, «?para que quedarse a trabajar por la patria, cuando es mas comodo hacer el vago en Europa, pibe; para que joderse ganando una mierda y peleando contra la corrupcion, la injusticia y la venta del pais?».

El me entendia, el nos entendia a todos, el era la conciencia cosmica de un pueblo que no tenia conciencia individual. El era Dios todopoderoso y paternal, y con el pelo tirante como Gardel, y borracho como un marinero y repetitivo como un viejo locutor de la tele, y con mas miedo de mirar hacia atras que el que tuvo la mujer de Lot. Y como ella, vivia mirando hacia atras.

Empece a hartarme del tal Jorge, que no parecia ver las miradas de los demas, mis bostezos que alarmaban a Lidia y la energia con que el camarero retiraba botellas vacias de vino y traia otras llenas, rogando que fueran las ultimas. Paso a la fase triste sin respirar. Dos lagrimones se amontonaron en sus ojos sin atreverse a saltar.

– ?Por que te viniste, pibe? ?Por que no te quedaste alla?

– Me canse de los tipos que creen que se las saben todas y viven llorando porque el pueblo no descubre lo brillantes que son.

No se dio por aludido.

– Tenes que volver, pibe. Al pais hay que arreglarlo desde adentro.

– ?Y vos, por que no volviste todavia?

Se puso a la defensiva.

– Yo ya hice demasiado por la patria y mira como me lo pagaron. Treinta anos de sacrificio hasta alcanzar una posicion. Ustedes se creen que es facil llegar a Espana y que aca la guita la cagan los perros -sentencio-. Pero es muy dificil, hay que tragar mucho. Yo tarde casi dos anos hasta que alguien me ofrecio una oportunidad y sali adelante a fuerza de capacidad, despues de hacer trabajos asquerosos, escribir sin firmar y cobrando monedas, para que unos hijos de puta se quedaran con los billetes. -Se sirvio otro vaso-. Claro que muchos fracasaron y pegaron la vuelta, pero yo no. Y ya ves, no nado en guita, pero voy saliendo a flote con mi propia empresa de servicios periodisticos.

– Solo los mejores sobreviven -dije.

– ?Eso es! -aprobo-. A lo mejor te puedo dar una mano. ?Periodista? Lo sabia. Casualmente tengo un trabajito que te puede venir bien para empezar. La biografia de un tenor al que le van a dar un premio. No es mucho, cincuenta o setenta folios, casi un folleto… Lo fusilas todo de un par de libros y chau. Claro que, por ahora, seria conveniente que no firmes, porque no te conoce nadie y aca buscan firmas mas o menos conocidas… No es mucha guita, pero no se puede pedir mas, un recien llegado…

– ?Cuantas monedas? -pregunte.

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