habia sido una huida para no extranarla en cada uno de los lugares que nos vieron pasar. La voz siguio hablando y la deje. Ella era mas que un fracaso sentimental y menos que una tragedia. Era lo que tenia en la mano: un rostro hermoso que fue mio sin dejar de ser suyo, y que ahora era otra vez de su exclusiva propiedad, roto por desgaste el contrato que una vez firmamos en la servilleta de un bar. Me dejo porque se harto de representar el papel de musa de un autor que no se tomaba en serio mas que para poner en escena el sainete de su vida. Y yo junte las caretas, las guarde en una bolsa y me vine a Europa para cambiar de escenario, pero no de sainete. Ella era la Inolvidable; y lo seguiria siendo mientras en la foto su cara y su cuerpo complice me recordaran algo que no sabia distinguir, pero que se parecia a una borrachera triste, a una tarde de lluvia sin cigarrillos, a un domingo solitario y eterno. Chan Chan.

– Que lindo, che -dije en voz alta, borracho de sueno-. Si le pones una musiquita piola, tenes un tangazo, tenes.

Los argentinos trajeados me miraron mal y comentaron que «estos gallegos, cuando quieren imitar a un argentino, les sale como el orto».

Me levante y empece a caminar.

Me sobraban dos palabras para definir como me sentia.

Jodido.

Estaba jodido.

Pero todavia no sabia cuanto.

2

Era un edificio viejo pero remodelado, en pleno barrio de La Latina, y cuando la llave del portal funciono a la primera, pense que mi suerte empezaba a cambiar. No habia ascensor y llegue hasta el tercer piso con la lengua afuera. La chapa en la puerta anunciaba que ahi vivia Noelia Duran i Mont y cuando la abri no sono ninguna alarma. Entre despacio, como un ladron, y deje los bolsos y la mochila en el dormitorio. Me saque la camisa y el vaquero y anduve fumando en calzoncillos. Era una casa comoda.

Iba a darme un bano y a tomar unas cuantas decisiones impostergables.

Me sente en el sofa y me quede dormido.

Sono el timbre y antes de terminar de abrir la puerta me arrepenti de no haber puesto la cadena de seguridad. No hubiera servido de mucho.

El tipo era un gordo gigantesco, vestido con un traje de color marron amarillento indefinido, como un helado de limon y chocolate a medio derretir. Tenia unas manos enormes y en la derecha se perdia una automatica que me apuntaba. Con la izquierda me pego una cachetada, casi una caricia, que me mando hasta el salon.

– ?Donde esta Noelia? -pregunto.

No supe que decir, y el siguio hablando:

– Tienes hasta el lunes por la manana para encontrarla. Si no…

Guardo la pistola bajo el sobaco, sin dejar de mirarme.

– ?Me creeria si le dijera que yo no…?

– No. ?Donde esta Noelia?

Busque con desesperacion en la mochila y el grandote me miro con interes, como si fuera a sacar de ella a la tal Noelia. Le alcance el sobre de cuero con mi pasaporte y el pasaje de avion.

– ?Ve que no le miento? Yo estoy de paso, nomas, no se donde esta Noelia…

El estudio el pasaporte con cara de experto en falsificaciones pero me di cuenta de que lo sostenia al reves.

– Buenos Aires… -comento sonador mientras se guardaba el sobre en el bolsillo del traje-. Siempre quise conocer Brasil. Esto me lo quedo, para que no se te ocurra escaparte. Te estaremos vigilando. No nos veras. Pero si tratas de huir o haces algo raro… -Me apunto con un indice del tamano de una mortadela y bajo un pulgar que bien podria haber sido un jamon mediano-: Pum.

Se fue y tuve que abrir las ventanas.

Me parecio que el aire olia a polvora.

Un jamon calibre 45.

Fume un cigarrillo y busque la botella de bourbon en la mochila. Le di un trago y estaba caliente, pero me despabilo. Me dolia la boca y necesitaba pensar. Lo mas logico era salir volando de ahi. Pero sin documentos no iba a ir muy lejos. Ademas, habia dicho que me vigilaban. ?Quienes? Busque hielo y un vaso en la cocina y lo llene hasta el borde. Me lo tome en tres sorbos y pense que eran los dias que me quedaban de vida.

Me acerque a la ventana. El tipo estaba plantado en la esquina, mirando a la puerta del edificio. En algun momento tendria que ir a comer o al bano. Lo relevaria algun complice que no me habia visto tan de cerca. Sospeche que estaba un poco borracho cuando pense en buscar ropa en el armario y disfrazarme de mujer. Con mi barba, no iba a resultar muy discreto.

Empece a temblar y no pude parar.

Aquello tenia que ser una broma, pero ?de quien? Me toque la cara dolorida y no era una broma; ese gigante amable iba a mandarme a ver crecer los rabanitos desde abajo si no encontraba en tres dias a una mina que no habia visto en mi puta vida. Parecia el argumento de esas novelas policiales que tanto habia leido, las mismas que sonaba con escribir cuando todavia sonaba con algo. Para concentrarme encendi mi ipod clonico y chino, me puse los auriculares y le di al boton. En mis oidos retumbo la sentencia de Seru Giran:

«Se acabo, se acabo ese juego, se acabo ese juego que te hacia feliz».

Y Charly Garcia acertaba a medias: estaba claro que mi juego se acababa, pero no tanto que me hubiera hecho feliz.

De repente encontre la solucion: el flaco que me habia prestado la casa de Noelia. Tenia que localizarlo y que el lo aclararse todo. Para celebrarlo me servi otro trago. Claro que si Noelia estaba metida en quilombos con gente como el Jamon Calibre 45, su amigo no me iba a decir donde estaba. A lo mejor, si me hacia el gil cuando hablara con el flaco, o me inventaba algo para que me contara donde encontrarla y pasarle los datos al grandote…

?Podia yo ser tan hijo de puta como para traicionar a la pobre Noelia?

?Llegaria Noelia a perdonarme alguna vez?

?Quien mierda era Noelia?

Grandes enigmas de la historia de la humanidad, que solo podian resolverse aplicando una inteligencia aguda como la mia y otro poco de bourbon. Fui hasta la cocina rebotando en las paredes del pasillo y entonces me di cuenta: no sabia como localizar al flaco, y ni siquiera me acordaba de su nombre. Lo habia conocido hacia unas semanas en los Diablos Azules de la calle Apodaca y despues de cuatro o cinco borracheras poeticas nos habiamos vuelto como hermanos. Y a tu hermano no se te ocurre preguntarle como se llama, ?no?

Me acorde de que en alguna parte guardaba un papel con su telefono, para comunicarnos si habia algun problema en el piso. Con la serenidad de un tipo acostumbrado al peligro, volque la mochila y los bolsos en la alfombra y revolvi freneticamente mis cosas, hasta que encontre el papelito. Las letras bailaban un tango enrevesado y tuve que esperar a que sonaran los acordes finales para comprobar que mi salvador se llamaba Jose a secas. Marque el numero, pero la operadora me dijo que no existia. Conte las cifras y me parecio que me sobraba una. Tuve una vision del momento en el que el habia escrito eso y estabamos bastante borrachos. Tanto como para haberlo anotado mal.

Me puse otro bourbon y llore un poco.

Mi experiencia en situaciones violentas no pasaba de media docena de peleas en bares, que casi nunca habia ganado, y algun novio celoso con o sin motivos. Habia leido mucho, eso si: todo Chandler, Hammett, Vazquez Montalban y Juan Madrid, del que hacia poco me habia enterado de que no era un seudonimo sino su verdadero nombre. Tanta cultura tenia que servirme para algo. Lo unico que habia que hacer era pensar y ponerle mas hielo a mi vaso. Fijo que el grandote no era candidato al Nobel y a lo mejor lo podia despistar. Pero habia hablado en plural y no sabia cuantos eran.

?Y si llamaba a la policia? No tenia ninguna prueba de que me habia amenazado, ni forma de explicar que carajo hacia en esa casa. Apestaba a alcohol y cada vez que veia un uniforme se me aceleraba el corazon,

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