Metio la foto dentro de su bolso, llevo la taza a la cocina y la puso en el fregadero. La ventana de la cocina de Odile daba a una serie de ruinosos patios El numero 23 era probablemente uno de ellos
Una vez en la puerta, Aimee se dio la vuelta
– Gracias-dijo-. Pero no estoy de acuerdo, Odile
– ?Y eso?-pregunto Odile desde su silla de ruedas junto a la mesa.
– Estoy empezando a pensar que nunca se marcho.
El primer timbre que toco lo contesto una mujer de cuarenta y tantos anos vestida con un maillot de estampado de cebra, con las mejillas sofocadas y ligeramente perladas de sudor. Aimee podia oir el ruido de fondo del sonido ritmico de los tambores.
– ?El dueno? No lo se. Mando los cheques a una inmobiliaria-dijo casi sin respiracion.
– ?Y el portero?
– No hay.-En ese momento, comenzo a sonar el telefono-. Disculpe-dijo antes de cerrar la puerta.
Nadie contesto cuando llamo a las otras puertas. Se dio una vuelta hasta la parte trasera del edificio donde se guardaban los contenedores de basura y busco el contador de gas. Por fin lo encontro tras una puerta de madera podrida. Escribio el numero de serie del contador. Era facil obtener informacion si accedia a EDF (Electricidad de Francia), ya que de otra manera constituiria una tediosa busqueda encontrar al dueno a traves de la oficina de Hacienda. Por supuesto, quiza tendria que acabar acudiendo alli. Ahora lo que necesitaba era tener acceso a un ordenador y contemplo la posibilidad de volver a entrar en la casa museo de Victor Hugo y usar el teclado de su ordenador de ultima generacion.
Viernes por la tarde
Llamo a Abraham Stein desde una cabina en la estacion de metro de Concordia, ya que se le habia acabado la bateria del telefono movil. Contesto Sinta.
– Abraham esta hablando con un policia de nariz grande
– ?Uno que fuma continuamente y lleva tirantes?-pregunto Aimee
– Acertaste
– Por favor, digale a Abraham que se ponga, pero no le diga que soy yo.-Aimee espero mientras Sinta iba a buscarlo. Podia escuchar el ruido de fondo de las noticias de la radio y los laconicos comentarios del periodista: “La policia antidisturbios ha tenido que acudir a disolver a los manifestantes que se encontraban frente al palacio del Eliseo donde se firmara el Tratado de Aranceles de la cumbre de la Union Europea. Se estan produciendo esporadicos enfrentamientos entre grupos neonazis y el Partido Verde tanto aqui como en zonas del distrito cuatro, fundamentalmente en el entorno de la Bastilla ”.
El telefono rozo algo cuando contesto Abraham
– ?Diga?
– Soy Aimee. No diga nada, solo escuche y conteste con un si o un no, si puede
El emitio un grunido y luego hablo
– Sinta, ofrece una taza de te al detective
– ?Se llama Morbier?
– Si
– ?Me ha mencionado? ?Ha preguntado cuando nos hemos visto por ultima vez?
– Si a las dos
– ?Algo que ver con el asesinato de Lili?
– Si
De repente, oyo que Abraham carraspeaba y la voz grave de Morbier le llego desde el otro lado del hilo telefonico
– ?Leduc! ?Que demonios estas…?
– ?Por que me tiendes una trampa, Morbier?
– Alto ahi. No viniste a mi encuentro, no me devolviste las llamadas y ahora han disparado a tu socio-dijo el
– Ahorrate toda esa basura-repuso ella-. ?Quien esta detras de todo esto? Voy a colgar antes de que localices la llamada. Tengo algunas preguntas.
– A proposito, tu socio esta cabreadisimo-dijo-. Le dolio que lo abandonaras. Parece que no quiere que sigais siendo socios.
– ?Por que estas haciendo preguntas a Abraham cuando te han retirado del caso de Lili?-dijo ella mirando el reloj
– Tenia curiosidad por saber si habia tenido noticias tuyas-dijo el
– ?Por que diablos habia que tenderme una emboscada?
– Estas paranoica, ?que se te ha metido en la cabeza? Escucha, Leduc, tomate una dosis de realidad. Nadie te persigue.
– La unica otra explicacion posible es que pincharon mi telefono y escucharon donde ibamos a encontrarnos. Javel…
El la interrumpio
– ?Por que estan tus huellas por toda su casa?
Sus huellas dactilares se encontraban por todas las habitaciones del escenario de un supuesto suicidio. En su reloj aparecian dos minutos y cincuenta segundos en el momento en el que colgo el telefono de la cabina
Aimee oyo el chirrido del metal y el zumbido de los frenos de aire cuando el tren se detuvo. Cruzo la puerta del que se dirigia a porte des Vanves, lleno de parisinos de camino de vuelta a casa desde el trabajo. Se agarro a la barra superior mientras la cabeza le daba vueltas y le entraba malestar. ?Quien decia la verdad? ?Podria haberse vuelto contra ella Rene, su socio y amigo desde la Sorbona? ?Realmente la protegia cuando le dijo que echara a correr? Por supuesto. Su comportamiento protector era coherente con la manera en la que siempre la habia tratado. Normalmente con el consiguiente enfado por su parte.
Luego estaba Morbier. Habia mentido sobre la investigacion sobre Lili y se habia comportado muy en su estilo.
Se bajo en Chatelet. En el quiosco compro una recarga para su telefono movil. Los viajeros la arrastraban en el anden como si de una ola se tratara y se separaban ante ella en el ultimo minuto. Vestida con el traje negro de diseno, no desentonaba entre los profesionales de la hora punta. En cuanto inserto la recarga el telefono emitio un pitido.
– ?Si?-contesto mirando el reloj.
– Ya era hora-dijo Thierry-. Es dificil dar contigo. ?La has encontrado?
– Tenemos que vernos-dijo ella
– Trae a Sarah a mi despacho en Clingancourt-repuso Thierry
No haria eso por nada
– Nos vemos en Dessange, en la Bastilla, dentro de media hora
– ?Te refieres a la peluqueria esa? ?Como…?
– Dentro de treinta minutos. Despues me habre ido.-Colgo y llamo a Clotilde.
Estar huyendo de alguien, que los skinkeads y la policia la buscaran y que pudiera regresar a su apartamento no suponia un motivo suficiente para tener el pelo grasiento. Clotilde enjabonaba con henna el cabello de Aimee mientras Francoise, la propietaria, acompanaba a Thierry hasta la zona de lavado.
– ?De que va todo esto?-pregunto Thierry desconcertado
– Sientate. Te haria falta un corte-dijo Aimee
– Ahorrate tus comentarios agudos-resoplo el
– Un servicio completo: las unas, facial… ?Por que no te aprovechas?-dijo ella bajo la redecilla, mientras sonreia a Clotilde, la cual le masajeaba el cuero cabelludo. Thierry jugueteaba con las manos y parecia encontrarse incomodo. Indico un espacio en el luminoso y ventilado salon, que bullia de actividad con los profesionales del color vestidos con batas de laboratorio; mujeres con las mechas envueltas en papel de aluminio sobre sus cabezas, como si de antenas se trataran y enormes fotografias ampliadas de modelos con aspecto
