los ojos y acababa en los pies chiquitos y nerviosos, siempre listos a separarse. Tenia un cuerpo breve, de esos que aguantan el paso del tiempo porque se divierten cada vez que pueden. No voy a decir que era perfecta, porque estaba hecha de carne y no de suspiros; pero su gesto entre el vicio y la travesura la volvia irresistible.

Y no era tonta.

En la alfombra, mientras fumabamos, me pregunto si lo hacia mejor que Noelia y si me gustaban mas las rubias o las morenas. Le conteste que las rubias como Noelia tenian su encanto, pero las morochas como ella me volvian loco.

– En tu puta vida has visto a Noelia -dijo-. Es pelirroja, pelirroja: hasta los pelos del chocho. ?Que hacias en su casa en calzoncillos y apestando a whisky?

Me calle lo del grandote y sus amenazas. Describi a Jose, el tipo que me habia dado las llaves. Ella creyo identificarlo, aunque no estaba segura.

– Tipico de Noelia -dijo.

La deje hablar. Conocia a Noelia desde hacia varios anos, cuando llego de Cataluna para estudiar Derecho. Pensaban dedicar sus vidas a salvar ciudadanos atropellados por el sistema, hasta que descubrieron que la mayoria de la gente no quiere ser salvada. Ultimamente no se veian tanto como antes, dijo, y sospeche una pelea de la que no queria hablar.

– En realidad -explico sin necesidad-, la loca del grupo siempre fui yo: banal, frivola…

– … y deliciosamente putita -termine.

Lo tomo como un elogio. Lo era.

– Delissiiosssamente putita -imito-. Suena bien. Aqui diriamos «putilla», pero «putita» parece mas carinoso. ?Escribiras un tango sobre mi cuando vuelvas a Buenos Aires?

– No se si voy a volver. Y no escribo tangos. Soy periodista.

– En paro.

– Si. Y no me hagas contarte por que vine. Es muy deprimente.

– ?Por que has venido? -pregunto-. ?Exilio politico? Ya no se lleva…

– Exilio existencial. ?Sabias que de este lado del planeta el agua gira al reves?

Me miro extranada.

– Si -insisti-. Creo que se llama efecto Coriolis. Fue lo primero que comprobe en cuanto baje del avion en Barajas. Me fui derecho al bano y tire la cadena del inodoro. Alla el agua se va girando como las agujas del reloj; aca en sentido contrario…

– Eso lo cambia todo…

– No creas, en seguida descubri que la mierda es la misma en todas partes.

– Pero gira en diferente sentido -dijo ella.

– Eso si.

Nos duchamos otra vez. Dudando entre volver a empezar nuestro juego de piernas revueltas o dejarlo para despues de comer, nos vestimos sin muchas ganas. Ella rescato de la bolsa de El Corte Ingles un vestido que no vestia demasiado. Tuve miedo de meterla en un lio y le hable del Jamon Calibre 45. Se asomo al balcon y lo vio.

– Parece un cobrador del frac, pero en cursi. ?No seras un moroso?

– Solo me debo a mi mismo.

– Eso es bueno -dijo.

– Depende: me debo, pero nunca me pago.

– Tu estas majara -dijo.

Lo tome como un elogio. Y creo que lo era.

4

La calle parecia un pueblo fantasma de pelicula del Oeste, pero sin yuyos secos rodando. Saltamos de sombra en sombra en busca de una boca de metro, con el grandote siguiendonos a veinte pasos de distancia. Si nos parabamos, se paraba y silbaba un poco para disimular. «No nos veras», habia dicho.

Nina ondeo sus caderas hasta donde mi Jamon Calibre 45 esperaba con los ojos espantados de sorpresa.

– ?Usted! Deje de molestar al chico. Es solo un turista. No sabe donde esta Noelia. Nadie lo sabe. El ni siquiera la conoce.

– Y por eso anda en calzoncillos por su piso -escupio incredulo-. Mira, nina: no se quien eres y tampoco me interesa. Pero ese es el palomo de Noelia y me llevara hasta ella antes del lunes. Eso o…

Repitio su gesto con los dedos.

Pum.

Nina volvio hasta donde yo estaba.

– Lo siento, Nicolas. Estas en un lio.

– Chocolate por la noticia.

– ?Que?

– Que te felicito por la primicia.

En el metro, los pocos pasajeros que paseaban sudores en espera del tren parecian zombis recientes. Salimos a la superficie. El aire espeso nos impedia avanzar con rapidez. Entramos en un restaurante vacio de clientes y de rumores. Estaba fresco. Jamon 45 se sento en la otra punta del local. El camarero lo atendio primero: su tamano anunciaba una factura suculenta. Despues consiguio llegar hasta nosotros. Tenia la cara arrugada, como si le hubieran cambiado la piel por una tres numeros mas grande. Y de segunda mano.

Pedimos cinco ensaladas distintas. Nina estaba en plena etapa vegetariana y no hubo negociacion posible.

– ?De que va tu novela? -pregunto.

– ?Quien te dijo que estoy escribiendo una novela?

– El dia que conozca a un periodista que no amenace con la gran novela de la decada, me meto a monja -dijo arrugando la nariz.

– Tengo varias historias empezadas, pero la que mas me gusta trata de un pueblo que ha perdido las palabras a fuerza de usarlas sin pensar, y de un viejo con dos memorias, una para lo que fue y otra para la que hubiera querido ser. ?Ah!, y de como el ser humano, por mas que tenga segundas oportunidades, termina por cagarlo todo.

– Prometedor -suspiro.

– Aha. ?Y tu?

– No hay mucho. Casada, descasada, esas cosas. Un bufete en Lavapies que antes compartia con Noelia, pero casi no nos veiamos…

– ?Y eso?

– Metodo europeo. Trabajabamos seis meses cada una. La sociedad perfecta. Durante medio ano yo era una abogada que arrastraba montanas de papeles y los otros seis meses los dedicaba a mi ego: viajar, teatro o formar pareja. Un buen metodo, deberias probarlo.

– Ya lo hice, una vez, cuando estudiaba. Alquilaba una habitacion a medias con otro tipo. Yo trabajaba de noche, como conserje de un hotelucho, y dormia de dia. La almohada era como una antorcha olimpica y sudada: la dejaba el y empezaba mi turno. Un asco.

– Los pobres lo pintais todo muy negro.

– En algunos lugares no se consigue otro tono, nenita. No todos nacemos en cuna de oro y con un criado ingles para que nos limpie el culo con seda natural.

Mientras hablaba, supe que aquello no tenia sentido. Ahi estaba, en una fonda perdida de un Madrid abandonado, soltandole un discurso social a una hembra deliciosa a la que planeaba volver a desnudar antes de la noche. Y a cinco metros, el hombre que me evitaria el agobio de otro lunes, de todos los lunes, atacaba su tercer

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