– Nada-dijo moviendo la cabeza-. Me apresure a volver. La senora me estaba esperando.
Pero Aimee vio miedo en su mirada.
– Quiza se cruzo usted con el asesino-dio Aimee achicando los ojos-. ?Esta segura de la hora?
Florence asintio y desvio la mirada
– Cuando salio usted de la tintoreria, ?vio usted a una anciana con muletas?
– No.
?Estaria mintiendo?
– ?Se fijo si habia skinheads por alli?
– Iba rapido.
– ?Y una radio a todo volumen?
Florence se puso tensa
– Yo me ocupo de mis propios asuntos, eso es todo-dijo. Paso las manos llenas de harina por el delantal y al hacerlo sacudio en el suelo una neblina de polvo-. Ya le he dicho que no me ocupo de nada mas que de mis propios asuntos.
– Me ha contratado el Templo de E’manuel. Aqui tiene mi tarjeta-dijo Aimee
Con lentitud, Florence tomo indecisa la tarjeta. Al darle las gracias a Aimee le temblaba la mano.
– El Marais es pequeno. Llameme por telefono si recuerda algo. En este telefono estoy disponible dia y noche, nada de contestador automatico-dijo Aimee. Mientras avanzaba por el corto pasillo sintio su mirada sobre ella.
Aimee no pensaba que Albertine Clouzot o Florence habian matado a Lili Stein. Tampoco parecia haber un movil, ?por que tenia miedo Florence?
Sabado por la tarde
– Vete a comer algo-dijo Leah
Mientras Aimee mordisqueaba el cul de lapin au basilic (conejo a la albahaca) leyo el titular de Le Figaro: “Un grupo neonazi boicotea una manifestacion en el monumento judio a los deportados”. La laconica noticia mencionaba varios grupos de ultraderecha, entre ellos Les Blancs Nationaux
La cocina de Leah, acogedora y calentita por las prensas calientes, la ayudaba a olvidarse del frio. Lo mismo ocurria con el vin rouge que se sirvio de la botella en un turbio vaso. El denso sabor a roble corria por su garganta.
Busco en su bolso la tarjeta de Thierry Rambuteau. Ya que Morbier no iba a ayudarla, sabia que le correspondia a ella descubrir con quien hablaba Thierry por telefono. De no ser asi, cuando fuera a la reunion de LBN, podria estar cayendo en una trampa.
Conecto un codificador al telefono Minitel de Leah, empalmo los cables y lo arrastro hasta la pequena television que se encontraba fuera de la zona de comedor.
Llamo a la oficina central de Correos y Telecomunicaciones
– Operaciones, por favor-dijo
– Si- contesto una voz masculina.
Aimee encendio la pantalla del televisor y trasteo con los ajustes.
– Mi ex marido me esta amenazando. Me llama de noche y de dia, amenaza a los ninos, pero no puedo probarlo.- Aimee elevaba cada vez mas el tono de comprobar el numero de mi trabajo? Por lo menos sus registros podran verificar que me llama alli
– Puedo verificar que existen llamadas entrantes-dijo el hombre amablemente-.Solo se me permite comprobar el numero de su oficina para ver las llamadas recibidas.
Perfecto. Eso revelaria quien llamo a Thierry mientras ella se encontraba en la oficina de LBN. Y seria incluso mas perfecto si el codificador funcionara.
– Merci, monsieur.-Lo conecto-.?Me haria un gran favor!-dijo-. El numero de mi oficina es el 43 43 25 45
Vio como la pantalla del televisor de Leah mostraba el numero de la oficina de LBN que ella le habia dado, al tiempo que el lo tecleaba. Esto genero que aparecieran varios numeros de telefono sobre la pantalla que eran los numeros que habian llamado ese dia a la oficina
– ?Cual es el numero desde el que llamaria su marido?-dijo el
Se invento un numero y vio que pulsaba las cifras, lo cual hizo aparecer en pantalla la leyenda “sin correspondencia”
– Perdon, senora, pero creo que esta vez no ha sido su marido.
Despues Aimee se identifico como secretaria del LBN y llamo para comprobar los cargos en la factura de telefono de la oficina. Habia cinco numeros de telefono. El primero era un pequeno proveedor de articulos de oficina con el que LBN tenia una cuenta y el segundo una cafeteria de la zona que les servia pasteles. Aimee dudaba si la esqueletica mujer comia alguno.
El tercero y el cuarto eran de La Banque Agricole y tenian que ver con informacion sobre la cuenta. Aimee llamo al quinto numero, que resulto ser el de Jetpresse, una imprenta que funcionaba las veinticuatro horas en Vincenne. Practicamente se habia rendido, pero para ser rigurosa, menciono el nombre de Thierry.
Se sobresalto al ver que la empleada comenzaba a disculparse
– Ya estan listos, mademoiselle-dijo-. Parece que ha habido una confusion. Lo sentimos. Nosotros no realizamos envios, esta en el contrato. Creo que eso no le quedo a usted muy claro.
– Yo los recogere-dijo Aimee rapidamente-. Esto… ?Cuantos eran en total?
– Veamos… Veinticinco ejemplares de Mein Kampf, encuadernacion de lujo-dijo la empleada.
Aimee casi se atraganta
– Estare ahi dentro de una hora.
Sabado por la noche
Aimee se aproximo a los neonazis concentrados junto al videoclub ClicClac que estaba cerrado. Se habia engominado el pelo hacia atras y se habia ataviado con el atuendo de skinhead. Llevaba los dedos llenos de anillos de plata que le llegaban hasta los nudillos, mas como proteccion que como elemento decorativo. Le hubiera gustado que no le latiera tan fuerte el corazon, que iba al ritmo del parpadeo de las luces de neon de color violeta y verde, sobre la puerta de la tienda.
Un tendero arabe con poco pelo y vestido con una vaporosa tunica gris, paso junto a ella rapidamente por la acera de delante de su tienda. En el interior atronaban compases de quejumbrosa musica arabe.
– ?Es tu tipo, cheri?-se burlaron varios de los skin heads-. Si te gusta compartir la calle, ?por que no compartes tambien la tienda del arabe?
Ella gruno. La caja con las veinticinco ediciones de Mein Kampf pesaba mucho. Le hubiera gustado tirarsela a sus lascivas caras. En cambio, sus pullas la obligaron a establecer algun tipo de credencial ario. Odiaba hacerlo, pero empujo al tendero y se choco contra el.
– ?Abdul! ?Mantente en tu lado!-dijo
El mantuvo baja su cabeza y empujo la escoba algo mas lejos, murmurando a la vez algo en un frances rudimentario que ella hizo como que no entendia. Siguio avanzando hacia el y lo arrincono en una esquina. Le brillaba el sudor en la cabeza mientras trataba de barrer alrededor de sus botas de motorista.
– ?No sabes frances, Abdul?-dijo Aimee-. ?Vuelve por donde has venido!-De una patada, hizo que la escoba se desprendiera de sus manos.
El se protegio contra la puerta de la tienda al tiempo que vitores aislados surgian entre los cabezas rapadas. Se escurrio hacia el interior de la tienda y cerro la puerta.
Mientras subia las escaleras de ClicClac pudo oir los comentarios.
– ?Quien es la jodida Eva Braun?
Muchos pares de ojos suspicaces la examinaron. Le latia el corazon tan deprisa que pensaba que se le saldria del pecho. ?Y si tenia que hacer algo mas que pegar una patada a la escoba de un arabe indefenso? Retiro la idea de su mente y se unio a una pareja del tipo rock duro variopinto, que subian las escaleras cogidos del brazo.
Un decorado de brillante imagineria hitleriana le dio la bienvenida al entrar en la sala del piso superior. Fotografias ampliadas de Adolf Hitler saludando a las masas reunidas y enormes esvasticas rojas cubrian las
