– En parte: tambien le dije que estas un poco loca…
– ?Sabes que, hermanito? Siento unos impulsos incestuosos…
– ?Aparta, Satan! -Acaricie su mano.
La silueta siguio avanzando. El tipo se encogio acuclillado contra la pared de ladrillos rojos. La silueta extendio una mano y le toco el hombro. El tipo vio la terrible cara de la silueta, y era su propia cara.
El tipo se cago de miedo. ?Se cago de verdad!
La gente empezo a aplaudir y se encendieron algunas luces. La pantalla mostraba una lista de creditos superpuesta sobre la cagada del tipo, recortada contra los ladrillos, que ahora eran negros como el callejon y como mi humor.
– ?Que te ha parecido? -pregunto el delgadisimo amigo de Nina.
– Una cagada.
– ?Eso es! -dijo entusiasmado-. Has captado el mensaje de la obra de Picchu: detras de las apariencias, todo es una mierda.
– Gire en el sentido que gire -apunto Nina.
– Picchu estuvo un ano trabajando la idea -se entusiasmo el flaco.
– Le hubiera bastado con dejarse caer por aca una noche.
Nina me dio un codazo. Los aplausos crecieron y las luces se encendieron. Un tipo de pelo azul saludaba con dos brazos en alto. Era el protagonista del corto.
– Es Picchu -dijo el flaco y salio disparado hacia el creador incontinente.
– Mientras no se le ocurra hacer una improvisacion en vivo… No creo que el local tenga una ventilacion muy buena…
Esquive el nuevo codazo de Nina.
– Eres un sudaca incivilizado -dijo entre divertida y enfadada.
– Pero al menos no me cago en escena.
Las luces volvieron a apagarse y el show siguio. Los cortos no estaban mal, si a uno le gustaban las acumulaciones de simbolos estilo supermercado. En todos habia un elemento de terror, una nada velada critica a la sociedad, una sombra de muerte y una flaca en pelotas. Tal vez significara un alegoria sutil, o que solo las esmirriadas estaban impacientes por desnudarse, aunque fuera por amor al arte.
El ultimo resulto inquietante. Habia una banera en el centro de la nada. Una banera antigua, con patas retorcidas terminadas en garras de leon o fiera parecida. Estaba llena de un liquido rojo espeso. Sangre. La camara paseo por la superficie inmovil y escarlata. Algo se agito bajo el rojo. Nacio una mano de mujer. Una mano roja. Goteaba. Las gotas, al caer, formaban circulos concentricos en el liquido rojo. Otra mano emergio, lentamente. Las dos bailaron una danza eterna. Se unieron por las palmas, formando un triangulo de rojo contra negro. La camara describio un circulo y la banera parecio saltar hacia delante en camara lenta. Una pierna carmesi broto, rojo parido por el rojo. Era una hermosa pierna y la camara lo sabia, mientras caminaba de un extremo al otro, hasta perderse en la masa liquida. La pierna, como si tuviera vida propia, se elevo en un angulo de 45 grados y tiro del resto del cuerpo. Pesco una cadera pronunciada, una cintura estrecha, un culo brillante. Cayo, durante un minuto, con la musica acompanando los planos intermitentes que desde todos los angulos seguian la caida. El liquido rojo recibio su carga y se abrio gustoso en dos olas casi solidas. Todo comenzo a girar y una espalda de mujer totalmente limpia de sangre salio de la banera. Se irguio con gracia y sus formas blancas se recortaron contra el negro del fondo. La camara viajo con hambre por su espalda y descendio hasta donde las pantorrillas se perdian en el rojo. El color y la humedad del liquido comenzaron a trepar por la piel blanca y la envolvieron. La musica crecio mientras el rojo derrotaba al blanco y se apropiaba de las piernas y las caderas, penetraba el pubis simetrico, inundaba el ombligo chato y se alzaba con codicia hacia los pechos.
Era raro, pero habia algo mas. Yo conocia aquel cuerpo. La camara se alejo y entonces ya no tuve dudas, aunque la cara quedaba tapada por el pelo: ?Nina! La mire de reojo y me estaba observando.
El liquido rojo continuaba poseyendola y se retorcia, con algo de furia y mucho placer, como cuando hacia el amor. Senti celos de esa camara que la hacia suya de una manera definitiva, lejos del mundo de los cuerpos. El rojo vencio al blanco y ella se detuvo. Empezo a caer en la banera. En realidad, la banera se la tragaba, como haria una ballena blanca y sensual. Desaparecio.
La superficie roja se cerro en circulos concentricos y la imagen se congelo.
Aplausos. Luces.
– ?Te ha gustado? -pregunto Nina con timidez.
– Me impresiono -dije-. Tiene sensualidad, pero tambien mucho tormento. El que escribio esto debe tener la cabeza llena de fantasmas.
Me miro a los ojos.
– Lo escribi yo.
8
Nos separamos en la puerta. Me beso en la mejilla ante la mirada de Jamon, pero su mano, que el no podia ver, se metio entre mis piernas y me acaricio en un unico movimiento que iba tardar en olvidar.
– Hasta luego, hermanito -susurro-. Te espero en la cama.
Me ofrecio algo de dinero y lo rechace. No insistio. Me habia costado convencerla de la necesidad de separarnos por unas horas. Ella podria seguir preguntado por Noelia sin que mi presencia provocara preguntas. Yo buscaria a Lidia en la reunion fraternal de periodistas argentinos residentes en Madrid.
Camine buscando un taxi.
Alguien me llamo. Era mi Jamon Calibre 45. Parecia decepcionado.
– ?No vuelve a casa?
– No.
– Es que… llevo todo el dia detras de usted, con la misma ropa y… -Se ruborizo-. Tengo un compromiso.
– ?Picaron! Hagamos una cosa: le doy la direccion del restaurante. Voy a estar ahi un par de horas. Usted puede darse una ducha, romper un par de corazones y alcanzarme alli.
– Es usted buena gente. Me apenara tener que machacarlo.
– Gracias. Es un alivio -dije.
Le pregunte la hora, pero no llevaba reloj.
Pare un taxi. En algun lugar, sonaron unas campanadas o las imagine. El taxi corto la oscuridad desierta de una calle secundaria y se metio por una avenida que no reconoci. Un panel electronico de informacion mentia al anunciar la temperatura y mentia otra vez al decretar que eran las cinco de la tarde. Espie el tablero del coche por encima del hombro del taxista. El reloj digital estaba oscuro. La muneca del hombre tambien, pero de sol y ventanilla. Ni rastros de ningun reloj. El tipo interpreto mis movimientos como ganas de charla.
– Asi que a Lavapies -dijo-. Mala zona. Maricones, yonquis, camellos, moros, negros… -Suspiro-. Esto con el generalisimo no pasaba.
– No -dije para no discutir. Pero el tipo estaba decidido a conversar.
– Mala zona. Pero me dijo que iba a un restaurante…
Le repeti el nombre. Sonaba a mala imitacion de posada irlandesa dirigida por un italiano y seguramente hipotecada en un banco japones.
– Ah. Buena comida. Eso dice la gente. Yo solo como lo que guisa la parienta, que en los bares hay mucho guarro y uno no sabe lo que come.
El tipo seguia y yo trataba de calcular la hora. Pense en buscar mis bolsos y seguir hasta el aeropuerto aprovechando que el Jamon estaria ocupado con su cita romantica. ?Y si era una trampa? Si trataba de fugarme podian ponerse pesados. Necesitaba saber la hora. En una esquina, un yupi posmoderno pasado de vueltas y de alcohol se amaba a si mismo y a su iPhone y esperaba para cruzar la calle con impaciencia. Levanto el codo en un movimiento seco y clavo la mirada de aguila con lentillas en su reloj, ganandose mi odio eterno mientras lo dejabamos atras, un poco mas contaminado, pero a salvo del monologo de mi taxista.
– Usted perdone, pero ?no es de aqui, verdad?
– No -dude antes de seguir, porque sabia lo que venia-: Soy argentino.