– Helmut, sujetala, por favor. Esto le hara bien en los ojos-dijo Grete. Lo extendio con firmeza sobre los parpados de Katia y en el interior de los mismos, mientras el sostenia a la nina que se retorcia. Entonces Grete saco unas bolas enormes de color negro y amarillo del interior de la bolsa de papel-. Buena chica, Katia. Ahora traga esto. Aqui tiene te frio para ayudar a pasarlas-dijo Grete intentando tranquilizarla.
Katia puso mala cara y las escupio. Grete volvio a meterselas a la fuerza en la boca
– ?Grete! ?Grete! ?Que estas haciendo?- El penso que Grete se habia vuelto loca y que le estaba dando a Katia abejas muertas porque tenia mucha hambre. Echaba chispas por los ojos
– ?Es una medicina! Tienes que tomarla o se quedara ciega.
Y el la ayudo. Nunca se le olvidaria como eran aquellas enormes tabletas de penicilina y la expresion en la cara de Grete mientras habian que Katia las tragara. Los ojos de Katia mejoraron y el nunca pregunto a Grete como consiguio la penicilina.
SABADO
Sabado por la manana
Aimee, vestida con una chaqueta de lana y pantalones marrones, andaba por el estrecho pasaje tras la rue des Rosiers. Metio la mano enguantada en el bolsillo forrado para mantener el calor. La niebla se extendia por el Marais, casi hasta la place des Vosges. Piedra de siglos de antiguedad, pulida incontables veces, se alineaba a los lados del callejon. Por encima de su cabeza, geranios rojos colgaban de las jardineras en las ventanas.
La luz de una farola rota emitia un zumbido y parpadeaba de vez en cuando. Cerca de alli, en la rue Pravee, habia una charcuterie elegante que vendia carnes importadas, la zapateria de Javel y una pequena tintoreria. Sostenia en su mano la fotocopia parcial del recibo que habia hecho en Homicidios, esperaba encontrar la otra mitad.
Primero miro en la charcuterie. El dueno, con aspecto de estar muy ocupado, le informo de que todos sus recibos eran de color amarillo, al contrario que el trozo de papel que tenia en la mano. Le sugirio que probara en el negocio de al lado.
Aimee abrio la puerta inmaculadamente limpia de la tintoreria de madame Tallard. Un aire calido con olor a almidon emanaba de detras del mostrador de desconchada formica.
– Bonjour, madame.-Aimee le mostro la copia del papel-.?Lo reconoce?
La mujer salio de detras de la plancha y se desplazo junto al mostrador apoyandose en el con la mano. Sonrio miope
– Pongamelo en la mano. Puedo averiguar mucho al tocarlo
La mujer era ciega. Aimee no podia creer la mala suerte que tenia
– Me preguntaba si este seria un resguardo de su establecimiento
Uno de los ojos de madame Tallard era de un blanco lechoso, cubierto por el velo de una catarata, y el otro era bizco
– Me ocupo de la tienda en lugar de mi hija. Su bebe esta enfermo.-Le entrego una libreta con las copia de los recibos.
– Gracias.-Aimee hojeo un libro corriente de recibos con sobadas copias de papel de calco
Ninguno de los numeros se correspondian, pero el impreso si que lo hacia.
– Ummm…No lo vero-dijo-. Pero el recibo es igual que los suyos
– Ayudo a mi hija si los articulos no tienen manchas o arreglos-dijo madame Tallard con un carraspeo-. El ojo bueno se cansa con demasiada facilidad. Trabajamos con mucho cuidado y cuidamos de los detalles. Ya le dijo a mi hija, todo es demasiado importante para los clientes con prendad de alta costura.
Aimee intento sentirse esperanzada. Quiza madame Tallard se acordara de algo
– Se trata de un Chanel. Quiza lo recuerde
– Mi hija menciono uno…?de color fucsia?
– Vaya, si-dijo Aimee-. Con botones grandes y abultados.
– ?Como estos?-saco una caja de botones de debajo del mostrador. Sus dedos se movieron entre ellos hasta que le entrego a Aimee un boton de nacar con las dos letras C entrelazadas.
– Guardo los botones por si acaso un cliente los necesita
– Exacto. Solo que rosa-dijo Aimee al reconocer el tipo de boton de Chanel que habia visto en la bolsa de Morbier
– Recogieron el traje el miercoles por la noche.-Madame Tallard golpeo el mostrador con la palma de la mano-. Pero no es suyo…
– Disculpe-dijo Aimee mostrando automaticamente su identificacion-. Soy detective privado, trabajo con el Leduc Detectives. ?Quien recogio el traje fucsia de Chanel?
Madame Tallard se puso tensa
– Mi clientela es confidencial. ?Se trata de una intrusion!
– Mayor intrusion constituye el asesinato, madame Tallard-dijo Aimee-. Especialmente cuando ocurre a la vuelta de la esquina. ?De su esquina!
– ?Se refiere a la mujer de la esvastica?- A la anciana madame Tallard le temblaban las manos
– Me gustaria contar con su colaboracion, madame
Madame Tallard movio la cabeza
– Me lo conto mi hija.
– ?Que le dijo?
– Que ser vieja en el Marais se ha convertido en algo peligroso.-Avanzo palpando con dificultad y se sento en un taburete de tres patas. Aimee se inclino sobre el mostrador.
– Trabajo para la victima-dijo
– ?La ha visto entrar alguno de esos imbeciles?
– ?A quien se refiere exactamente?
– ?a esos imbeciles que pintan esvasticas en mis escaparates!
Se dio cuenta que madame Tallard tenia miedo.
– La calle estaba desierta cuando yo he entrado.-Aimee miro a traves de escaparate. Nadie.-Sigue desierta.
Madame suspiro
– El traje es de Albertine Clouzot. Vive en el callejon de la Poissonerie.
Aimee asintio. El callejon de la Poissonerie: una calle con una fuente neoclasica del tipo de las mencionadas por Voltaire y que conducia a unos patios adoquinados. Muy exclusiva.
– Madame Clouzot siempre nos envia a lavar sus prendas-dijo madame Tallard. Me dice que somos los unicos que limpiamos los bolsillos. Eso es cierto. ?Que puede esto tener que ver con ella?
Aimee se sentia alterada. Quiza madame Clouzot habia sido testigo
– ?A que hora recogio el traje el miercoles?
– No lo hizo madame. Lo hizo el ama de llaves-dijo madame Tallard con remilgo-. No tengo nada que ocultar
– ?El ama de llaves?
– Vino justo antes de que cerrera. Dijo que madame Clouzot necesitaba el traje para una cena. Esa todo lo que se
– Cuando cerro la tienda, ?escucho una radio muy alta?
Madame Tallard se froto la frente surcada de arrugas
– No me entretuve. Me fui a casa directamente
Le hizo mas preguntas, pero madame Tallard le aseguro que no habia oido nada extrano. A Aimee le latia el corazon a mil por hora. Ahora podria interrogar a la duena del traje de Chanel y a su ama de llaves.
?Pero que tenian que ver un neonazi de Les Blancs Nationaux que perseguia a Lili Stein y el traje de Chanel
