convencido de que yo no tenia cara de sospechoso, sino de culpable. Aunque no hubiera hecho nada. Descarte la policia.
A lo mejor si llamaba a algun amigo… Pero yo no tenia amigos, apenas companeros de copas de los que no sabia el nombre ni el telefono, por culpa de mi vieja enemistad con los telefonos moviles desde que lei
?Y si llamaba a la gallega? Seguro que convencia a su nuevo novio africano y se presentaba abajo con una docena de watusis, con lanzas y todo. Lo pense mejor: no iba a funcionar. La gallega me odiaba y hasta donde podia recordar, mi suplente no era un guerrero masai, sino un sociologo emigrado. Los sociologos no asustan a nadie. Aunque lleven lanzas.
Estaba claro que tenia dos opciones y no me convencia ninguna: tratar de escapar, incluso sin pasaporte, o esperar a ver que pasaba.
– Seamos serios, Nicolas -me dije-. Que para algo uno tiene una educacion universitaria. Hay que recurrir a un metodo racional.
Busque una moneda en el vaquero. Aproveche el viaje para servirme mas bourbon.
Si salia cara, intentaba escaparme; si no, buscaba a la tal Noelia, aunque no tenia ni la menor idea de donde carajo podia estar.
Tire la moneda al aire y reboto en el borde de la ventana, cayo a la calle y rodo hasta los pies de mi Jamon Calibre 45. Se agacho a recogerla y cuando me vio repitio el gesto con los dedos.
Pum.
Me fui dando tumbos hasta el salon.
Estaba casi borracho, al borde del llanto y medio muerto de sueno.
Decidi hacer las cosas completas por una vez en mi vida: me emborrache del todo, llore un buen rato y me quede dormido como un tronco, mientras en mi cabeza bailaban un malambo media docena de planes infalibles para huir. No habia drama: cuando descansara un poco, todo iba a ser facil, muy facil, como en las novelas.
No fue tan facil.
Tarde anos en decidirme a contar esta historia, y lo hago ahora, cuando ya mi acento argentino se ha fundido con el vocabulario espanol, lo que me permite reconocerme al mismo tiempo como un reverendo pelotudo y un grandisimo gilipollas por no haberme marchado esa misma tarde del piso de Noelia.
Despues me preguntaria mil veces por que no lo hice, y en cada examen me di una respuesta diferente que trataba de exonerarme de lo que paso.
Pero no hay coartada moral que alcance para perdonarme tantos muertos.
No me quede, como habria hecho un detective de novela, para conocer la verdad.
La verdad me importaba un carajo.
La verdad, lo aprenderia en seguida, era un cono.
Tampoco me quede para salvar a la tal Noelia de un peligro seguro.
Me quede por culpa de una boca.
Una boca que tambien era la verdad.
Aunque mintiera todo el tiempo.
3
Me desperto el timbre. Consegui arrastrarme hasta la puerta y espie por la mirilla. El logo de El Corte Ingles me saludo repetido y distorsionado desde una gran bolsa de plastico.
– ?Noelia? -pregunto una voz de mujer al otro lado-. ?Estas ahi?
– Ojala -murmure mientras abria-. Ojala.
La bolsa era grande y cuadrada. Y tenia unas piernas bronceadas, dos pies chiquitos y sandalias de cuero. La bolsa bajo y la dejo al descubierto. Tenia cara de gata y el pelo negro le caia hasta los hombros. Los ojos eran marrones, humedos y con un par de destellos que reflejaban la manana; la nariz, breve pero personal y la boca, la boca, la boca.
La boca.
El resto no desmerecia el conjunto. De repente, me acorde de que estaba en calzoncillos y un poco borracho. Ella no parecio notarlo.
– ?Esta Noelia en casa? -pregunto mientras entraba sin mirarme-. ?Volvera hoy? ?Sabes como puedo ponerme en contacto con ella?
– No -conteste a las tres preguntas.
Me miro de arriba abajo y yo no me sentia muy seductor.
– ?Como te llamas?
– Nicolas.
– Nicolas. ?De donde eres?
– Soy argentino.
– ?Un sudaca! Esta Noelia… ?Le chifla lo exotico!
– No creas: esta temporada, creo, se llevan mas los sociologos negros. Y lo mas exotico que se hacer es tirarme desde el armario…
– ?Fantastico!
– … pero no siempre acierto.
Hizo un mohin y se quito las sandalias.
– Pero antes debo banarme. Soy un rio de sudor.
Se fue desnudando hasta el bano. Antes de entrar, lo que le quedaba por sacarse era un tanga microscopico. En Argentina yo hubiera pensado «la tanga», pero ya lo dice el refran: donde fueres, haz lo que vieres. Y lo que yo veia era inmejorable.
– Me muero de sed. ?Serias tan dulce…?
– Soy un terron de azucar -conteste casi sin tartamudear.
En la cocina, el recuerdo del Jamon Calibre 45 me enfrio.
Ella conocia a Noelia.
Tenia que saber donde estaba Noelia.
Y mas aun: quien mierda era Noelia. En eso me llevaba ventaja.
Me puse el vaquero, prepare dos vasos con Coca-Cola, ron y hielo, y fui hasta el bano. Una toalla grande se amontonaba en el suelo, junto al tanga. Ella cantaba sin desafinar demasiado. Se asomo, con otra toalla estirada entre los brazos, que escondia el paisaje entre el cuello y las rodillas.
– Eres un cielo. Dejalo sobre el vater -ordeno con una sonrisa. Y abriendo mas la toalla, levanto los brazos y la trenzo en un turbante, mientras yo, como un pelotudo, trataba de concentrarme en la operacion de ocultar su pelo y no en todo lo que ya no ocultaba. Tomo un trago, se miro en el espejo y siguio cantando. Corrio la cortina y empezo a ducharse como si yo fuera un mueble mas del bano.
Fui hasta el salon y mire por la ventana.
En la esquina, soportando el sol, el Jamon Calibre 45 tenia la mirada clavada en la puerta del edificio. Tuve ganas de llamarlo y preguntarle de que lado habia caido la moneda.
La voz de ella llego desde el bano.
– ?Tu no te duchas? -pregunto.
Ese tipo de cosas pasaba todo el tiempo en las novelas que leia y en las que trataba de escribir. Pero no en mi vida. Trate de calcular cuantas horas, minutos y segundos cabian en tres dias, pero siempre fui un desastre en matematicas. De cualquier modo, tenia tiempo de sobra para una ducha o dos. Me quite la ropa.
Es increible la libertad que tiene un muerto para olvidar sus problemas.
Se llamaba Nina y era el tipo de chica que me volvia loco cuando yo era un adolescente timido y solitario. Andaria por los veintiocho, pero desnuda parecian menos. Despedia una sensualidad natural que le empezaba por